POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE GUADALAJARA.
Hoy por el campo, a lo lejos, y por encima de las aguas del embalse de La Tajera, se ven perfectos los contornos de una iglesia románica poco conocida, la de Nuestra Señora de Aranz, en término de El Sotillo. Ver más en https://aache.com/…/699-guadalajara-todo-el-romanico.html
Muchos viajeros llegan a Guadalajara con la intención de encontrar y admirar las huellas de un pasado lejano y atractivo, de la Edad Media. Sabiendo que esas huellas están firmes en muchos de sus edificios, en cientos de presencias arquitectónicas, en arcos y muros, en capiteles y cornisas, en perfiles exquisitos. Todo ello constituye el arte románico, expresión de una arquitectura y sus complementos hecha para el culto cristiano.
Del gran compendio románico guadalajareño se han hecho ya estudios y se ha procedido a su catalogación y análisis, de formas y significados. Los estudios iniciales de Francisco Layna Serrano se han visto completados posteriormente, a lo largo del siglo XX, por Antonio Herrera Casado y Tomás Nieto Taberné.
Pero ahora nos llega un nuevo análisis, que trata de actualizar este conocimiento ya suficientemente acreditado, y que intenta completar, aunar y mostrar de un modo panorámico la realidad románica de Guadalajara. Este trabajo lo ha emprendido, y completado con seguridad y éxito, el joven profesor José Arturo Salgado Pantoja, a quien la Fundación “Santa María la Real” de Aguilar de Campóo le ha editado su trabajo “Todo el románico de Guadalajara” en un volumen de más de trescientas páginas, ampliamente ilustrado, y muy bien concebido y desarrollado.
Emprende esta obra una tarea difícil por cuanto pudiera parecer que ya todo estaba dicho en torno a este tema. El autor no sólo ha superado el reto, sino que lo ha mejorado. Porque además del estudio inicial que abriga bajo el título de “Introducción”, dividido en dos partes en que trata “Las tierras de Guadalajara en los siglos del románico” y “Panorama general del románico en Guadalajara”, asume la tarea de catalogar todo vestigio románico que encuentra, añadiendo a la nómina anterior muchas piezas que no se habían considerado inclusas en el estilo, y poniendo sobre la mesa muchísimas piezas hasta ahora no catalogadas o analizadas.
Así me parece justo destacar que a los ya conocidos elementos románicos (clásicos unos, como la catedral de Sigüenza, el conjunto de templos de Atienza, las iglesias porticadas de Sauca, Pinilla, Carabias, Tortonda, etc…, y mínimos pero entrañables otros como el ábside de Santiuste, la espadaña de Bochones o la portada de Teroleja) el autor añade numerosísimos elementos hasta ahora con incluidos en el recetario habitual del románico de nuestra provincia.
Este aporte se centra, fundamentalmente, en varias docenas de pilas bautismales que se mantienen, desde los siglos XII y XIII, en los cuartos generalmente oscuros y casi siempre destinados a trastero, de las capillas bautismales de los pies de los templos. Unas en sus lugares de origen, otras trasladadas, estas pilas suman un portentoso acopio de formas y decoraciones, que por sí mismas podrían haber constituido otro estudio específico.
Además añade el autor las construcciones o elementos parciales de estética mudéjar, tal como portadas, ábsides, ventanales, y torreones, de tal modo que con esta visión la capital, Guadalajara, consigue entrar en un libro dedicado al arte románico. Este aspecto de incluir en el estudio de lo románico lo puramente mudéjar ha sido siempre controvertido. Porque no solamente son estéticas diferentes, sino que corresponden (al menos en Guadalajara) a periodos diferentes, siendo lo mudéjar más moderno.
También nos presenta en esta nómina románica (el libro está acertadamente estructurado en un listado alfabético de poblaciones) algunos restos de torres de defensa, como la de Albalate en Luzaga, y por ende pasa a considerar elementos de este estudio los castillos de Molina de Aragón, de Atienza, incluso el alcázar de Guadalajara. No cabe poner peros a esta cuestión, puesto que esas fortalezas militares y elementos defensivos están construidos en los siglos XI y XIII que son los de la arquitectura románica en nuestra tierra.
Acabamos el análisis de este libro con un aplauso a la aportación de numerosos elementos hasta ahora desconocidos, especialmente a portadas escondidas y no conocidas aún, o a templos derruidos de lugares despoblados, entre los que aparece Matas, frente a Palazuelos, o la portada de la iglesia de El Peral, de Budia, hoy incluida en la casa del santero de su gran ermita patronal.
Concluye Salgado su gran trabajo con un breve Glosario de términos alimentado del valor de las imágenes, así como el índice de localidades, y un breve recapítulo de “Vestigios” en el que suma esos fragmentos de antiguas portadas románicas que como en el caso de Galve de Sorbe, se incrustaron en los muros de las nuevas iglesias actuales.
También ha tenido el acierto de consignar aquellos elementos que, formando hasta hace poco parte del acervo románico de Guadalajara, han sido derruidos de forma incomprensible y reprobable, como es el caso de la iglesia románica de Nuestra Señora de Almuña en Almoguera, y de la iglesia del depoblado de San Miguel de Vállaga en Illana. Ejemplos que demuestran que el arte románico de Guadalajara debe ser fielmente analizado, estudiado y protegido, porque el peligro de agresiones externas sobre sus elementos no ha desaparecido del todo.
En definitiva, una gran libro al que (de nada puede decirse que sea perfecto) aplaudimos y damos la bienvenida, porque va a dar mucha información nueva, bien descrita, y certera, a los muchos seguidores (ojalá fueran muchos más) que el románico de Guadalajara tiene todavía.
FUENTE: https://www.facebook.com/herreracasado