POR ANTONIO DE LOS REYES, CRONISTA DE MOLINA DE SEGURA (MURCIA)
“Se pregone publicamente que todos los vecinos de esta ciudad estantes y avitantes en ella bayan en cuerpo sin llevar capa, y asi mismo todas las personas en cuyas casas ubiere avido o ubiese enfermos o muertos del achaque lleben en la mano un baston de caña, para que a todos sea notorio lo referido y se escusen de rozar unos con otros, pena de que el que asi no lo hiciere sera castigado con todo rigor” 8-VII-1677 A.M.M., legajo 2.740.
Así describe el ayuntamiento murciano, la salvaguarda para la pandemia más intensa en Murcia. Lo fue en el siglo XVII.
Quizás el primer pasmo lo dio la expulsión de los moriscos (1613). Daño irreparable en aquel momento para la huerta ya que afectó directamente a la mano de obra huertana; (peor que una plaga). Gracias a que el marqués de los Vélez y pese al empeño real de la expulsión, los murcianos, muleños, molinenses… quedaron en la huerta conviviendo con cristianos viejos y fortaleciendo su producto preferente: la seda.
La terrible epidemia de peste bubónica de 1648-52, que alcanzó a todo el reino, afectó severamente a Molina asolándola. La llamaron levantina o valenciana, Se consideró que entró por Valencia en 1647, procedente, acaso, de Argel.
La llegada a Molina, y según acta capitular de 27 de noviembre de 1648, fue “a caussa de averse puesto el grano de trigo en la cassa de la compañia de Jesus extramuros desta villa y otros socorros de alimentos y medicinas para la ciudad de Murcia este presente año. Viniendo por ellos se pegó el mal”
Tal fue su virulencia, que “murio mucha summa de jente, y aunque algunos se retiraron muchos de ellos murieron con que dejaron en ella ocho o nueve vecinos y algunos de ellos enfermos de dho mal” que forzó al Concejo, a no cobrar a partir del ocho de junio siguiente, las alcabalas, debido a la “cortedad de los vecinos, destacando no poder hacer usso del meson estramuros de esta villa por haberlo fecho ospital”.
Pedro Valcárcel Pagán, alcalde el año anterior y Fulgencio Pérez de Aledo de este, murieron como consecuencia del contagio y hubieron de ser sustituidos en “tenencia» por Matheo de Raya Gómez. “De los cuatro regidores quedaron Belmar Ortega y Benito Parras sin haber mas por culpa del contagio”.
Mas interesante es el largo acuerdo tornado el 8 de julio del mismo año, por el cual el concejo alega que “ademas de la mortandad se conpone de que los años antecedentes al de quarenta y ocho fueron mui esteriles de frutos, ser los mantenimientos de bino y came, aceite, binagre, frutas y berduras y demas cosas de acarreo tan caras y subidos precios, que con la falta del dinero no tubieron sustento… se sigue de que en esta billa no ay trato ni contrato ni cosechas si tan solamente trigo y seda y estos, por las esterilidades, ser tan poco y asimismo aber tan pocos becinos heredados que no Ilegan a diez con hacienda raices ni condales”.
Lo que provocó que muchos molinenses se fueron a vivir a otra parte.
Siguen las lamentaciones asegurando tener solamente “mil tahullas que estan cargadas sumamente de censos y pias memorias y capellanias sobre las que caen los serbicios reales de su magestad; mientras que 4.400 pertenecían a la Compañía de Jesús, San Antonio de Padua, Santa Clara, frailes de san Agustin, convento de el Carmen, vecinos de la ciudad de Murcia y demás lugares”. Los molinenses eran arrendadores y medieros. Dicen “que no solamente an padecido y padecen las miserias referidas y que tambien estan distraidos de su ropa de bestir y camas por aberselas quemado… por la purificacion del contaxio… y hasta los edificios de casas lo estan mostrando que se an caido”.
Añadamos a ello la esterilidad de los campos y huerta por la falta de agua.
La reacción fue contra la plantación de arrozales, acusándolos de la epidemia y por ello insistieron en la prohibición de su sembradura.
A partir de 1685 se acaban las grandes pestes. Pero hay otra historia, como la de la gripe, de la que todavía tememos que vacunarnos. Y el coronavirus…