«LA FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LA VEGA ES ÚNICA EN ESPAÑA»
Feb 25 2017

EL CRONISTA OFICIAL DE PILOÑA (ASTURIAS) Y CATEDRÁTICO DE HISTORIA REPASA LA TRAYECTORIA DE LA ORDEN BENEDICTINA EN UNA CONFERENCIA EN EL SEMINARIO JURÍDICO GERADO TURIEL

Por la izquierda, Ignacio Arias, Andrés Martínez Vega y Ramón Fernández-Mijares. / ÁLEX PIÑA
Por la izquierda, Ignacio Arias, Andrés Martínez Vega y Ramón Fernández-Mijares. / ÁLEX PIÑA

«La fundación del monasterio de Santa María de La Vega es única en España». El cronista oficial de Piloña, catedrático de Historia del Instituto de Infiesto y subdirector del Real Instituto de Estudios Asturianos, Andrés Martínez Vega, comenzó ayer con contundencia su conferencia en el seminario Gerardo Turiel, que organiza el despacho de abogados Mijares y con el que colabora EL COMERCIO.

Normalmente las fundaciones las realizan los nobles o los reyes a mayor gloria suya, explicó el profesor, pero en el siglo XII doña Gontrodo Petri, una «noble rural que fue amante del rey Alfonso VII, la madre de doña Urraca, que sería reina de Asturias», mandó construir el monasterio para vivir en él como prioresa. Además, «había una comunidad masculina con un prior francés», porque dependían de la gala Orden de Fontevrault, con sede en Anjou.

Dicho convento, que se encontraba fuera de los muros de la ciudad y tenía propiedades en cuarenta concejos, realizó importantes contribuciones urbanísticas, poblacionales y culturales (los escritos en bable de Teresa Cónsul y la música) a Oviedo. «Sin embargo, nadie se acuerda de él», lamentó. Hoy solo se conserva de él la portada y un claustro.

Tras una salida de la Edad Media en pujanza económica, Martínez refirió cómo las guerras decimonónicas hicieron entrar y salir a las monjas del convento hasta el famoso episodio del verano de 1854, cuando el alcalde las obligó a refugiarse en el convento de las también benedictinas hermanas de San Pelayo con el falso pretexto de construir un hospital de coléricos. La historia de la orden concluye en 1891, cuando poco antes de morir, la última monja de La Vega, Manuela Mier, se unió canónicamente a Las Pelayas, a las que hoy «les queda toda la herencia», como la reliquia de San Blas.

«Me niego a hablar de fábrica de armas, para mí es una ocupación muy esporádica a la fuerza que no dice nada del terreno», remachó Martínez. Censuró que el Ministerio de la Guerra desmontase en 1926 la iglesia y la torre del monasterio, «la más importante de Asturias, nada que ver con la Catedral».

Un detalle curioso es que durante los trabajos de derribo apareció un gato emparedado. «A partir del siglo XII en toda Europa van a ser víctimas de la Inquisición, que los condena por la relación con las brujas. Era tradición tenerlo sometido en los cimientos para alejar a los demonios», explicó el profesor. Algo que siguió en los fuegos de San Juan.

El público recibió las palabras del profesor con entusiasmo. El letrado jubilado de la Junta General Ignacio Arias dijo que la expulsión de las monjas le recordó que, cuando se constituyó la comunidad autónoma, se expulsó de Oviedo a las salesianas de El Cristo y a los salesianos. El anfitrión, Ramón Fernández-Mijares, destacó que «la mitad del urbanismo de Oviedo» está condicionada por los terrenos de la Vega.

Fuente: http://www.elcomercio.es/ – Daniel Lumbreras

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