POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
En vísperas de la Feria agosteña de hace un siglo, las noticias que llegaban a Orihuela en referencia a la Guerra Europea eran alarmantes. Hacía poco más de un año que las naciones se habían enfrentado, y únicamente los grandes imperios eran los que habían alcanzado algunos de sus objetivos. Alemania se había apoderado de Bélgica y de varias provincias francesa. Su escuadra había alarmado a los aliados en el Báltico, sus submarinos en los mares del Norte y del Mediterráneo hacían estragos en las costas que bañaban los mismos, y desde el aire los zeppelin bombardeaban continuamente a las poblaciones enemigas. Por otro lado Austria, tras echar a los moscovitas había roto el frente por varios lugares, estando a las puertas de Varsovia que, a los pocos días quedó a su merced. Al mantenerse España neutral, después de decretarse esta posición por el presidente del Gobierno, Eduardo Dato; solo se produjo un enfrentamiento dialéctico entre los partidarios de ‘germanófilos’ y los aliados. Este panorama, aunque no afectaba directamente a los españoles, y por extensión a los oriolanos, es de reconocer que había creado inquietud en los mismos, tal como se transluce en la prensa local. Inquietud a la que había que añadir la ocasionada por la escasez económica en las arcas municipales.
A pesar de todo ello, Orihuela se preparaba para disfrutar de su Feria anual a mitad del mes de agosto, aunque habían voces que opinaban que, al año siguiente, sería más beneficioso celebrarla a primeros del mes de septiembre, para poder contar con más afluencia de oriolanos que ya habrían regresado del veraneo y que al acercarse a la feria de Murcia, se facilitaría el tráfico de ganado para mejorar las transacciones.
Pero, tal como estaba previsto el día 15, festividad de la Asunción, y como se efectuaba desde hacía muchos años, se inauguró la Feria de Agosto, en la que en esta ocasión se ofrecieron dos festejos taurinos por la empresa de mi abuelo Marcelino Galiano Alfaro, que no regateó esfuerzos para proporcionar a los aficionados al arte de Cuchares una corrida de novillos-toros en ese día y otra el domingo 22. Sin embargo, fue muy criticado por el precio de las entradas que debieron de estar por encima de lo acostumbrado. En el primer festejo, alternaron los diestros Ángel Herrero ‘Cantaritos’, Alfonso Murcia ‘Corchaitos II’, Carlos Olmedo ‘Olmedito’ y Juan Solís ‘Cantillano’, y se lidiaron ocho reses de Juan Yagües de Alcaraz, pequeñas y mansas. Destacó, sobre todo, un quite que Cantillano efectuó tras haber sido derribado el picador oriolano Isabelo Martín de Ambrosio.
Los toros, como era costumbre, llegaron tres días antes a los corrales de la Plaza, después de cruzar el Río Segura por la zona del Molino de la Ciudad, y desde allí a los Saladares de Cabecitos Verdes.
El segundo espectáculo taurino, tuvo por protagonistas al novillero de Jaén, Fabrilito y al oriolano Revertito que se enfrentaron a cuatro novillos-toros de Miguel Serrano, dos muy pequeños y los otros calificados como «bueyes de carreta». Había expectación por ver a nuestro paisano, que había dejado el mostrador de una tienda de tejidos para «partirse el pecho con los toros». Esa tarde intervino también El Sastre Chico que rejoneó y la bailarina Tangarita que pidió la llave a caballo. Ésta última estaba actuando en el Salón Novedades desde el día 19 y le era alabada su «gracia, soltura, agilidad y además sabe muy bien lo que baila». Sus actuaciones sucedieron al dúo Barón-Sánchez, los cuales se despidieron después de una sonora bronca entre ellos y los espectadores. Estas actuaciones alternaban con exhibición de películas, que motivaban quejas por parte de los asistentes ya que oscilaban y se mostraban enturbiadas, llegando a plantear ‘Ciudadanía’ si las deficiencias eran debidas al aparato o a la falta de pericia del operador.
La oferta de la Feria se veía incrementada por algunos establecimientos como el Café Colón en la Plaza de la Constitución (Plaza Nueva, actualmente), que deleitaba a sus clientes con sesiones cinematográficas todas las noches. En dicha plaza se instalaban varias casetas en las que se ofrecía bisutería, abanicos y juguetes, atracciones para niños, horchaterías, y en su centro un templete para la música, celebrándose verbenas todas las noches.
La Feria de ese año se completó con la de ganado que se instaló en la Alameda, formalizándose muchos negocios, sobre todo de tipo asnal, de cuya raza hubo muy buenos ejemplares. Así mismo, el día 17 por la tarde se efectuaron en la Plaza de Toros, bailes populares «al estilo del país» que acercaron a muchos residentes de la huerta hasta la ciudad.
Aunque no he localizado referencias a fuegos artificiales, es de suponer que se tiraría algún que otro cohete. Terminados los día de Feria, el domingo 29 el coso taurino oriolano volvió a abrir sus chiqueros para dejar salir a cinco becerros, de los que dieron cuenta otros tanto miembros del gremio de barberos que se anunciaban como Tarugo, Morita, Tiberio, Pepín y Triana de Callosa.
Recordando todas estas efemérides de hace cien años, sólo nos queda añadir que, en 2015, tampoco habrá Feria de Agosto en Orihuela, con la que disfrutar aquellas familias que no emigran a las playas, y que también continuaremos sin tener una Plaza de Toros en condiciones. Esto último, va por la memoria de mi abuelo paterno Marcelino Galiano, y por la del varilarguero Isabelo, abuelo materno de José Víctor Rodríguez.
Fuente: http://www.laverdad.es/