POR JOSÉ JULIO ORTIZ Y CHISVERT, CRONISTA OFICIAL DE COBEÑA (MADRID)
Ayer viernes, tal y como tenía programado, marché al madrileño pueblo de Colmenar de Oreja. Era algo que quería hacer desde antes de este confinamiento que nos ha tenido encerrados cerca de tres meses y es que, en Colmenar de Oreja se esconde la grandeza de la obra del más insigne pintor postimpresionista e iluminista español.
No, no es Sorolla, su nombre es Ulpiano Fernández Checa y Saiz, más conocido como Ulpiano Checa.
Acompañado de don Ángel Benito García, director del museo homónimo del pintor, «Museo Ulpiano Checa», recorrí las maravillosas salas en las que se encuentran expuestas las obras del artista. Mi cicerone, (no podía haber sido otro mejor), me explicó desde el profundo conocimiento de la vida y obra de don Ulpiano, cuadro por cuadro, denotando la pasión que don Ángel siente por la obra, las características de cada pintura, de su significado, incluso de la historia que hay en alguno de esos cuadros.
Sería fácil para mí disertar en este artículo sobre lo que pude ver allí, pero solo haré un pequeño esbozo para abrir el apetito a propios y extraños y así incitarles a que lo visiten.
El museo, de carácter municipal está al auspicio del ayuntamiento colmenarete y lo dirige Ángel como presidente que es también de la Asociación de Amigos del Museo Ulpiano Checa y de la Historia de Colmenar de Oreja.
Ulpiano Checa nació el 3 de abril de 1860 en Colmenar de Oreja, en la calle que en la actualidad lleva su nombre. Con tan solo 13 años fue descubierto por José Ballester, quien le llevó a Madrid y pagó todos sus estudios, siendo su protector y mecenas. Estudió en la Escuela de Bellas Artes y Oficios, y en 1875, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que estuvo hasta 1880.
Ulpiano Checa no solo fue un gran y prolífico pintor, también fue escultor, ilustrador, fotógrafo y cartelista. Desarrollo su profesión en Madrid, en París, en Nueva York y en Buenos Aires.
Sus cuadros están cargados de luz y expresión habiéndome enamorado cómo trata la escenografía hípica, el dominio de la morfología del caballo así la forma de como trasmite el estado anímico del animal.
Yo quedé sorprendido, pues, a pesar de que Sorolla nos embauca con su luz, Checa le añade a la luminosidad el pálpito del movimiento y la trasmisión de sentimientos, cosa que no refuerza tanto la pintura del valenciano.
Es como si estuvieses viendo fotogramas de una película en la que el movimiento está intrínseco en la propia pintura, en la obra, en las imágenes.
No voy a dar más la «matraca» y dejo abierto el artículo para que seáis vosotros, los que pronto, hagáis una visita a este GRAN DESCONOCIDO MUSEO, y disfrutéis de la obra del mejor pintor en su estilo, al que el propio Sorolla temía en su época, ya que ambos fueron contemporáneos y me consta que el valenciano se eclipsaba ante Ulpiano.
En las fotografías estoy con Ángel de Benito García, director del museo, posando junto al retrato que Ulpiano Checa hizo a su mecenas don José Ballester. Además aparecen algunas obras pictóricas y escultóricas y una fotografía del artista.
Desde la Institución de Estudios Históricos de Cobeña, https://iehco.eu/ , en cuanto pasemos a la fase dos, programaremos una visita a este museo que intentaré gestionar con don Ángel para que él vuelva a ser nuestro «guía particular».