POR BIZÉN D’O RÍO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL HOYA DE HUESCA
Para hablar de la alpargata deberemos remontarnos casi al origen de la humanidad, existiendo algunos historiadores que aseguran que posiblemente su origen se encuentre entre los egipcios, porque dentro de su amplia variedad de sandalias, tenían ya unas elaboradas con fibras vegetales, situándolos como los precursores de este calzado, y todo ello está basado en la existencia de sandalias de fibras que están fechadas con una antigüedad de 7.000 años.
No obstante, sabemos que en un principio, el calzado era tan sencillo como apenas una suela atada al pie o al tobillo, un calzado producido manualmente por el hombre y que todas las civilizaciones han dado su propia versión, así, egipcios, asirios, persas y fenicios usaban sandalias con suelas de hoja vegetal sostenidas por tiras.
En un texto que se conserva referido al dios Filipino existe una clara referencia a que cada pie tiene que tener su forma y quizá fueran los Hititas los primeros elaborando calzado con pie derecho y pie izquierdo. En España la alpargata mas antigua que se conserva está recogida en el Museo Arqueológico de Granada, siendo encontrada estas sandalias de esparto, en la Cueva de los Murciélagos de Albuñol, datándose entre los años 3.500 y 2.700 a. de C.
La alpargata es un calzado ligero hecho con cuerda trenzada y lona originario de España donde ya en el siglo XIII era calzada por las huestes del rey de Aragón, y cuyo nombre “Alpargata” viene de la palabra “esparto”, una clase de yute utilizado originariamente para fabricar las suelas. Así mismo, abundan documentos sobre las alpargatas que datan del siglo XIV, entre ellos, uno de la Corona de Aragón del año 1322 en el que se describen las “espardenyas” o “alpargatas”, calzado que unos siglos después los
misioneros españoles llevaron a América, donde poco a poco llegaría a ser usado por los trabajadores rurales. Será a partir del siglo XVII cuando la fabricación de alpargatas comenzó con mas fuerza, llegando a ser parte del traje tradicional de gran parte de España, especialmente de los territorios de la antigua Corona Aragonesa, Aragón, Cataluña, Baleares y Comunidad Valenciana, además de su influencia en Murcia, Almería, Granada, sumándose Navarra, País Vasco y Occitania, al mismo tiempo de servir a los soldados, pues la infantería española, mediante un Real Decreto de Carlos II sobre los Tercios Provinciales, fechado el 15 de mayo de 1694, ordenaba: “ Y habiendo resuelto Su Majestad que además de los zapatos que se den a los soldados de estos Tercios con el vestuario, se compre por los corregidores un par de alpargatas para cada uno de los soldados, debiendo tener cuidado los maestres de campo de su cumplimiento”.
Posteriormente, ya en el siglo XVIII la fabricación de la alpargata alcanzaba un uso más generalizado y pasó a quedarse como un calzado de referencia, pues contra la innegable apariencia de pobreza que significaba ver a alguien sin zapatos, se lograba vestir el pie a bajo costo y para ello, se buscó como materia prima el esparto, muy abundante en nuestro territorio por el clima mediterráneo y en todas las regiones del sur de Francia, norte de Aragón, de Cataluña y País Vasco, comenzaron a fabricarlas al mismo tiempo; por otra parte, del país vecino sabemos por un informe de la Chambre de Comerce de París, que se ocupaban en 1918 a pesar de la movilización militar, unos 1.000 obreros, principalmente en Olorón, Louviés, Juzón, Coarrace, Navarrens y Puyoo, en total en el departamento de Bajos Pirineos unas 26 fábricas de alpargatas que
ocupaban antes de la guerra 3.000 obreros, además de pequeños talleres artesanales de 500 alpargateros, pero en 1918 apenas llegaban a fabricar la demanda, perdiendo las proposiciones de compra hechas a Francia por la India y Flipinas que fueron ganadas por España, subsistiendo esta industria gracias a la mano de obra española, a nuestra mujeres, conocidas como “Golondrinas”, que a pie por Larrau, Belagua y Somport, llegaban a Francia para hacer jornadas de 14 y 16 horas de trabajo, obreras que trabajaban la pieza a 3,50 francos y cada obrero de 6 a 6,50 francos, en resumen, los salarios se habían elevado de un 25 a 50 por ciento y los precios subido de 100 por 100.
Situación ésta que muy pronto se reflejó en España, máxime, cuando en el “Boletín Oficial de la Zona de Influencia de Marruecos” se daban los precios que Francia ofertaba de 10 a 20 francos la docena, y paralelamente, la “Cámara de Comercio de España, informaba de las exportaciones a Filipinas del segundo semestre de 1917 que habían pasado de 78.970 a 109,117 pares, o la exportación a Méjico de 11.763 kilos de alpargatas. En contrapartida, sabemos que un artesano alpargatero tenía que comprar el banco de trabajo que le costaba 250 pesetas y llegaba a realizar dos docenas de suelas de alpargatas diarias que luego tenía que montar y cuyo precio sería de 2,40 las de hombre, 1,90 las de mujer y 1,40 de niños en el año de 1918.
Ya a fines de abril, en las páginas de “El País” con el título “Hay que comer y hay que vestir” se hablaba de la carestía de la ropa y como llegaba incluso a la “alpargata”, y esto, ocurría en un país que comenzaba a expresar su descontento y sus pretensiones por medio de la huelga, quizá por ello, fue como un pistoletazo para comenzar una carrera: En Novelda (Alicante) 100 obreros parados constructores de suelas de alpargata que pedían aumento de sueldo, lo mismo ocurría en Crevillente, y en Castellón, donde eran 6.000 los obreros afectados, lo mismo en Murcia con 400 que habían iniciado la huelga, en Tarragona se pedía un aumento de 25 céntimos el par, en Montblach todo el gremio estaba en huelga y el Sindicato de Alpargateros de Cataluña declaraba el “boycott” a once talleres que no secundaban la huelga.
En medio de esta vorágine que era reflejada en toda la prensa española, saltaba la noticia: “Huelga de Obreros Alpargateros de Huesca”, la cual era declaraba el día 18 de julio de 1918 y resuelto el conflicto laboral el día 3 de agosto, en virtud de unas bases acordadas, ante el Sr. Gobernador por los representantes de los Patronos y la Comisión de Obreros del Ramo de Confección de Alpargatas, siendo las bases que pusieron fin al conflicto y el texto como sigue; Base 1ª. Aumento del 10 por 100 sobre el jornal que en la semana obtenga cada obrero u obrera. Base 2ª. Reconocimiento de la existencia de la Sociedad de Obreros Alpargateros de Huesca. Base 3ª.
Los patronos no podrán despedir a ningún obrero sin avisarle con siete días de anticipación, y por causa que, desde luego, reconozcan éstos ser justificada, por entender que dichos patronos seguirán como hasta ese momento, en relaciones de cordialidad con sus obreros, quedando desde ese momento borrado todo motivo de agravio que haya podido existir entre ambas partes. En virtud de ello, no habrá represalias y los señores patronos admitirán al trabajo a todos sus obreros.
Tomando el ejemplo de los alpargateros oscenses, en Murcia, en Castellón y en la Vall de d’Uxó, se celebraron reuniones de los gobernadores y Ayuntamientos al objeto de solucionar sus respectivos conflictos alpargateros.
Fuente: el propio autor