LA EJECUCIÓN DE PEDRO PÉREZ PONCE DE LEÓN EN LA PLAZA MAYOR DE CIUDAD REAL, EN EL AÑO 1686
Ago 18 2021

POR JOSÉ MARÍA GOLDEROS VICARIO , CRONISTA OFICIAL DE GRIÑÓN (MADRID).

Fachada de la Biblioteca Nacional, donde se haya el manuscrito / Jean-Pierre Dalbéra

`La Santa y Vieja Hermandad de Ciudad Real tenía fama de extremadamente rígida, pues de ella se decía : «Primero los ahorca y luego hace las preguntas». Muy grave debió ser el delito del tal Pérez Ponce para ajusticiarlo en plena Plaza Mayor, habida cuenta que este tipo de ejecuciones eran efectuadas desde hacía tiempo en Peralbillo

La sala de «Manuscritos y Raros» de la Biblioteca Nacional guarda en sus fondos un interesante manuscrito bajo el título de «Proceso, causa y castigo del salteador de caminos Pedro Pérez Ponce de León, por la Hermandad Vieja de Ciudad Real en 1686». Como sabemos, la «Real y Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real» fue integrada en «La Nueva» de los Reyes Católicos, pero manteniendo la primera antiguos privilegios y conservando jurisdicción sobre amplias zonas de La Mancha, Andalucía e incluso el sur de Madrid.

Estaban vigentes desde el siglo XV las penas y castigos que debían imponerse a los delincuentes capturados por los cuadrilleros de la Hermandad, reflejados en las «Constituciones y Prontuarios de los Delitos», recogida igualmente por la «Nueva» de los Reyes Católicos

En un documento de fecha 29 de abril de 1644, «estando el cabildo de nuestra Hermandad en la sala della (sic), a son de campana tañida», el corregidor de Ciudad Real don Antonio de Lainz, se dirige a los de la Santa Hermandad en estos términos: «Sabemos que por estos contornos, caminos y despoblados, andan algunos ladrones y bandoleros haciendo hurtos y robos, particularmente la cuadrilla de un tal Pedro Andrés, haciendo muchos delitos sin que haya camino seguro por donde los caminantes puedan andar tranquilos. A los ladrones, sin dilación se les castiguen con arreglo a las ordenanzas en vigor…»(sic).

El «salteamiento» de bienes y fuerza de mujeres en despoblado, por ejemplo, estaba castigado con la pena de muerte, como también lo era las heridas causadas alevosamente. En efecto, los robos estaban penados según la cuantía de lo sustraído, desde azotes, hasta la pena capital, pasando por cortar las orejas o un píe.

De los varios folios que componen el citado documento, referido más arriba extraemos lo siguiente: «…don Rodrigo Miranda y Quiñones, del Consejo de S.M. pregunta al dicho Ponce de León, -«qué clase de amigos a tenido en esta provincia de la Mancha, en el reino de Murcia y en el reino de Toledo, en Andalucía alta y baxa y que correspondencias y tratos a tenido de quince años a esta parte…»(sic). Más adelante -añade el documento-, «está preso en la cárcel de la Santa Hermandad en Ciudad Real el 24 de febrero de 1686, y fallo, que por culpa y causa de bandidos, debo condenar y condeno: que de la dicha cárcel y prisión en que está sea sacado y arrastrado por las calles públicas acostumbradas, y sea llevado a la Plaza Mayor de esta Ciudad Real donde estará una horca de tres palos, en la cual sea ahorcado hasta que muera y el cuerpo de Pedro Ponce sea hecho cuartos y puesto en los caminos y partes públicas que por mi fueren señaladas…»(sic). Como el seguimiento de la ejecución consta en el dicho documento, sabemos que, a las cuatro de la tarde fue bajado el cuerpo y puesto sobre un carro, llevado luego al camino real «que viene de Manzanares y Daimiel a esta ciudad (Puerta de la Mata) y «se puso en un palo en el suelo, donde se clavó un cuarto», y después se puso al camino real que viene a esta ciudad desde Granada (Puerta de Granada) «y se hizo la misma diferencia con otro cuarto y quedó de dicho cuerpo la cabeza y mano derecha para ponerlo en otra parte…»(sic).

`La Santa y Vieja Hermandad de Ciudad Real tenía fama de extremadamente rígida, pues de ella se decía : «Primero los ahorca y luego hace las preguntas». Muy grave debió ser el delito del tal Pérez Ponce para ajusticiarlo en plena Plaza Mayor, habida cuenta que este tipo de ejecuciones eran efectuadas desde hacía tiempo en Peralbillo. Conocemos el ceremonial que se efectuaba para la conducción del reo a este célebre sitio. A la puerta de la cárcel de la Hermandad (donde hoy se alza la Delegación de Hacienda) se formaba la comitiva, precedida por la cofradía de la Caridad, con «el Cristo de las Estaquillas» o «de los Tarugos», -cuya existencia databa de 1515-, seguida de caballeros, cuadrilleros y ballesteros con arcos, flechas, y su célebre indumentaria verde. Detrás iba el condenado en compañía  de religiosos, y cerrando el cortejo, el cuadrillero mayor con estandarte, como encargado del reo, a su lado el escribano, y por último el alcalde. De trecho en trecho, durante su recorrido por las calles se pregonaba el delito y la pena.  Al llegar a la Puerta de Toledo  partían directamente a Peralbillo donde se encontraban las horcas, y allí, una vez leída la sentencia por última vez el condenado era ahorcado: y le disparaban las trece saetas de ordenanza, quedando el cadáver pendiente del patíbulo.

En este célebre sitio de Peralbillo, escogido especialmente por su situación sobre el Camino real, fueron ejecutados muchos delincuentes y famosos «golfines». Nos consta, que el 23 de mayo de 1776 «dieron pena de horca» a Juanazo y a Candonga; en 1783 al Tío Rivera de Almagro; a un tal Francisco Gómez, natural de Camuñas (Toledo), en julio del mismo año y el 7 de marzo de 1803 a Fernando Pinilla, todos ellos apresados y juzgados por diversos delitos del tribunal de la Santa, Real y Vieja Hermandad de Ciudad Real.

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