LA COMUNIDAD BENEDICTINA DE LAS PELAYAS CELEBRÓ CUATRO EUCARISTÍAS PARA VENERAR LA RELIQUIA DEL MÁRTIR ARMENIO MIENTRAS QUE CIENTOS DE FIELES RENUEVAN SU DEVOCIÓN POR EL SANTO PROTECTOR DE LA GARGANTA
Los ovetenses renovaron ayer su devoción a San Blas, porque aunque la Medicina recomienda el consumo de vitamina C para frenar los catarros, en Oviedo son miles los que aún creen que besar un trocito de hueso dentro de un relicario es el mejor método para prevenir las afecciones de la garganta.
La CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO, CARMEN RUIZ-TILVE, aún confía en el santo y mártir armenio. Fue una de las personas que abarrotaron la primera de las cuatro misas en las que la comunidad benedictina de Las Pelayas permite venerar y besar la reliquia. Al pie de las escaleras, echaba en falta «las rosquillas del santo».
«Debía ser una paisanina la que las hacía, como pasa con las paxarinas de San Mateo, y se ha perdido», añoraba. Aunque sin rosquillas, quedan las medallas. A un euro y medio, se compran para la protección de la garganta de las personas que no pueden acudir a besar la reliquia de San Blas.
DESDE EL SIGLO XVI
La devoción al santo en la capital del Principado está documentada desde el siglo XVI, época en la que consta la existencia de una cofradía en su honor, vinculada al monasterio benedictino de Santa María de la Vega. La reliquia del santo y su culto se trasladaron con la comunidad religiosa al convento de San Pelayo cuando, en 1854, las religiosas fueron expulsadas para construir la Fábrica de Armas.
San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia, durante el siglo IV. Su protección contra las afecciones de garganta deriva de la milagrosa curación de un muchacho al que se le había clavado una espina en la garganta. También es patrón de los cardadores de lana, ya que antes de ser decapitado, y según tradición, fue torturado con
peines de hierro de los que se usaban para cardar la lana.
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