POR ANTONIO HORCAJO, CRONISTA OFICIAL DE RIAZA (SEGOVIA)
Me viene rondando la idea de escribir —como gratitud y homenaje— sobre los recuerdos de mi primera maestra en la escuelita de la plazuela. Doña Inés era una señora sencillísima, con una bondad natural que tenía ganado el cariño y la gratitud de los padres y madres de Demetrio, de Perico, de Carrillos, de Vicente y de los míos por supuesto. Doña Inés nos comunicaba sus virtudes naturales que habrían de incidir en nuestro comportamiento como ciudadanos en ciernes. El respeto era algo asumido, la gratitud se expresaba en las muestras de cariño y en la solidaridad verdaderas. Ese entendimiento y ayuda que surge, espontáneo, de participar de los malos momentos poniéndose junto al que sufre cualquier carencia. En aquellos años era general la escasez y puede que ello terminara en que se sabía repartir y participar de lo que había.
Pero, mira por cuánto, me desayuno hoy con una noticia que no solo me ha puesto agria la leche del desayuno —o al menos me lo ha parecido— porque han coincidido noticia y yantar mañanero: “Una madre granadina ha agredido a la maestra de su niña”. He visto en esa frase cómo, no la señora maestra, sino la dignidad humana ha sido agredida. Ahora escribo al lector las palabras que hoy nos ofrece Elvira Lindo en un diario madrileño: “…porque las normas del centro no permitían la impuntualidad para una jornada musical la madre, fuera de sí, agarró del pelo a la maestra, la pateo y la insultó. Todo esto delante de la cría. Dios nos libre de madres que nos quieran tanto. La maestra acabó en el hospital…”.
Para qué seguir, la hazaña ya estaba culminada. Y también la dignidad del ser humano y el respeto, despreciando a quienes nos libran de la ignorancia. ¿Es esto consecuencia de la educación recibida por la madre?, ¿será este el fruto de la nueva ley que se quiere imponer para el adoctrinamiento? La situación no es nueva, las consecuencias serán las mismas.
Y menos mal que la fechoría ha sido de mujer a mujer, de madre a maestra, seguro que el silencio será patente. Si en lugar de ser de la madre la distorsión hubiera sido del padre —no más sino igual de responsable- el feminismo estaría ahora en llamas. La igualdad de trato, por el mismo concepto, debe tener idéntica relación, ¿o no? A ver qué dice la señora ministra que se ha enrollado, en un lío de no te menees, con la norma esa que no entienden ni los que la tienen que aplicar sobre el abuso del hombre ante la mujer y que llega al piropo como ofensa, o vaya usted a saber.
Porque como pase una mujer por la acera y esté el del andamio de turno, con las viandas que le prepara la parienta en la tartera y se le ocurra decir “Adiós preciosa “ya va listo el pollo, y a la trena no más y sin poder agradecer que ella le conteste “Adiós arquitecto”, que es mentira pero queda de rechupete. Pero cuidado que, a lo mejor, hasta que nos aclaren el alcance de la norma, esto puede ser otra manera de abofetear la dignidad.
Y entonces, como nos dejó maravillosamente en imágenes Berlanga: “todos a la cárcel”.
Fuente: https://www.eladelantado.com/