POR JOSÉ SALVADOR MURGUI, CRONISTA OFCIAL DE CASINOS (VALENCIA)
Hoy se celebra, después de la Navidad y cerrando este ciclo, la FIESTA del Bautismo de Jesús, (comparto la opinión de José Luis Martín Descalzo, en su libro «Vida y misterio de Jesús de Nazaret.»)
La vocación bautismal: La multitud ahora contenía el aliento. Todos ellos veneraban a Juan, pero también necesitaban saber claramente quién era, sin metáforas. La voz de Juan se alzó tremenda: “Yo soy la voz que clama en el desierto: enderezad el camino al Señor”.
«Los ciudadanos encontraban que era un buen ciudadano. Sus iguales un buen igual. Hasta el día en que comenzó su misión.
Hasta el día en que se reveló como ciudadano de otra clase, como el fundador, como el ciudadano de otra ciudad, esto es: de la ciudad celeste, de la eterna ciudad.
Las autoridades encontraban que él era un hombre de orden, un joven serio, un joven tranquilo, ordenado, fácil de gobernar, y que daba al César lo que era del César. Hasta el día en que comenzó su misión.
Hasta el día en que inició el desorden, el mayor desorden que ha habido en el mundo, es decir: el mayor orden que ha habido en el mundo, el único orden que ha habido jamás en el mundo. Hasta el día en que se ordenó y, desordenándose a sí mismo, trastornó el mundo.
Hasta el día en que se reveló como el único gobierno del mundo, el Señor y único dueño del mundo, el día en que demostró al mundo que él no tenía igual. Desde ese día el mundo comenzó a encontrarlo demasiado grande y empezó a hacerle cochinadas. Desde el día en que se empeñó en dar a Dios lo que es de Dios.
Sí, había sido, sin duda, querido por los suyos y la gente de Nazaret hasta que inició su «locura». Cuando más tarde comience a explicar la palabra de Dios en la sinagoga de su pueblo, se le escuchará inicialmente con interés y respeto. Sólo más tarde, al oírle, llegará el escándalo y la hostilidad. Pero hasta entonces le respetaban y querían.
Le juzgaban ciertamente extraño: ¡haber llegado a los 30 años sin casarse! Si tenía vocación de monje, ¿por qué no se iba al desierto?
Y, si no la tenía ¿por qué no formaba una familia como los demás? Gozaba, sin duda, fama de hombre religioso y a nadie le hubiera extrañado verle partir hacia alguno de los monasterios de célibes que bordeaban el mar Muerto en la desembocadura del Jordán.
Precisamente de aquella zona llegaban ahora noticias extrañas. Galilea era especialmente sensible en esta espera de un Mesías vencedor de los romanos y la presencia de Juan y de su predicación debió de correrse como un reguero de pólvora. Tal vez algún viajante llevó la noticia al lugar donde trabajaba Jesús o la comentó un sábado después de las oraciones en la sinagoga.»