NUEVO ARTÍCULO DE FRANCISCO JOSÉ PÉREZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE ALDEAQUEMADA, DE SANTA ELENA Y DE NAVAS DE TOLOSA [LA CAROLINA] (JAÉN), EN EL PROGRAMA DE FIESTAS EN HONOR DE SAN JUAN DE LA CRUZ DE LA CAROLINA, 2015
En mayo de 1780, Fray Diego del Santísimo Sacramento, carmelita descalzo de la villa de Cazorla, realizó un inventario de bienes de los Carmelitas Descalzos del Convento de la Peñuela. En él, nos relacionó que uno de los bienes que los monjes habían vendido a la Superintendencia de Nuevas Poblaciones era una pequeña ermita dedicada a Nuestra Señora del Carmen. A lo largo de este artículo intentaremos aportar nuevos datos sobre este desconocido templo carmelita.
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Cuando en agosto de 1767, el superintendente de las Nuevas Poblaciones, Pablo de Olavide, eligió al Convento de La Peñuela como primer punto de población existían en La Peñuela dos ermitas [1]. La primera es la ermita u oratorio de San Juan de la Cruz, construida sobre la iglesia del primitivo convento de La Peñuela, ampliada a finales del siglo XVIII durante el gobierno del Intendente Miguel de Ondeano y bajo la dirección espiritual del Capellán Mayor de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, Juan Lanes Duval.
De la segunda, la ermita de Nuestra Señora del Carmen, poco se conoce, puesto que desapareció durante los primeros años de las Nuevas Poblaciones. Sabemos que estaba ubicada junto al camino de Andalucía, a alguna distancia del convento de La Peñuela, y que fundamentalmente se utilizaba para pedir limosna a los caminantes y viajeros que transitaban por el Camino Real a través de un fraile carmelita que ofrecía agua por donativos para el convento.
En el interior de este pequeño templo se veneraba un busto medio quemado de una antigua Virgen del Carmen con el que se hizo una Dolorosa mediante donativos voluntarios que se colocó en 1778 en la Iglesia de la Inmaculada Concepción de La Carolina. Cuando en 1785, se adquirió una nueva imagen de Nuestra Señora de los Dolores [2], la primera Dolorosa se trasladó, siendo colocada en la parroquia de la Inmaculada de la población de Navas de Tolosa [3].
Con el traslado del busto de la Virgen y la marcha de los frailes carmelitas la ermita perdió su función. Podemos establecer algunas hipótesis respecto al destino del templo, una primera podría ser su abandono, ruina y olvido al no guardar una imagen para su veneración. Un ejemplo en las Nuevas Poblaciones lo tenemos en la iglesia de Miranda del Rey, que desapareció por completo con el paso del tiempo. La otra hipótesis está relacionada con las políticas desarrolladas por Pablo de Olavide en la reorganización urbanística de la ciudad de Sevilla, de la que fue Asistente. Olavide reubicó y eliminó de algunas de las calles donde entorpecían la circulación algunas cruces, estatuas de santos y retablos con el fin de colocarlos junto a las iglesias [4], en clara continuidad de las políticas regalistas emanadas desde el Concejo de Castilla en lo referido al control de la religiosidad popular durante el reinado de Carlos III. La Corona buscaba encauzar las manifestaciones religiosas del pueblo hacia las iglesias, como verdaderos centros de culto en las poblaciones.
Por lo tanto, debido a su pronta desaparición, todavía no conocemos el lugar exacto de ubicación de la ermita, pero lo que sí se nos sugiere es que estaba situada en la entrada de Andalucía. Quizás estaba en las proximidades de la actual población de Navas de Tolosa, antiguo término del Concejo de Linares, siendo un posible germen de las fiestas que se le dedican a Nuestra Señora del Carmen en la actualidad.
Para terminar, en lo relativo a las fiestas dedicadas a Nuestra Señora del Carmen antes de la colonización carolina, en 1766, encontramos una solicitud de Miguel Sotés, vecino de Linares y Prioste de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen de Linares con sede en el Convento de Carmelitas Descalzos de La Peñuela, para que el obispado permitiese seguir con su actividad a esta cofradía que poseía según Sotés una antigüedad de 109 años. Unos años antes, en 1757, se transcribía en un memorando adjunto la autorización de Fray Diego de la Presentación, General de la Orden los Religiosos Descalzos de Nuestra Señora del Carmen a los vecinos de La Peñuela, de la Sierra, de Vilches, de Baños y de Linares para que puedan formar la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, agregándose a la que existía en el Colegio de San Basilio de Baeza. Dándoles licencia para que el día de Nuestra Señora del Carmen, 16 de Julio, o en fecha cercana, pudieran celebrar su fiesta y su procesión [5].
Quizás esta fiesta la celebraran los hermanos de esta cofradía de Linares, y de otros pueblos de la comarca, en las cercanías de esta pequeña ermita de Nuestra Señora del Carmen, antigua muestra de la devoción carmelitana en nuestra Sierra Morena.
NOTAS:
[1] Archivo General de Simancas, Secretaría y Superintendencia de Hacienda, leg. 500, doc. 168. Aranjuez, 13 de mayo de 1780.
[2] Esta nueva imagen fue realizada por Manuel Adeba Pacheco. En Javier Balandrón Alonso y Juan Manuel Patón Crespo, «Autoría de la primitiva imagen de San Juan de la Cruz», 2013.
http://sanjuandelacruzlacarolina.blogspot.com.es
[3] Francisco José Pérez Fernández, «Navas de Tolosa, el 250 aniversario del Fuero y la Virgen del Carmen», en Programa de Fiestas Conmemorativas de la Batalla de las Navas de Tolosa, La Carolina, Excmo. Ayuntamiento de La Carolina y Navas de Tolosa, 2015, pág. 5. [Información proporcionada gracias a la amabilidad del profesor Adolfo Hamer].
[4] Marcelin Defourneaux, Pablo de Olavide. El afrancesado, Sevilla, Padilla Libros, 1990, Pág. 209.
[5] Carlos Sánchez-Batalla Martínez, La Carolina en el entorno de sus colonias gemelas y antiguas poblaciones de Sierra Morena. Prehistoria a 1835, Andújar, Caja Rural de Jaén, 2003; IV, págs. 582-593. El documento fue localizado por Juan Carlos Torres.
*Referencia: Pérez Fernández, F. J., «La ermita de Nuestra Señora del Carmen en La Peñuela», Programa de Fiestas Patronales en honor a San Juan de la Cruz, La Carolina, editado por la Hermandad de San Juan de la Cruz de La Carolina y el Excmo. Ayuntamiento de La Carolina, págs. 20 y 21, 2015.