POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Desde los inicios del siglo XVI la población de Parres experimentó un notable crecimiento demográfico que no se vio truncado hasta finales de siglo (1598-1599), especialmente motivado por la epidemia de peste que asoló Asturias.
Conviene recordar -a modo de ejemplo- que solamente en el pueblo vecino de Las Rozas (Cangas de Onís) la peste se llevó a la tumba a veintiséis vecinos en apenas tres meses.
El coto de Fuentes tenía por aquellos años unos 20 vecinos.
Parres tardó medio siglo en volver a tener una población similar a la de 1592, consistente en 675 vecinos. Recordemos que no era lo mismo decir vecinos que decir habitantes, así -por ejemplo- en el año 1842 en el Concejo de Parres había 1.644 vecinos y 7.061 almas, de forma que tenía más habitantes que actualmente, que cuenta con 5.345.
Se consideraban vecinos todos aquellos varones que eran cabeza de familia, mientras el campo numérico de las almas expresaba la suma de personas que vivían en el mismo hogar, normalmente el matrimonio y los hijos, pero en algunas ocasiones hay que añadir a la familia básica hermanos, suegros, sobrinos, criados, etc.
La llegada del maíz cambió radicalmente la vida asturiana; en los libros del Monasterio de San Pedro de Villanueva se cita este cereal por primera vez en 1675, pero dado que faltan los libros de los 67 años anteriores y que en estas fechas ya eran numerosos los molinos en la zona (varios de ellos propiedad del monasterio) puede que hubiese llegado hacia 1607.
Un siglo después los molinos eran numerosísimos en toda Asturias.
El concejo de Parres ya tenía 4.394 habitantes en 1787. Los cotos señoriales que tenía el concejo eran de origen medieval y había una notable diferencia de población entre ellos pues, mientras -por ejemplo- el coto de Llames tenía 50 vecinos, los de Arriondas y Fuentes apenas si tenían 12.
En alguna ocasión a Arriondas se la denominaba como villa y era valorada por su situación, dado que era ´un lugar muy pasajero y tiene embarcadero de tablas y otras mercaderías´, según cita María Ángeles Faya, profesora de la Universidad de Oviedo. Como ella misma dice “no conocer la historia propia lleva a una amnesia colectiva”.
Del Catastro del Marqués de la Ensenada se desprende que las actividades agrarias eran las absolutamente predominantes en la estructura económica del concejo.
El 23% de la superficie concejil eran tierras de labor y el maíz, la escanda y las castañas los cultivos mayoritarios, junto con alubias blancas, nueces y avellanas.
El catastro antes citado recoge y registra la existencia de 68 molinos, el mismo número que Alejandro Miyares Fernández contabilizó en 1989 en su laborioso estudio sobre los molinos de Parres; habían pasado 235 años.
Si en Collía había registrados dos batanes es porque también había cultivo de cáñamo y una veintena de personas tejían paños de lana y lino. Ni que decir tiene que la ganadería ocupaba una parte importantísima en esos años (al igual que en los siglos XIX y XX). El catastro registra que más del 50% de las cabezas de ganado eran propiedad de vecinos de otros concejos, por lo que los aparceros eran muy numerosos.
Bosques y montes estaban copados por especies forestales como robles, álamos, castaños y hayas. No llegaría el intruso eucalipto hasta 1886. El catastro registra la existencia nada menos que de 547 colmenas a lo largo y ancho del concejo. Había un mesón en Viabaño y otro en la Vega de los Caseros, mientras Arriondas contaba ya con dos posadas, una carnicería, una fragua y un estanco.
Según encontramos en los archivos municipales y cuentan los historiadores Ana Suárez Fernández y Diego Ruiz de la Peña, en la localidad había presencia de dos tratantes en sidra, uno en avellanas, otro en guadañas, hierro, palas, potes de hierro y carneros, además de otro en arrendamientos y préstamos.
De la actividad en el concejo -anotan- da constancia la existencia de 33 canteros, 27 carpinteros, 25 madreñeros, 14 pescadores, 14 sastres, 10 herreros y 7 arrieros. Por el tan citado Catastro del Marqués de la Ensenada sabemos que Parres contaba hace aproximadamente dos siglos y medio con: 936 casas, 626 establos, 494 hórreos y 99 paneras.
No se cohibían estos señores ni ante las posesiones de la Corona.
Felipe V intentó acabar con semejantes usurpaciones, de forma que -en 1708- envió al Principado al oidor de la audiencia de Valladolid José Antonio de Cepeda, con facultades para investigar tales atropellos. Actuó con determinación el oidor y concluyó que la nobleza asturiana no podía en muchos casos presentar sus títulos de propiedad.
Don Arias de Omaña, en nuestro concejo, fue uno de los afectados y se procedió a despojarlo de sus rentas. Lidia Anes -profesora universitaria de Historia Económica, en un trabajo sobre nuestro concejo- cita dos obras pías en el concejo de Parres, dado que una estaba en Cayarga y estaba subvencionada con las rentas que proporcionaban los bienes de la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe.
Desde abril hasta septiembre se enseñaba en ella a leer y a escribir a los parientes del fundador y a los niños de la parroquia.
Era en Santo Tomás de Collía donde se ubicaba la otra obra pía y se hace constar expresamente que -el día de Jueves Santo- se entregaban en ella tres reales y un pan a doce pobres, como memoria de la festividad en la que Cristo lavó los pies a sus doce apóstoles.
Deja constancia, asimismo, de los numerosos pobres del concejo, muchos transeúntes, peregrinos y jornaleros; al igual que muchos chicos y chicas sin trabajo que pedían por pueblos, caserías y caminos.
Este artículo lo publiqué en el diario “El Comercio” el día 1.º de mayo de 2016.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez