POR BIZÉN D’O RIO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL HOYA DE HUESCA (HUESCA).
Dentro de lo que se ha dado en llamar Cultura Pirenaica, existen usos y costumbres que se generalizaron en ambas vertientes del Pirineo, e incluso se extendieron a las zonas próximas. Un ejemplo de ello es la existencia de los “pozos de hielo”, unos recogían la nieve en los glaciares de Vignemale y Le Pibeste, para surtir de hielo a los valles de Cauterets, Lourdes, Argelès-Gazost, etc, mientras los glaciares de la vertiente aragonesa servían hielo a nuestras poblaciones para uso de los enfermos y durante el estío a los establecimientos de las ciudades, con el cual se refrigeraban los alimentos y bebidas o se elaboraban refrescos, enfriadas y sorbetes.
En plena montaña, en una cavidad natural, cuevas, ventisqueros, dolinas, preparada con un suelo de losa, surcado de regachas, también llamadas “rigoles” en Francia y “regatiellos” en Aragón, al objeto de dar y facilitar el desagüe, era rellenada de nieve bien apisonada, sobretodo, sin dejar bolsas de aire. Posteriormente se cerraba la entrada con ramajes, helechos y se recubría de tierra. En el verano, era bajado a las poblaciones el hielo, por jóvenes, que en grandes bloques lo trasportaban a lomos de caballerías.
Una costumbre curiosa y hoy ya olvidada, consistió en la construcción en el suelo de las poblaciones estivales, unos silos de piedra, para ser usados como pozos de hielo, generalmente de tres metros de diámetro y dos metros de profundidad, donde se aplicaban los mismos métodos que en plena montaña, es decir, apisonado de la nieve y la insolación con helechos y buzos. Este sistema permitió durante siglos mitigar los calores y poder tomar sorbetes y refrescos, haciéndose famosa en el Altoaragón “la Enfriada”, una especie de refresco con nieve, orujo y sándalo, que se encuentra abundantemente documentada. Así mismo, el agua de nieve que se recogía en estos pozos, en razón de la ausencia de minerales, era muy apreciada para la cocción de legumbres verdes, lentejas, judías secas y puesta a remojo de garbanzos, como también se usó para infusiones.
Por las Sierras de Gratal y Guara, quedan restos de estos pozos que cumplieron en otros tiempos su misión y por la documentación existente sabemos que el marqués de Ayerbe, ejercía su dominio y señorío en los ocho pozos de nieve que existían en la cima de Gratal, con los cuales se abastecía la ciudad de Huesca. Por documentos de Casbas conocemos como el 21 de agosto de 1646, llegó a la villa de Casbas, el Teniente General de las tropas reales, esmerándose todos los habitantes en obsequios, siendo curioso como, no habiendo nieve en el pozo de la villa para darle una “enfriada”, se fue a Rodellar por ella, costando doce sueldos la nieve para dicho refresco.
En la ciudad de Huesca, se habilitaron desde antiguo pozos para la recogida y conservación, siendo un servicio municipal que lo tenía arrendado el Ayuntamiento. El lugar donde estaban situados estos pozos y el despacho de nieve o hielo, se le ha conocido siempre como “La Nevería”, situado entre “la Correría” y la calle de “Mozárabes”. Este comercio de la nieve se mantuvo hasta la mitad del siglo XIX, pues fueron muy numerosos los tratados médicos que estimulaban su consumo. Así mismo se produce un considerable aumento del consumo de helados y horchatas, refrescos y bebidas refrescadas, consumo que irá en aumento hasta hacer necesario la fabricación de hielo de forma artificial, algo que en América habían logrado y que aparte del consumo interno, Estados Unidos a mediados de siglo exportaba cincuenta millones de toneladas de hielo producido en barras, pero en España se estará consumiendo del “nevero” hasta principios del siglo XX, siendo en el primer cuarto de este siglo cuando se instalan las fábricas que de una forma mas artesana que industrial, fabrican el hielo en barras para ser posteriormente troceado y poder introducirlo en esos armarios “neveras” que con un grosor de aislamiento considerable, mantienen en su interior frescos los alimentos y bebidas gracias al hielo, que llega a los establecimientos y domicilios particulares por medio de un reparto con carro o bicicleta con remolque. Por otra parte, este hielo es picado para hacer granizados y para mantener el pescado en los establecimientos de venta.
En la primera década del siglo XX los inquietos y emprendedores Hermanos Aventín, que igual carrozan los Hispano Suiza, que construyen Plazas de Toros, o gestionan exportaciones e importaciones con el país vecino, montan la “Fábrica de Hielo” en la calle del Mercado con venta al menor, allí, sobre un mármol blanco, se van troceando las barras por medio de un punzón mientras por una ”perra chica” el ama de casa en una malla de cuerdas, se lleva hasta casa goteando un trozo que refrescará las bebidas del día. Paralelamente en Barbastro se fabricará por “Aguas Potables” y en Jaca por Salvador Roldán, siendo en Huesca instalada otra fabrica por D. José Galindo. Para llegar a mediados de siglo cuando el censo industrial del año 50 nos presenta 14 fabricantes que se distribuyen entre Barbastro, Binefar, Fraga, Huesca, Jaca, Monzón, Sabiñanigo, Sariñena y Tardienta.
Claro está que la fabricación doméstica de los cubitos, deberemos de enraizarla con esa oferta que, en el año de 1892 durante los meses de julio y agosto, el decano de la prensa, El Diario de Huesca, obsequiaba a sus suscriptores con un vale de 22 pesetas para la compra de una máquina para hacer hielo en 10 minutos, o cualquier clase de helado granizado o sorbete.
FUENTE: CRONISTA