POR SALVADOR CALVO MUÑOZ, CRONISTA OFICIAL DE ACEHUCHE (CÁCERES)

Es la única. No hay más en todo el recinto de la muralla. Si las torres tenían almenas, las desmocharon, ya sabéis cuándo, o quedó alguna; pero este caso es excepción: luego una cúpula. Ese rincón –placita de Canilleros- tiene algo misterioso que yo no alcanzo a entender. La penita fue que el dorado saber de los libros de ‘Boxoyo’, que allí regía Jaime Naranjo, ya no está; pero ese rincón…

Y luego la casa, claro; el hoy Archivo Provincial, con su caudal inmenso de sabiduría histórica. Digo yo ¿Llegó ella a visitar la casa o fue ya cosa de su hijo y ella acabó sus días allá en Las Indias? ¿Qué quién? Ella. Tecuichpo.

Al principio, una niña, tenía ese nombre. Tal vez se lo puso su padre, aquel al que al asomarse a una azotea para calmar los ánimos furiosos de sus súbditos, le arrearon una pedrada en la cabeza y dizque murió a consecuencias de la misma. Moctezuma o Montezuma, como decía Bernal Díaz del Castillo, que allí estuvo.

Nosotros pasaremos por esta insulsa y anodina etapa de la Historia y nos hemos perdido los mejores momentos. ¿Qué dice usted, amigo, delira? Pues no, ya ve; a uno le hubiera gustado estar en aquel zurrisburri de Tenochtitlán o cuando el Almirante puso su bota en Guanahani; pero nada, hay que conformarse con la lenta cadencia de las horas interminables del latido provinciano.

El que sí estuvo en este palacio insigne, de cúpula azulada, fue Juan Cano Moctezuma, hijo de ella y de Juan Cano de Saavedra, el cacereño que fue con Don Pánfilo de Narváez a arrestar a Don Hernán y les salió el tiro por la culata. Menos mal que supo apuntarse luego a la gesta.

Tenía ella 21 añitos cuando casó con Juan Cano, que fue su sexto marido, nada menos y, por medio, su intenso romance con Don Hernando que, por lo visto, era de armas tomar y muy apañado y hábil en lances amorosos. La de historias que emanan de estas piedras de La Eternidad.

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Salva 2 octubre

Fuente: Diario HOY. Cáceres, 2 de octubre de 2017