POR SEBASTIAN BARAHONA VALLECILLO, CRONISTA OFICIAL DE MENGÍBAR (JAÉN)
La imagen del Cireneo, que acompaña a la de Nuestro Padre Jesús Nazareno en sus desfiles procesionales de Semana Santa y septiembre, es, seguramente, bastante desconocida y poco valorada en Mengíbar, a pesar de su belleza, quizá por su papel de secundaria e ir detrás de la que acompaña. Nos presenta la imagen de un hombre fuerte y decidido en actitud de ayudar a Jesús a llevar la cruz. Es por ello, por lo que este año hemos querido destacarla y tratar de que sea más conocida por los mengibareños.
EL CIRENEO
Quizá nos peguntemos: ¿Quién fue este personaje? ¿Existió realmente? ¿Cómo podríamos demostrar su existencia? Para contestar a estas preguntas tenemos que irnos a la única fuente escrita y fiable: El evangelio.
En el Evangelio de Mateo 27-32, podemos leer: “Al salir, encontraron a un hombre, llamado Simón, que era de Cirene, y le obligaron a llevar su cruz”.
También en el Evangelio de Marcos 15, 21-22, encontramos más noticias: “Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que traducido significa Calvario”.
Finalmente, el Evangelio de Lucas 23,26, vuelve a citar a nuestro personaje: “Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús”.
De la lectura de los anteriores pasajes, podemos deducir:
1. Nuestro personaje tenía por nombre Simón.
2. Había nacido en Cirene, una antigua ciudad en la actual Libia, país norteafricano, la más importante de las cinco colonias griegas de la región, conocida por la Cirenaica; de ahí, el gentilicio de Cireneo, con el que será conocido.
3. Tenía dos hijos, Alejandro y Rufo, que eran conocidos de la comunidad romana en la que Marcos escribía su evangelio, o sea, debieron ser personajes relevantes del cristianismo primitivo.
4. Su oficio era trabajador del campo, labrador.
5. Cargó con la cruz, forzado por los soldados romanos, ante el lamentable estado de Jesús y faltarle las fuerzas.
LA IMAGEN DEL CIRENEO
La imagen del Cireneo fue adquirida en Sevilla, el 15 de marzo de 1924, por doña María Josefa Pareja Aranda (1866-1944), natural de Mengíbar y viuda de don Manuel Lillo Pareja, farmacéutico, en cumplimiento de la promesa que hizo a Nuestro Padre Jesús Nazareno, si su hijo, don José Lillo Pareja, que en aquellos momentos se encontraba de soldado en Melilla, regresaba sano y salvo de la sangrienta y duradera guerra que España sostenía en Marruecos, concretamente, en la región del Rif, como así ocurrió. La nueva imagen fue bendecida en una solemne fiesta religiosa, en la iglesia de San Pedro Apóstol de Mengíbar y la donante costeó también la ampliación del trono de Jesús Nazareno, así como unos nuevos faroles para el mismo. La imagen fue donada a la Cofradía de Jesús Nazareno, con la condición de que la donante y sus herederos, la tuviesen en su domicilio. Así ha sido y desde entonces esa familia la ha conservado y la han cuidado con mucho cariño y celo, como lo demuestra el hecho de que durante la guerra civil (1936-1939), la imagen fue emparedada y salvada de ser destruida. Lamentablemente, ha pasado al olvido el nombre del escultor sevillano, que confeccionó la imagen, por haberse perdido la documentación, aunque sí es conocido el precio de la misma, que ascendió a 5.000 pesetas. En 1996, la imagen fue restaurada por el artista imaginero de Úbeda, don Ramón Cuadra, en 70.000 pesetas, que admiró la calidad artística de la imagen.
DESCRIPCIÓN DE LA IMAGEN
La imagen es una talla de madera policromada, de cuerpo entero, de 1.32 metros de altura, que descansa en una peana de 1.03 por 0.37 m, también de madera. Está agachado e inclinado hacia adelante; la pierna derecha queda atrás, y la izquierda, adelantada. Los brazos y manos son articulados, para poder agarrar la cruz de Jesús Nazareno. La cabeza está doblada hacia la derecha, destacando unos ojos con mirada penetrante, decidida y resuelta, dirigida, seguramente, hacia los que increpaban e insultaban al que estaba ayudando, al mismo tiempo que desprende humildad y serenidad. La cara, alargada, tiene facciones correctas, sobresaliendo la nariz y la boca abierta. Lleva pelo, cejas, bigote y barba simulados, así como unas botas altas en los pies. Normalmente, va vestido con túnica, que deja ver la camisa y el pantalón, tipo bombacho.
La llegada de la imagen a Mengíbar fue muy celebrada y elogiada. Prueba de ello, la familia Lillo conserva una poesía, escrita por una mengibareña, María Dueñas García, que en aquellos momentos circuló en boca de los mengibareños y que, por su interés reproducimos:
Una señora de Mengíbar, doña Josefa Pareja Aranda,
tenía un hijo, que Pepito se llamaba.
Lo puso de cuota, el día que lo sorteaban,
pero lo llamaron para Melilla, cuando menos lo esperaban.
La madre, desesperada, de día y de noche lloraba
y un día, muy triste, a Jesús se encomendaba:
¡Jesús mío, si me traes a mi hijo a mi casa con salud,
te regalo un Cireneo, para que te ayude a llevar la cruz!
Llegó ese día feliz, que su hijo de la guerra regresó
y la madre, satisfecha, su promesa cumplió.
El regalo es tan bonito, que es digno de admiración,
y este domingo, que viene, lo sacan en procesión.
Y desde aquel año, 1924, la bella imagen del Cireneo ha acompañado a Nuestro Padre Jesús Nazareno en todos sus desfiles procesionales, siendo admirado por cuantos le contemplan, que recuerdan y admiran el gesto de aquel hombre, que, viniendo de su trabajo, fue obligado a llevar la cruz del que iba al Calvario, pero que, contagiado de su mirada y gesto, pronto lo hizo con amor y alegría. Es el Cireneo un personaje histórico, al que admiramos por su noble gesto y que nos enseña e invita a ayudar a todo el que nos necesita, aunque nos cueste.
Fuente: http://www.elblogdemengibar.com/