LA DESMITIFICACIÓN DEL BANDOLERISMO A TRAVÉS DE LA PRENSA NACIONAL: EL CASO DE SIMÓN JIMÉNEZ ALCÓN, “JARERO”
Sep 30 2017

POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)

Es habitual en España que se ensalce a ladrones, terroristas, asesinos y gente de mal vivir. Ya fuera en el pasado, con el tema de los bandoleros; u hoy, con los más variados personajes.

Centrándonos en el tema de los malhechores, son múltiples los casos en que las leyendas y escritos que emanaban de ellas los encumbren y muestren como auténticos héroes, luchadores contra las injusticias y dadivosos con los pobres a costa de los acaudalados. Todo ello, fruto de la ficción, aprovechando la etapa del romanticismo y la ingenuidad del personal.

Pero la historia, sentencias judiciales y la prensa de entonces demuestran que esa idea se hallaba muy alejada de la realidad: secuestraban pidiendo rescates, cobraban impuestos a los lugareños como auténticos mafiosos, atemorizaban a quienes osaban enfrentarse a ellos o hablaban con la autoridad, les exigían alimentos y refugio, mataban a quien los delataban, etc.

Muchos de ellos surgieron tras diversos conflictos bélicos (unos, después de la guerra contra los franceses; otros –o los mismos– lo hicieron años después, tras las “Guerras Carlistas”), cuando gente acostumbrada a la lucha armada y al botín prefería continuar con esa actividad antes que regresar a la penosa vida laboral; o porque se les perseguía por haber cometidos graves delitos, que llevaban aparejadas encarcelaciones o ajusticiamiento. Hasta hijos del infortunio que huyen, hacia adelante, de la pobreza y la hambruna a la que el sistema de propiedad de la tierra les condenaba.

En la mayoría de los casos, mostraron unos grados de crueldad que nada tenían que ver con ese enfoque social y justiciero citado. Fueron un mal endémico y un auténtico drama para comerciantes, ganaderos, pastores, carboneros o viajeros que sufrieron la inseguridad, desolación y muerte que las partidas de bandoleros imponían en los caminos y pueblos.

A pesar de que aún en los tiempos actuales hay quienes los enaltezca, por ignorancia o intereses diversos, a través de la prensa nacional de la época hemos podido demostrar lo afirmado antes, desmitificando la figura de Simón Jiménez Alcón, alias “Jarero”. Según hemos expuesto en los XLVI COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA, el pasado 22 de septiembre, en Trujillo, y que abrevio con este resumen.

Tras haber combatido con los facciosos en la 1ª Guerra Carlista (1836-39), al año siguiente Simón Jarero decide crear su propia patrulla y “echarse al monte”, en lugar de regresar a la mísera tarea campesina en su Zarza de Granadilla natal. Y, en 1846, estalla la 2ª Guerra Carlista (1846-49). Y es en esa fase cuando leemos en “El Clamor Público” (13-05-1847, página2): “Simón es jefe de partida desde 1840, asolando el Norte del Alagón. Roban a todos. Todos le encubren y protegen. Entretiene a la justicia delatando o matando a compañeros, con el fin de acogerse al indulto si le detienen (…). Posee una gran riqueza, que raya la opulencia” (nada dicen de la generosidad…). “Pero el comisario de Plasencia no le cree, y le persigue”.

En ese intervalo entra en Montehermoso, donde un miembro de su banda, “Castillo”, asesina a un anciano de 77 años (Juzgado de Plasencia y prensa nacional).

En los primeros días de marzo de 1849 es detenido y encarcelado en la prisión de Cáceres. Pero, el 7 de ese mes y año, once de ellos huyen, tal vez con la intervención del jefe del penal.

Varios diarios nacionales (“El Clamor Público”, “El Español”, “El Espectador”, “El Heraldo”, “El Observador”, “El Popular”, “La Época”, etc.) difunden la noticia, a la vez que insisten en que “Jarero era el terror de los pueblos ubicados al Norte del Tajo, en una año de pésima cosecha” (primavera muy seca). Para que luego haya quien le dedique poesías…

Salen en su persecución un centenar de soldados y guardias civiles (benemérita institución fundada el 13 de mayo de 1844). Y sus compañeros van cayendo poco a poco.

El propio Simón será abatido a finales de agosto de 1849 en las proximidades de La Atalaya de Montehermoso (arroyo Casillas, donde será enterrado, también conocido desde entonces como arroyo de Simón Jarero). Aunque se desconoce quién fue su autor, según “El Heraldo” (Madrid, 26/8/1849, página 3), lo hizo un miembro de su banda (“El Resmellado”), con ayuda de otro que era de Montehermoso y “que le tenía buenas ganas”… (tal vez buscando el indulto, como él hizo en otras ocasiones; o porque no era tan santo…).

Sea como fuere, lo tristemente cierto es que ese terrible malhechor, que además luchó a favor de los carlistas (absolutistas), frente al Estado (liberal), ha sido y es reconocido y ensalzado por gente y autoridades. Con casos que rayan el esperpento e hilaridad: el Teatro Municipal de La Alberca (Salamanca) lleva su nombre, mientras hay quien le dedican cándidos poemas:

El trabuco de Simón
nunca se manchó de sangre,
él lo usó muy pocas veces
y sólo disparó al aire
”.

………….

¡Ya…! ¡Y yo me río de Janeiro…!

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