LA INDUSTRIA DE LAS ESPECIAS
Oct 10 2015

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Un hombre emprendedor, no se arredra ante los imponderables; aunque entrañen serias dificultades. En el año 1928, un uleano montó una pequeña industria de muebles, quedando destruida, durante la guerra civil española. Tras la contienda, se dedicó a la agricultura, con el fin de sacar a su familia adelante; en esos tiempos de precariedad. Pues bien, su espíritu inquieto le llevó a montar, en el año 1942, una empresa de almacenamiento -también de envasado, de pimentón; ubicada en la calle O’Donnell, número 8 de Ulea.

Este uleano, emprendedor, era Joaquín Carrillo Martínez, hizo, de este trabajo, una empresa familiar. Sin embargo, dado el auge del sector, en las tiendas de ultramarinos, de la región, más las provincias de Granada, Jaén, Almería y Alicante; le obligó a tener que ampliar, la plantilla, con nuevos operarios que, en este caso, fueron: Elena Martínez y Josefa Rodríguez, las que se unieron al plantel familiar.

Cada vez que, Joaquín, regresaba, tras visitar a sus compradores, traía más pedidos y, a sugerencia de sus clientes, amplió su pequeña industria de almacenamiento y envasado, de todo tipo de condimentos. También vendía, al por mayor, a los grandes comercios. La empresa que, en el año 1942, se registró con el nombre de “Pimentón Los Carrillos”, se amplió, en el año 1944, con otra sección; denominada “Especias María Encarna”. Como consecuencia del mayor volumen de trabajo, tuvo que ampliar, la plantilla de operarios, con cinco trabajadores más.

El proveedor, de la materia prima, fue el industrial Prieto Pérez, de Molina de Segura. Además del pimentón -producto básico de su modesta industria-, se elaboraban: pimienta, molida y en grano; canela, molida y en rama; azafrán; colorante; orégano; clavillo y cominos. Se elaboraban, en carteritas, de una sola dosis, y se completaban cajas con 25, 50, 100 y 500 bolsitas, cada una.

Esta modesta industria tuvo un auge espectacular, durante unos ocho años, hasta que, en el año 1950, dejó de ser competitiva debido a que las grandes empresas del sector, con maquinaria moderna, no permitía qué, esta pequeña industria, de trabajo manual, fuese rentable y, por tal motivo; cerró.

A los consumidores de sus condimentos les dio la oportunidad de optar a unos premios ya que, en cada bolsita, o carterita de especias, se les introducía una letra, con la que debían completar un panel, con los anagramas de: “Pimentón Los Carrillos” y “Especias María Encarna”. Los clientes que completaban ese panel recibían su prometido regalo y, aunque, algunas letras, eran de difícil colección, en menos de un año, ya se habían cumplimentado, los 100 regalos que se prometieron, por la empresa, y que estaban expuestos al público.

Yo, el hijo mayor del empresario, a pesar de mi corta edad, era el encargado de introducir, las letras, en el doblez de las carteritas, para que no alterara la composición del condimento. Para que mi padre estuviera contento, con mi trabajo, ponía todo el empeño en hacerlo bien. Cuando se colocaba detrás de cada operario—no solo de mí, y comprobaba que trabajábamos como nos había indicado, esbozaba una sonrisa confidencial, dando el visto bueno a la faena que estábamos realizando.

Todo, o casi todo, en la vida, tiene su principio y su fin. Comenzó en el año 1942, con una ilusión tremenda. Tuvo más de siete años de un auge insospechado y, finalizó, en el año 1950, debido al advenimiento de las nuevas tecnologías; por dejar de ser rentable.

Joaquín Carrillo Martínez, mi padre, que era hombre emprendedor y, de una ilusión, sin límites, se vio obligado a cerrar la empresa e iniciar una nueva andadura.

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