LA IGLESIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y LA EXHUMACIÓN DE RESTOS
Abr 17 2020

POR JOSÉ LUIS LINDO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO Y VILLA DE ARANJUEZ (MADRID)

Queridos Vecinos y amigos de la Villa de Ontígola.

Este año tenéis en vuestro libro de Fiestas unas líneas sobre la intrahistoria que atesora esta Villa toledana de Ontígola. En el año 2007 la Alcaldía presidida por José Gómez, se me concedió el honor de ofrecer el Pregón de las Fiestas. Hoy vuelvo a estar con vosotros a través de un episodio histórico, y que mejor motivo que abordar el importante hecho que concierne a las obras de la iglesia de la Concepción, y la exhumación de restos que existen desde siglos pasados en el propio inmueble religioso.

Ya refería en mi Pregón, que la primera vez que se cita a Ontígola, se recoge el día 3 de noviembre de 1139, en Los Orígenes de la Orden Militar de Santiago, cuando el Rey Alfonso VII delimita los términos de Oreja y concede el Fuero a sus habitantes, dentro de este mandato se recoge a Ontígola con el nombre de Fonticulam. Este dato nos va a ofrecer una idea de la antigüedad de esta Villa en comparación con el Real Sitio de Aranjuez, lugar de Reyes; y, a la vez, a Fonticulam se la enmarca en un significado puramente histórico en el territorio conocido como la Mesa de Ocaña perteneciente a la Mesa Maestral de Santiago de la Encomienda de Alpajés.

Para entender la autoridad eclesial, y los enterramientos que se llevaron a efecto desde muchos siglos atrás, hasta el siglo XIX en el interior de la iglesia, recurrimos a la obra de Juan Antonio Álvarez de Quindós titulada Descripción Histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez publicada en 1804, quien dice que «al Curato de Hontígola pertenece lo de Alpaxés y de Aranjuez por derecho adquirido de muy antiguo, y no por ser terrazgos de la Orden de Santiago».

El cura titular de la iglesia ontigoleña era por aquel entonces Fulgencio de Mora, quien defendió su autoridad con el respaldo y orden del Cardenal Arzobispo de Toledo, ante los Capellanes que se asentaron en Aranjuez, pues estos reclamaban para sí las actividades religiosas en el Real Sitio de Aranjuez. En la época de Felipe II, la iglesia primitiva de Ontígola fue la de San Cristóbal, que era matriz de la de Aranjuez y Alpajés, y estaba situada en un cerro con el mismo nombre. En 1537 se levantó otra iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Inmaculada de la Concepción, que es la actual. Ya en tiempos de Fernando VI, se acometió por 1749 una profunda reparación en dicha iglesia en la que el rey contribuyó con dieciséis mil setecientos doce reales; pero también contó con la contribución monetaria de los vecinos con el fin de ampliar su planta para dar mayor capacidad, a lo que el rey accedió.

Con relación a lo eclesiástico y los enterramientos de cadáveres que acontecían en Aranjuez, y que debían llevarse a cabo en la Villa de Ontígola, al no tener cementerio el Real Sitio de Aranjuez en el siglo XVIII hasta la década de los años cuarenta del siglo XIX, Quindós, refiere que al ser la autoridad eclesial la de Ontígola, debían llevarse a cabo en la Villa toledana. Ante la estrechez que existía en el cementerio de esta Villa, en 1765 se dispuso por el rey hacer una bóveda en la iglesia con el fin de enterrar los cadáveres que se subían desde Aranjuez, pues en el existente ya no había bastantes sepulturas. La llegada de los Reyes a Aranjuez en época de las Jornadas Reales, traía consigo la afluencia de muchos visitantes y gentes, y los cadáveres de algunas de estas personas eran sepultadas en Ontígola. Según Quindós, «como todos esos cuerpos muertos se llevaban a enterrar a Hontígola, llego á experimentarse que los efluvios de la putrefacción se hacían sentir en aquel pueblo, que antes era saludable».

Ante esta situación, y para evitar mayor número de enterramientos en la iglesia, Carlos III dispuso con fecha 31 de agosto de 1775 «que se construyese en sitio baldío, no muy distante de la Villa, un campo santo con cerca alta de mampostería, y una capilla con un cuadro de Animas, y su campana para llamar al pueblo, mandando se enterrasen en él los pobres que no dejasen con que pagar sepultura, y que quedase sin uso el cementerio que estaba cerca de la iglesia». Ese mismo año, según consta en varios expedientes del Archivo General de Palacio en Madrid, se recogen las cuentas relativas a la obra de construcción del Campo Santo extramuros de la Villa de Ontígola. Finalmente, el cementerio, que quedó formado de manera octogonal, comenzó a funcionar por disposición eclesial el día 15 de junio de 1776. Este mismo año se cerraban las cuentas de su coste.

En el siglo XIX, otro historiador ribereño, Cándido López y Malta en su obra Historia Descriptiva del Real Sitio de Aranjuez, refiere que ante la carencia que tenía Aranjuez de cementerio hasta 1842, se tenían que llevar los cadáveres a Ontígola. Malta, no se explica este episodio pues resultaba insuficiente el hecho de que Aranjuez perteneciese a la feligresía de Ontígola. Si tenemos en cuenta que Aranjuez no posee Ayuntamiento hasta el 9 de septiembre de 1836, en que se constituye, se puede apuntar la tesis del posible perjuicio sanitario a los cortesanos, como resalta este autor. Aranjuez, contaba con escasos recursos monetarios y sin propiedades territoriales, pues la Corona era propietaria en gran medida de las tierras, por lo que tuvo su primer Cementerio Municipal en 1843.

«Tal vez fuese por evitar un contagio a los cortesanos, pues lo indica el que por una costumbre antigua, no se permite depositar ningún cadáver en las iglesias y mucho menos enterrarle, no ahora que esta medida es general en España, si no en ningún tiempo han merecido esta distinción más que contados personajes de la alta servidumbre».

La consulta de los libros de registro de fallecimiento de la población, gracias a la gentileza del Juez de Paz de la Villa de Ontígola Antonio Tizón, permite observar la Diligencia de apertura de fallecimientos que se lleva a efecto el día 2 de enero de 1871 en la Villa de Ocaña, por Alejo Rojas y Sanz como Juez de Primera Instancia del Partido Judicial, a petición del entonces Juez Municipal de Ontígola Juan José de Ugarte y el Secretario Municipal Antonio Muñoz. A modo de ejemplo ofrecemos la de un adulto y un niño.

La primera de las inscripciones en el libro de defunciones corresponde al 2 de enero de 1871, se refiere al fallecimiento sucedido el día anterior de la vecina Ricarda Quintelo de setenta y ocho años, que aunque era natural de Villatobas y viuda de Apolinar del Nuevo, se encontraba residiendo en la casa de su hijo Esteban del Nuevo Quintelo domiciliado en el camino de Aranjuez, en la cueva número tres. La fallecida tenía cuatro hijos: Melitón, Felipe, Esteban e Isidra. La causa del óbito era la de un “marasmo senil”. Actuaba como Juez Municipal Melitón García de la Rosa, y como Secretario Antonio Muñoz.

La segunda corresponde al día 28 de marzo de ese año. Se trata del deceso ocurrido, el día anterior de la niña Flora Fernández Maqueda, de cuatro meses de edad, que había fallecido de una bronquitis. Su padre Melitón Fernández, que estaba domiciliado en el Camino de Aranjuez, cueva número 18, dio cuenta de ello al Juez Municipal Melitón García.

Un plano del Instituto Geográfico Nacional, fechado el día 25 de junio de 1882, nos permite conocer como se distribuía la Iglesia y Ayuntamiento, pues ambos edificios son contemporáneos y están unidos, además de la distribución del cementerio.

La iglesia, cuya veleta tenía proyección horizontal, contaba con las siguientes dependencias: «Nave de la iglesia. Sacristía. Capilla. Cuarto de amplias dimensiones. Subida al Coro. Altares. Pasadizo. Bajada al sótano. Pilastras. Verjas. Atrio. Bautisterio. Púlpito».

Tras muchos años de estar sujeto el cementerio ontigoleño a la jurisdicción de la Corona, como una más de sus propiedades, el Ayuntamiento de la Villa solicitaba en 1861 el cambio de titularidad del campo santo como Bien Municipal.

Respecto a la visita que efectué a la iglesia y campanario el día 25 de septiembre de 2013 observé en el sótano una serie de oquedades en forma hexagonal tapadas con cemento correspondientes a los últimos enterramientos que se produjeron, buena prueba de ello son las inscripciones pintadas con lápiz rojo, en algunas se detallan las fechas de enterramiento, 1810,1812 o 1819, e incluso se leen los nombres de los difuntos, como por ejemplo: Lucía, Año 1812. Lucas, Año 1813, Lázaro, Año 1819. En otro caso, la caja estaba a ras del piso, y se comprobaban a través del plástico que cubría el féretro, ya podrido por la humedad, los restos mortales.

El Cementerio, relativamente distante de la población, además del campo santo, tenía los siguientes departamentos y elementos: «Capilla. Poyo de piedra para colocar los ataúdes. Altar. Entrada al Panteón. Panteón. Osario. Peana de una cruz de piedra».

Respecto a la distribución del Ayuntamiento, en el plano de 1882, se observa de la siguiente forma: «Portal. Sala de Sesiones. Pieza sin uso. Cárcel. Torre. Cocina. Pasadizo. Sala. Alcoba. Pajar. Cuadra. Escalera. Corral». Ambos edificios, iglesia y consistorio, quedaban unidos por el pasadizo entre sí.

Ante la deplorable situación que presentaba la iglesia, el entonces Alcalde socialista de Ontígola Juan Jesús Vizcaíno, el día 18 de marzo de 2005 firma un Decreto de «cese inmediato de la actividad ejercida en la iglesia además de la eliminación de todos aquellos elementos que por su inestabilidad puedan ocasionar daño para las personas o bienes tanto particulares como públicos». Por consiguiente se determinó su cierre todo esto a escasos días de la celebración de los actos de Semana Santa. Según el informe del técnico Municipal dicho cese tenía «por objeto garantizar la seguridad de la edificación y de los transeúntes a su paso por las calles adyacentes a la misma». El entonces párroco de Ontígola Jon García Escobar, ante la celebración inminente de los actos litúrgicos y Semana Santa, tuvo que apresurarse a conseguir un local para poder seguir ofreciendo misa, teniendo que trasladar imágenes, bancos y demás contenido de la antigua Iglesia. Los fieles y vecinos de la localidad, se afanaron en un tiempo mínimo para habilitar y hacer el traslado al local situado en la rotonda de la Plaza de la Libertad.

Pasaron once años con la iglesia cerrada hasta que el día 6 de julio de 2015, se procedió a las obras de demolición de las partes que no pudieran mantener su estructura. Se derribó parte del antiguo edificio, quedando en pie solamente la torre y campanario, además del frontal de la fachada principal. En cuanto a los trabajos arqueológicos, comenzaron el día 10 de enero de 2016, comenzando los trabajos de campo con la exhumación de los restos óseos de los cadáveres, ya fueran de Ontígola o de Aranjuez, que estaban enterrados desde siglos.

Acompañado por el Alcalde de Ontígola José Gómez, visitamos el campo de trabajo, nos atendió muy amablemente Samuel, uno de los dos arqueólogos que llevan a cabo las labores de recuperación de los restos óseos. Pudimos ver esos restos a ras del suelo y en sus cajas, casi momificados, de niños y mayores, los cuales fueron enterrados según las costumbres de siglos atrás en cajas muy sencillas de madera en forma hexagonal. Nada grandes para las que se utilizan desde nuestros tiempos. Varios de los cuerpos, especialmente de los niños, tenían los brazos cruzados sobre la cintura, y los pies juntos cruzados y atados, como en aquellos tiempos era la costumbre. En alguno de ellos aun se observa los restos de vestuario, y algunas hojas de palma, elemento que se utilizaba antiguamente, y aun hoy se utiliza en pueblos de España en la Semana Santa. La intervención ha estado dirigida por Javier Peces y Samuel Rodríguez, de la empresa A témpora Arqueología y Patrimonio.

Samuel, refiere que en el mes de abril de 2015, se llevó a cabo los estudios arqueológicos previos. El día 9 de julio comienzan las obras de demolición del edificio, y tras unos meses de obras, el día 11 de enero de 2016 se inicia la excavación arqueológica. Se llevaban recuperados entorno a ciento cincuenta cuerpos, mayoritariamente adultos. También se han recuperados hebillas, herrajes, monedas, por ejemplo de cinco maravedíes, y diversidad de material de diferentes siglos. Hemos tenido la oportunidad de efectuar diferentes visitas y hemos podido observar que se ha seguido escrupulosamente el protocolo de actuación en cumplimiento de las obligaciones recomendadas por la legislación nacional y autonómica, documentándose todos los cuerpos e identificándose genero, edad y otras singularidades.

Si aún quedaba alguna duda a través de los años de la estrecha relación de Ontígola con el Real Sitio de Aranjuez desde siglos pasado, con este episodio, se constata una realidad incontestable de este extremo.

Mi agradecimiento a la Corporación Municipal, a la empresa A Témpora Arqueología y Patrimonio, por las facilidades ofrecidas y atenciones recibidas personalmente de Samuel Rodríguez. Al Juez de Paz Antonio Tizón, por los datos oficiales y fotografías facilitadas. Al Instituto Geográfico Nacional, personalmente por el servicio prestado por Mª. Carmen Jiménez, por las atenciones profesionales y planos geográficos facilitados. A José Emilio Cuerva, por las fotografías facilitadas. A Ángel Vera Moreno por el tratamiento de las imágenes para este trabajo. Y a mi apreciado amigo el Dr. Armando García González, porque su sabiduría y aportaciones están presentes en estas páginas.

Felices fiestas queridos vecinos y amigos, un cordial saludo.

Fuente: https://sosaurelia.wordpress.com/

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