POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
Dolores Martínez Hueso VII
Nacida en 1896, murió el 25 de mayo de 1969. Su padre Juan Fernando Martínez era de Iznatoraf y allí tuvo su escuela, ganándose el aprecio de los vecinos por sus cualidades de buen maestro.
Dolores quedó viuda con 25 años y se dedicó a la enseñanza privada, en busca de unos ingresos necesarios. Abrió una escuela en la Fuente Vieja, frente a la casa de José Campos. Dolores recorrió varios lugares de la localidad con su escuela de pago. Asistían unos cincuenta alumnos y alumnas, entre otros José, Moña la de Ardoy, Eliseo, protestante, Ramón y Francisco. Carmela, Juliana y María hijas de Braulio, que regía una taberna en las proximidades de la Sindical. Cada alumno llevaba su silla, aunque ella compró varios pupitres con sus tinteros incorporados.
Algunos alumnos, poco favorecidos económicamente, no pagaban la perrilla o cinco céntimos diarios. Muy cariñosa se prestaba siempre a ayudar.
Maestra primorosa, explicaba muy bien las lecciones. Tras la Fuente Vieja, tuvo su escuela en las calles Torrecilla, Cantarerías, y Caberuelo. Bordó una bandera para la Cofradía de los Blancos en Iznatoraf. Abandonó la enseñanza en el año 43.
Éste es el relato que nos hizo Juan Andrés Fernández en su libro autobiográfico “Que Dios nos juzgue”: “Cierto día mi madre dijo: Voy a poner a Juan Andrés en la escuela para que vaya aprendiendo las primeras letras.
Pocos días después, mi madre, que me había hecho una blusita clara, un pantaloncillo corto y me había comprado una cartilla, me llevaba cogido de la mano a una escuela para niños que había cerca de mi casa. Cuando aparecimos en la puerta del colegio mi madre se dirigió a la profesora, que se llamaba Dolores, pero todos la llamaban Dolorcicas.
La sala se encontraba en el piso bajo de su vivienda. Era rectangular. En la parte de la izquierda estaba la profesora, que mantenía colgada de la pared una gran pizarra negra. En el fondo del local había una puerta que daba a un corral, donde se veían algunas plantas, el tronco de un gran árbol de laurel y unos patos y gallinas escarbando en el suelo. Desde allí se escuchaba el suave rumor de las aguas de un arroyo que pasaba cerca.
Tomé asiento, y miré donde estaba sentado Manuel el Gordo. Era un niño sanote, pero muy travieso. Me miró con una sonrisa pícara, haciendo ademán de darle un mordisco a un pedazo de tiza que tenía en la mano. Las lecciones se limitaban a aprender de memoria las letras del alfabeto y cantar en voz alta la tabla de sumar. La escritura la hacíamos en unos cuadernos que tenían impresos en las hojas trazos inclinados, sobre los que pasábamos la pluma mojada en la tinta. Los llamábamos palotes.
Cuando íbamos dominando con pulso firme estos trazos, hacíamos este mismo trabajo sobre cuadernos de líneas curvas en los cuales ya figuraban esbozos de las letras del alfabeto. Por este procedimiento, sin darnos cuenta, íbamos aprendiendo la escritura ortográfica.
Dolorcicas era una mujer de unos cuarenta años, bajita y un poco obesa. Tenía una paciencia de santa para tratar con la cuadrilla de petardos que estábamos en su clase. Para imponer su autoridad y llamar la atención de los alumnos mantenía al lado de la mesa un pedazo de caña bastante largo, que le servía para poder llegar hasta la cabeza del alumno que no prestase atención en clase. También para espantar a los patos y gallinas, que a veces venían del corral para meterse en la escuela y armar el gran zafarrancho.
Después de estar asistiendo a esta escuela durante dos años, ya había aprendido todo lo que se podía aprender allí”.
DOÑA RITA RUEDA MEDINA” Nuestra Señora de los Dolores”
En su partida de nacimiento, ante el Juez Municipal de Beas de Segura, D. Juan Antonio Montoya Vélez, y el secretario D. Ignacio Ayuso Erias, compareció D. Andrés Rueda Garrido, sastre, domiciliado en la calle Ancha, que dicha niña nació en la casa del declarante, hija legítima de él y de su esposa Dolores Medina Marín, natural de Villanueva del Arzobispo y le imponen el nombre de Rita María Aurora.
En la solicitud que realiza ante la Inspección de Jaén, indica que es soltera de 28 años, que pretende establecer una escuela privada en la calle Cánovas, 17, la fecha de la solicitud es de junio del año 1908. El inspector D.José Ruiz, informa favorablemente y tramita a la Universidad de Granada, la petición.
Coincide el nombre de la escuela con el de su hermana, María Rueda, ambas la denominan “Nuestra Señora de los Dolores”, tal vez el motivo fuese, que Dolores era el nombre de su madre, o la devoción a la Virgen de este nombre.
El maestro albañil, Juan García Piedra, incluye en el plano del local escuela , la superficie de la misma en 97 m².
La escuela tiene como objetivo principal, la formación cívica y religiosa de las niñas, sin descuidar su desarrollo físico… procurando ante todo formar el corazón de la mujer, según los preceptos de la Doctrina Católica y de la más sana moral. Puede admitir hasta 30 alumnas. Las normas se repiten en cuanto a la edad, petición de los padres…lo que deben pagar las alumnas va de 0,50 a 1 peseta; las clases de labores tienen un precio especial. En los premios resalta elogios cariñosos, estampas, libritos, preferencia de sitio e inscripción en el cuadro de honor; para las niñas más pobres se le dispensan de los gastos de enseñanza; en cuanto a los castigos consisten en represiones privadas o públicas, privación de las hotas de recreo y si no se consiguiera, la enmienda la expulsión.
Doña Rita casada con Félix Sáez Pérez, quedó viuda. Recuerdo su presencia en la calle Parras, hasta que falleció en el año 1956.
FUENTE: M.L.F. EL CRONISTA