POR MIGUEL A. FUENTE CALLEJA, CRONISA OFICIAL DE NOREÑA (ASTURIAS)
Ya lleva varios años que la legendaria Cuadra de Alfredo cambió de dueños y con ello las costumbres y los hábitos que reinaban en el local más típico de Noreña, entre ellos, la desaparición de la sidra que es lo más notable, cuando fueron miles y miles de litros los que allí se escanciaron procedentes de Tiñana, de Lugones, de Colloto o la más tardía de Nava, aunque reinar reinar, quien sí lo hizo durante décadas fue el General Franco con uniforme militar y galones de general de brigada ubicado en una de las esquinas del pequeño espacio que ocupa el bar. Este detalle marcó la fama del establecimiento. Todos querían visitarlo. Todos querían comprobar “in situ” si era cierto que el “Generalísimo” después de su fallecimiento en 1975 continuaba presidiendo el local, aunque también hubo ocasiones en que aparecían parejas de jóvenes y al verlo nada más entrar, uno avisaba al otro y salían a toda velocidad. Esto era muy frecuente. Otros en cambio venían por verlo y lo tomaban como referencia: ¡oye! ¿un bar que tienen a Franco en una foto grande? Otros más irónicos preguntaban por el bar donde estaba Franco colgau. Lógicamente había para todos los gustos, pero mientras Alfredo anduvo por el establecimiento, primero templando tertulias y posteriormente de oyente silencioso, nadie se atrevió a tocar el viejo cuadro. Bueno, lo de nadie es un decir porque un día, cuando acaban de abrir sobre las 12,00, entraron dos jóvenes, descolgaron el retrato y se fueron corriendo con la reliquia que apareció días después en el pórtico de la capilla de La Soledad con secreto de confesión. Una broma que dio mucho que hablar. También se comenta que cuando el ministro de la Gobernación, Don Camilo Alonso Vega, Camilín para su esposa, y Camilo el de Ramona para el matriarcado noreñés paseaba al atardecer por Noreña, se asomaba a La Cuadra, saludaba a Alfredo, y a sabiendas de que era exigente con la sidra, le preguntaba bromeando si la tenía buena ya que la última que había tomado sabía a piescu, y de reojo, miraba a la esquina “nacional” para saber si continuaba allí su compañero de armas y vecino el Ferrol.
Las cosas cambiaron, también los arrendatarios. Sus paredes ya no mostraron más calendarios de Unión Española de Explosivos ni de Anís de la Praviana; los carteles de orquestas con chavalas escotiflaes como preámbulo de la fiestas ya no se vieron más; dejó de escanciarse sidra y servir el vino “pura cepa de León” dejando paso a las cervezas, a los riojas, a los ruedas y a los riberas.
El filósofo don Miguel de Unamuno aseguraba que “el progreso consiste en moverse” lo que hizo que el pueblo crease la frase de “renovarse o morir”. Por cambiar La Cuadra cambió hasta de nombre. O sea que la renovación fue total y por consiguiente La Cuadra hoy ya no es ni La Cuadra.