LA FECHA DE LA FUNDACIÓN DE LA MISIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE DE LOS MANSOS DE PASO DEL NORTE DA PIE A LAS CELEBRACIONES POR EL NACIMIENTO DE CIUDAD JUÁREZ
Dic 08 2016

EL CRONISTA OFICIAL FILIBERTO TERRAZAS CONSIDERA QUE LOS ESPAÑOLES OCUPABAN ESTAS TIERRAS EL 8 DE DICIEMBRE DE 1659 Y NO EL 30 DE ABRIL DE 1598 QUE SIGUE SIENDO LA REFERENCIA PARA SU CELEBRACIÓN

Misión de Guadalupe y Plaza de Armas de Cd. Juárez, a principios de 1900s.
Misión de Guadalupe y Plaza de Armas de Cd. Juárez, a principios de 1900s.

La fecha de la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos de Paso del Norte da pie a las celebraciones por el nacimiento de Ciudad Juárez. Aunque hay quienes —como el mismo cronista oficial Filiberto Terrazas— consideren que los españoles ocupaban estas tierras desde decenios antes, el 8 de diciembre de 1659 y no el 30 de abril de 1598 sigue siendo la referencia para celebrarnos. La presea que año con año otorga el gobierno municipal lleva el nombre del evangelizador español Fray García de San Francisco y no el del conquistador criollo Juan de Oñate. Curiosamente ni uno ni otro fueron el primer colonizador de su tipo en probar suerte por estas latitudes.

Entonces ¿cuál fue nuestro inicio? ¿Con el explorador que tomó posesión oficial de la zona aproximadamente a la altura de la actual Zaragoza, a quien los jefes indios juraron lealtad a la corona española y se atribuye acuñar el antiguo nombre juarense de Paso del Norte? ¿O con el religioso que logró el asentamiento definitivo, integrando a los amansados indígenas con la promesa de vino y seguridad y fundando la misión para extender el dominio militar y de culto?

Si algo dejan muy claro aquellos primeros años es la contribución paulatina de numerosos actores tan sólo para el arranque de la nueva comunidad.

Sin embargo, su inicio es apenas uno de numerosos debates locales de una ciudad en constante reinvención. Ojalá todos estos temas fueran motivo de análisis, de pláticas de sobremesa, de asambleas públicas, de narraciones literarias, de propuestas por parte diversos sectores. Porque examinar la elemental idea sobre de dónde venimos y hacia dónde vamos nos otorga cohesión. La cohesión —la identidad colectiva, el sentido de comunidad, el arraigo— facilita el trabajo en equipo cuya falta salta a la vista con tan sólo circular por las accidentadas calles o banquetas fronterizas.

Las metas en común requieren la participación de múltiples colaboradores. Cierto, algunos poseen mayor influencia que otros, pero todos cuentan. Y todos generan impacto en su entorno, inmediato o con diversos niveles de alcance. Por eso en estos tiempos de democratizado acceso mediático automático global conviene tener presente la responsabilidad de formar parte de una sociedad con un número tan alto de desafíos como la nuestra.

Después de estudiar los aprendizajes de la historia de Ciudad Juárez, sobre todo la más reciente, creo que no se ha puesto suficiente énfasis en el cometido de la ciudadanía. El alto grado de indignación ante las expectativas rotas y la persistencia de funcionarios corruptos propician la desconfianza a priori, las denostaciones como pasatiempo, la victimización. Peor aun, dan pie a la apatía, al olvido de las responsabilidades civiles o a reproducir una cultura del abuso.

Adoptar una actitud basada en la impunidad y el revanchismo no es sólo una manera de aprovechar la ganancia del “rio revuelto”, constituye también un medio para empoderarse sicológicamente —algo así como el niño golpeado que se vuelve golpeador—. Pero, lejos de contribuir a solucionar el problema, lo empeora.

En una democracia la sociedad civil es un elemento de la ecuación. No puede limitarse a seguir el liderazgo del Gobierno, ni siquiera a exigir que éste cumpla sus obligaciones o a subsanar sus deficiencias. También tiene que hacer su parte. Y hacerla de manera resuelta sobre todo durante momentos de desafíos. Porque, citando mi obra “Las lecciones de Ciudad Juárez”, “la libertad, la paz, la armonía, el respeto, la legalidad se necesitan nutrir diariamente en cada espacio. Sólo así se pueden ejercer. Sólo así se cree en ellos, se mantienen, se transmiten y cobran fuerza”.

Todos los juarenses podemos ayudar a encauzar a nuestra comunidad. Si el examen de su historia arroja luz sobre la capacidad de recuperación de la oficialmente “heroica” y “resiliente” Ciudad Juárez, entender nuestro papel como ciudadanía implica asumir el futuro con optimismo y determinación. Porque el rumbo hacia donde vamos depende, también, de las acciones de cada uno de nosotros.

Fuente: http://diario.mx/ – Cecilia Ester Castañeda

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