POR ÁNGEL DEL RIO, CRONISTA OFICIAL DE MADRID Y GETAFE.

Haber entrado en la casta, vivir en un casoplón de una urbanización exclusiva en Galapagar, ingresar todos los meses un pastón sin dar palo al agua, aunque sin acercarse todavía a lo que gana la princesa del suburbio, Belén Esteban, no le ha valido a Pablo Iglesias para moderar su lenguaje insultante y fascistoide. Podemos suavizar los gustos y la forma de vida, pero meter a Pablo y Cía. en clases intensivas de moderación y buena educación, resulta un imposible. Con Iglesias hemos topado.

En un vídeo de 8 minutos, con la bandera de España y la Unión Europea, Iglesias anunciaba que había tomado la importante decisión de dejar la vicepresidencia del Gobierno de Pedro Sánchez para presentarse como candidato de Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, y lo hacía porque: «Madrid está ante un enorme riesgo de un gobierno de ultraderecha con Ayuso y con Vox», añadiendo el insulto más bestial e injusto que solo una mente como la suya podía pergeñar: “Me presento para parar a la derecha criminal«.

Para el macho alfa, el anticasta convertido a la casta selecta, tildar a la derecha, a sus políticos y votantes, de “derecha criminal” es un jueguecito dialéctico, aunque se trata de una acusación perseguible de oficio. Pero en este país ya vale todo: la infamia, el insulto, la mentira… Señor Iglesias: si hay que buscar criminales, búsquelos entre algunos de sus socios de gobierno, esos que fueron compañeros, simpatizantes o cómplices de los asesinos de ETA.

A Pablo Iglesias le empiezan a salir las cosas mal, muy mal. Su estrategia de devolver al redil de Podemos al antiguo socio-fundador, Iñigo Errejón, ha sido, de momento, un fracaso, ya que ha recibido un errejonazo en todo lo alto de su orgullo. Este individuo que pretendía ser un sin casta se ha convertido en una vergüenza política, que todavía tiene asiento en el Consejo de Ministros y escaño en el banco azul del Congreso de los Diputados. La pandemia política que sufre España nos da este tipo de bofetadas a la razón y a la cordura.

FUENTE: EL CRONISTA