POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Cuando era un adolescente, a punto de acabar el Bachillerato Superior, en Ulea había dos clases de ciudadanos: «los pobres» y «los mandamases».
Sí, los pobres agricultores que «trabajaban de sol a sol para poder malvivir» que por tal motivo, no se enteraban de nada de lo que se urdía en las altas esferas de la ciudadanía uleana y aquellos otros qué, encaramados a la cima del poder político y económico, ninguneaban a los menesterosos; tanto a nivel cultural como laboral; convirtiéndose ¡¡Vaya por Dios!!, en servidores, a cambio de un plato de comida, o un hato de ropa, o unas alpargatas con suelas de esparto, o unas sandalias de goma, etc.
En el ambiente flotaban las enormes diferencias entre unos y otros y, el pueblo, parecía estar partido por la mitad, separados por «el Arrabal» y «la punta del Pueblo» por un lado y «el centro del municipio».
Toda mi familia vivíamos en la frontera de esas dos mitades y yo, como el mayor de la saga de los Carrillo Espinosa «Los de Muebles», me preocupaba tal situación aunque me sentía impotente para poder entender tal situación.
Fue en el año 1953 cuando se convocaron dos plazas en el Ayuntamiento de Ulea: Una para Vigilante nocturno «Sereno» y otra para Barrendero Municipal. Para la Primera hicieron uso del oficio de la Junta Calificadora de Destinos Civiles de fecha 8 del mes de julio de 1953, con el número 4634 que decía así: La Plaza de Vigilante Nocturno queda a disposición de la Junta Local, la cual convocará en el Boletín Oficial del Estado dicha vacante, con el fin de que puedan opositar a la misma «personal de la Agrupación Temporal Militar». En cuanto a la plaza de Barrendero Municipal; según las normas de la Dirección General de Administración, deja a este Ayuntamiento la facultad de nombrar a la persona idónea. En relación a este nombramiento, la Corporación Municipal delega en la persona del Sr. Alcalde para contratar dichos servicios. Como es natural en la época, «se nombró a dedo». Sí, el dedo sancionador para unos y benefactor para otros.
En aquella década, había un médico que le gustaba la naturaleza y escribía sobre ella. No era de Ulea ni ejercía en el pueblo pero, el Ayuntamiento decidió nombrarle Cronista de Honor de Ulea, cuando naturales uleanos como José María Garro Valiente, su hermano Isaías Garro Valiente, Paco Tomás Valiente, su hermano Julián, Nicomedes Carrillo, Julián Abellán Valiente, Pepe Ríos Carrillo, Benito López Garro (Maceo), Antonio López (El López), Mariano Ruíz, Juanito el de la Piedad y algunos más; que eran verdaderos cronistas del pueblo y actuaban como grandes y sonoros «voceros» divulgando las esencias históricas de nuestro pueblo, eran ninguneados y olvidados por las Autoridades del Pueblo, cuando fueron «verdaderos sabios de la Historia de Ulea».
En aquella época, oscura para muchos uleanos, comenzaron a recibirse subvenciones para dotar de becas a los alumnos de las escuelas de Ulea que con escasez de recursos económicos y seleccionados por sus maestros, tuvieran las capacidades intelectivas para aspirar a acceder a Institutos y Universidades. Maestros como D. Bienvenido Campoy, D. Antonio Martínez, Doña Anita Caicedo y algunos más, elevaron sus peticiones a los gestores del Ayuntamiento pero, a pesar de que las subvenciones llegaban al pueblo, nadie nos enterábamos. Las cantidades recibidas para dotar de dichas becas a quienes despuntaran en sus estudios, y carecieran de medios económicos «eran repartidas entre quienes manejaban los entresijos de la Corporación Municipal. No había ningún rubor y, mientras apenas salían estudiantes, otros miraban para otro lado, el de sus bolsillos, y eran bendecidos por los Clérigos locales.
¡Qué época más siniestra, aunque para unos pocos, fuera una época feliz!