CUENTA ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA PROVINCIAL DE GUADALAJARA, QUE FUE LA PRIMERA MUJER TITULAR DEL CARGO DE DUQUESA DEL INFANTADO
El detalle monumental del mes de marzo se dedicará a la figura de Ana de Mendoza y Enríquez (Medina de Rioseco, 1554 – Guadalajara, 1633 Duquesa [sexta] del Infantado), hija del V duque del Infantado, Don Íñigo López de Mendoza, y primera mujer que ostentó el título de duquesa del Infantado. Entre otras facetas de su vida, se abordará su papel como promotora de la creación de un panteón familiar subterráneo en la Iglesia de San Francisco. A lo largo de 2016 la actividad turístico cultural del detalle monumental del mes repasará la vida de diferentes personajes ilustres relacionados con Guadalajara.
Se darán a conocer también otros interesantes aspectos de su vida, de sus dos matrimonios, de su fervor religioso o de su amistad con el padre jesuita Hernando Pecha. Ana de Mendoza, VI duquesa del Infantado, impulsó un ritual funerario para los miembros de la familia Mendoza -simbología, iconografía, modo de enterramiento, etc.-, al que sus sucesores no siempre dieron continuidad.
De doña Ana de Mendoza y Enríquez cuenta Antonio Herrera Casado, cronista provincial que fue la primera mujer titular del cargo de duquesa del Infantado, uno de los títulos más importantes de la aristocracia española. Hija del quinto duque, don Iñigo López de Mendoza, y de doña Luisa Enríquez de Cabrera, se preparó su casamiento con su propio tío, don Rodrigo de Mendoza, hermano de su padre, y se verificó en 1582. Cinco años después enviudó, pasando a vivir una etapa de intensa religiosidad, llevando las ideas y normas postridentinas al máximo.
Se celebró la segunda boda de doña Ana en 1594 y se cuenta que, poco antes, y tratando de evitar este nuevo matrimonio, doña Ana se cortó el pelo como una monja, diciéndole su padre que «la falta de cabello se curaba con el tiempo». Llegó a enviudar por segunda vez, en 1624, siendo ya duquesa.
Accedió al título de duquesa a la muerte de su padre, ocurrida en 1601. Desde ese momento, la casa del Infantado se vio inmersa en un pleito (que duró tres décadas) con sus parientes los marqueses de Valmediano, en la persona de su primo don Diego Hurtado de Mendoza, señor de Fresno de Torote.
En 1630, viéndose mayor y enferma, decidió volver a vivir en Guadalajara. De esos años es la amistad con el padre jesuita Hernando Pecha, siendo de su iniciativa, entre otras cosas, la creación de una cripta mortuoria para la familia Mendoza bajo el presbiterio de la iglesia del convento de San Francisco, o la fundación de un convento de monjas carmelitas descalzas en unas casas que compró en la calle de Barrionuevo, y que se fundó con el nombre de San José, todavía hoy existente.
Fuente: http://www.guadaque.com/