LA HISTORIA DE LOS POZOS DE NIEVE: EL HIELO COMO PATRIMONIO
Abr 04 2025

POR JESÚS MARÍA SANCHIDRIÁN GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE ÁVILA

El Museo de Ávila ha acogido la presentación del libro ‘Los pozos de nieve. Patrimonio del frío’, del que es su autor el investigador, maestro y profesor de filología moderna Dámaso Barranco Moreno (Villanueva del Campillo, 1943).

Durante el acto se proyectó el documental de Eugenio Monesma dedicado a ‘Los empozadores y las neveras naturales de hielo. Conservación ancestral de la nieve para el verano’, en el cual puede admirarse la técnica ancestral de la fabricación de hielo, lo que resultó tremendamente ilustrativo para conocer su proceso de elaboración.

Precisamente, del aprovechamiento de la nieve para conservar y transportar alimentos, refrigerar bebidas y elaborar helados, así como para su utilización como agente terapéutico, es de lo que se ocupa Dámaso Barranco Moreno en este trabajo, para lo cual hace un ameno recorrido por la historia desde la más remota antigüedad hasta hoy.

En dicho viaje histórico, observamos con especial atención la magnífica idea de construir espacios llamados pozos de nieve, lugares donde se podían conservar congeladas esas palomitas que caían del cielo en los duros inviernos. Y ello, con el fin de facilitar y popularizar el uso de tan original producto -antes reservado únicamente para los más ricos y pudientes- lo que se materializó y funcionó con éxito entre los siglos XVI y XIX por todo el mundo civilizado y, por consiguiente, tanto en Ávila capital como en todo su territorio provincial.

Producto barato

A partir de mediados del siglo XVI, la nieve y el hielo dejaron de ser un artículo de lujo de nobles y clérigos, para convertirse en un producto barato de uso popular y cotidiano, al mismo tiempo que su comercialización hizo surgir una interesante actividad económica en la que se mezclan los oficios más tradicionales con novedosas técnicas cuasi industriales.

El clima frío de la capital abulense propició la construcción de pozos subterráneos que funcionaban como neveros o pozos de distribución de nieve y de hielo, de los que hay testimonios documentados de su existencia en El Episcopio y en el monasterio de Santo Tomás. También se conservan interesantes vestigios del pozo de nieve construido en el lienzo norte de la muralla, adosado al cubo número 38, precisamente, en la zona de más altitud (1.100 metros) y más sombría del recinto, cuyos restos fueron recuperados y rehabilitados en 2014 para facilitar su visita.

En la provincia de Ávila se conservan buenos ejemplos de pozos de nieve en Candeleda, Casillas, Cuevas del Valle, Navalperal de Tormes, Mombeltrán, Piedralaves, San Esteban del Valle, Villarejo del Valle y Villanueva del Campillo, así como en el término municipal de El Tiemblo (Valle de Iruelas), siendo éste, por haber sido rehabilitado, el mejor conservado.

Llegan las máquinas

La actividad tradicional que gira en torno a los pozos de nieve dejó de ser rentable con la aparición de las primeras máquinas de refrigeración y las fábricas industriales de hielo, por lo que dichas construcciones fueron abandonadas.

En su introducción, el director del museo habló de la relación que guarda el frío con el centro museístico, y señaló que “en un museo histórico es difícil exponer el frío, aunque está presente en él desde la primera vitrina”. “Las herramientas líticas del Paleolítico nos sumergen de lleno en un mundo cubierto por el hielo, donde nuestros antepasados fueron capaces de sobrevivir y progresar en un entorno helado. Pero el hielo debemos imaginárnoslo, porque se nos derrite”, ha indicado.

“En las siguientes vitrinas -ha añadido- ya no hace tanto frío y la humanidad ha descubierto la agricultura y la ganadería, pero el hielo, ahora que ha desaparecido del entorno, debe buscarse precisamente para conservar los alimentos. También hay que imaginárselo en las vitrinas, ya que sin él esas cerámicas, puntas de flecha, collares, fusayolas, etc., no podrían haberse fabricado ni usado por quienes lo necesitaron para conservar los alimentos y las bebidas que les permitieron vivir. Pero se sigue derritiendo… Y así, pasarán las vitrinas y las salas, y con ellas el tiempo, hasta llegar a hoy -o ayer, mejor dicho-, y aunque no podamos verlo en ellas, el hielo siempre está y nos acompaña”.

Siempre se derrite

“Pero se derrite, siempre se derrite…”, ha relatado, “por ello, desde que desapareció del entorno glaciar, hemos necesitado retenerlo y conservarlo, porque, al igual que nuestros antepasados desde el Neolítico, ha sido -hasta ayer- fundamental para nuestra supervivencia. Lo sigue siendo hoy, claro, pero ahora lo podemos fabricar, incluso para divertirnos y poder patinar o esquiar en estos tiempos en que ya no existe ni siquiera donde debería estar, en lo alto de las cumbres, disfrazado de nieve”.

De todo esto nos habla mucho y bien Dámaso Barranco en este libro, de esa lucha permanente por el mantenimiento del hielo encerrando la nieve, de cómo hemos necesitado construir estructuras para enterrar lo que cae del cielo, y de cómo -de paso- lo hemos convertido también en un recurso económico que se compra y se vende.

Naturalmente, hay una mirada directa a Ávila, y es el recorrido (material, archivístico y gráfico) por los pozos de la nieve y otras construcciones asociadas de nuestra provincia uno de los grandes aciertos de este trabajo.
Porque el frío, ahora, ya no es hostil -como cuando cazábamos y recolectábamos- ni aliado -como cuando fuimos capaces de producir alimentos-. Hoy es patrimonio cultural, testigo de nuestra historia y supervivencia, y debemos, en consecuencia, velar por su memoria. Sirva este libro a la difícil exposición del frío en el museo, según se cuenta a lo largo de 142 páginas ilustradas en la obra editada por la Asociación de Amigos del Museo de Ávila, fiel a sus fines fundaciones, apostando por el acervo cultural abulense y en defensa de nuestro patrimonio. El libro se puede adquirir en el Museo de Ávila al precio de 15 euros.

FUENTE: https://avilared.com/art/83126/asi-se-conservaba-la-nieve-en-avila-hace-siglos-un-libro-rescata-el-asombroso-patrimonio-helado-de-la-provincia

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