UNA CUENTA MINUCIOSA DE SUS BIENES HAN ESTABLECIDO EN ESTE VOLUMEN DE 360 PÁGINAS LOS INVESTIGADORES FRANCISCO CILLÁN, JULIO ESTEBAN ORTEGA, JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO Y ÓSCAR DE SAN MACARIO SÁNCHEZ
Francisco Pizarro y los suyos (cuatro hermanos y otros familiares pasarían con él a América) consiguieron amasar en Perú una inmensa fortuna, oportunamente invertida en la Península (Trujillo y su alfoz, sobre todo), acrecentada por razones matrimoniales.
Cuenta minuciosa de sus bienes han establecido en este volumen de 360 páginas los investigadores Francisco Cillán, Julio Esteban Ortega, José Antonio Ramos Rubio y Óscar de San Macario Sánchez, cada uno de los cuales cuenta con numerosas publicaciones, tanto individuales como colectivas. Lleva prólogo de Hernando Orellana-Pizarro González, presidente del Patronato de la Fundación Obra Pía de los Pizarro y está dedicado a un amigo común, ya fallecido, Manuel Vaz-Romero Nieto.
Los autores no se limitan a dar cuenta de tan rico patrimonio atendiendo especialmente a la “recopilación de los inmuebles monumentales vinculados a la familia, algunas verdaderas joyas arquitectónicas, con amplias referencias a su historia, cronología, arquitectos y canteros, y con un abundante y detallado material gráfico, testimonio, más importante si cabe, para aquellos en peligro de perderse definitivamente”, según destaca el prologuista.
La obra constituye también una revisión de las leyendas y tópicos, por supuesto negativos, cuando no errores de bulto, que la leyenda negra propala sobre la figura principal, Francisco Pizarro. Hasta dónde pueden erigirse los enemigos del conquistador del Tawantinsuyu (el enorme imperio de Atahualpa, tan cruel como el que más) lo expresan los versos de Neruda en el Cántico general:
Diez mil peruanos caen
bajo cruces y espadas, la sangre
moja las vestiduras de Atahualpa.
Pizarro, el cerdo cruel de Extremadura
hace amarrar los delicados brazos
del Inca. La noche ha descendido
sobre el Perú como una brasa negra…
Mucho más respetuoso con el gran guerrero se mostraría el norteamericano Charles Cay Ramsey (1879-1922), a quien se debe la gigantesca estatua que, donada por su viuda María Harriman, preside desde 1929 la bellísima plaza de Trujillo. Tanto de ésta, como de la broncínea figura allí asentada, se incluyen sendos estudios.
En algunas páginas se echa de menos una labor de lima, que elimine incorrecciones sintácticas; datos erróneos (v.c. “el andaluz Hernando de Soto”, pág. 80) y conceptos repetidos (algunos con párrafos idénticos, v.c. páginas 124-25). Por no decir ese “se representaba a Francisco Pizarro no ha caballo…” (pág. 268).
El apéndice documental permite conocer textos tan sugerentes como el testamento de Pizarro (diferentes versiones); la larga epístola de su hermano Hernando a Carlos V (1535) o las impagables escrituras (1537) para la erección en Trujillo de una iglesia y una capellanía (Hospital de la Concepción) en Trujillo.
Cillán Cillán, Francisco y otros, Los Pizarro conquistadores y su hacienda. Trujillo, Palacio de los Barrantes-Cervantes, 2016.
Fuente: http://blogs.hoy.es/ Manuel Pecellín