POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Desde los siglos XV al XVIII el culto a la Vera Cruz se difundió por todo el mundo y, según estudios del historiador Muñoz Zielinski, se comenzó a venerar en casi todas las villas y ciudades del Reino de Murcia. Sin embargo, en la actualidad, solamente se le sigue homenajeando en las ciudades de Abanilla, Caravaca y Ulea.
En mi localidad en torno a la festividad de la Santísima Cruz se celebran otros eventos, tales como el Baño de la Santa Cruz en el paraje del Henchidor, antiguamente en la acequia mayor y, desde hace unas tres décadas en el Templete erigido sobre dicha acequia para tal menester, en el mismo paraje del Henchidor.
En su honor se celebran actos lúdicos, tales como: desfile de carrozas y ofrendas florales, corrida de cintas, bordadas por mujeres, carreras de bicicletas, corridas de novillos, corridas de toros de cartón con antorchas de fuego portados por jóvenes, cucañas, bailes populares y castillos de fuegos artificiales.
Los actos culturales tienen prioridad en estos memorables días y, en dichos actos recordamos la historia de personajes ilustres uleanos, obras de teatro y certámenes de danza y folklore, con la actuación estelar de Coros y danzas de Ulea.
En el aspecto religioso, son de resaltar el novenario previo, la procesión del ‘Lignum Crucis’ bajo palio hasta el Henchidor, donde se efectúa el Baño de la Santa Cruz con asistencia multitudinaria de la feligresía, el disparo de fuegos de artificio y el regreso, en procesión, del mismo ‘Lignum Crucis’ hasta la iglesia de San Bartolomé; momento en que se celebra la santa misa en su honor.
La asistencia suele ser masiva y, en dicha misa Patronal adquieren relevancia primordial: El Predicador y la masa coral Ulea Canta, dirigida magistralmente por la profesora de Música Mari Cruz López y López.
Aunque su festividad está asignada en el calendario el día 14 de septiembre, desde hace 175 años se viene celebrando el día tres de mayo; ya que, en septiembre, los vecinos marchaban a la siega y la vendimia y el pueblo se quedaba huérfano varones y, como las mujeres y los niños no tenían costumbre de salir solos a la calle en los días festivos mientras sus padres, hijos y hermanos habían emigrado para trabajar, el día 14 de septiembre, el pueblo parecía una ciudad fantasma ya que, las pocas personas que permanecían aquí apenas salían de sus casas.
Por tal motivo, dicha fiesta se trasladó al día tres de mayo; fecha en la que aun no había comenzado la emigración de los trabajadores a la vendimia y la siega y, así sigue hasta el día de la fecha.
En el año 1703, Bartolomé Rodríguez Espinosa, Vicario episcopal del municipio y su comarca, llegó a las puertas de la iglesia de San Bartolomé y, procedió a su bendición siguiendo a continuación; a efectuar su Entronización según el rito Romano que indicaba la normativa vigente.
Ejecutado el protocolo de forma meticulosa, se procedió a la apertura de la puerta de la iglesia y, una vez en el interior, se verificó el sacrificio de la santa misa, acto religioso al que asistieron representantes de Su Majestad, así como todos los miembros del Consistorio municipal y, por supuesto, los vecinos en masa.