LA LLEGADA DE AGUA POTABLE A TRUJILLO EN EL SIGLO XIX
Abr 12 2025

POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES)

El Alcalde de la ciudad, ante la necesidad de llevar a cabo el proyecto de abastecimiento de agua, designó una comisión encargada de gestionar y supervisar el tema. El proyecto de abastecimiento de agua a la ciudad desde la garganta de Santa Lucía, ubicada a 1559 metros sobre el nivel del mar entre las localidades de Guadalupe y Navezuelas, contemplaba una canalización de 78,5 kilómetros de longitud. Este ambicioso proyecto estaba aún pendiente de la evaluación y aprobación por parte del Consejo de Estado. Sin embargo, pese a la falta de informe oficial, la administración municipal, siguiendo el consejo de la mencionada comisión, optó por hacer público su interés en contratar la ejecución de las obras a través de una empresa privada. Para ello, la administración decidió anunciar su deseo en La Gaceta, que en ese momento era el periódico con mayor difusión nacional, con el fin de atraer propuestas y posibles interesados.

La primera propuesta formal para la ejecución del proyecto llegó en 1891 de parte del ingeniero francés Don Gastón Bertier, quien en ese momento residía en Plasencia y representaba a una empresa francesa que ya había llevado a cabo proyectos de abastecimiento de agua en ciudades europeas, entre ellas París. Esta empresa había logrado éxitos notables en el abastecimiento de agua a gran escala en diversas ciudades europeas, lo que otorgaba credibilidad y confianza a su propuesta.

Sin embargo, a pesar de la relevancia de la propuesta y de la experiencia de la empresa francesa, los elevados costos derivados de las empresas urbanísticas y arquitectónicas que se habían realizado en la década de 1880-90, así como los recursos limitados con los que contaba la administración local, imposibilitaron la contratación de las obras. La magnitud de la inversión requerida para llevar a cabo el proyecto, sumada a las dificultades económicas de la época, hicieron que el proyecto se viera obstaculizado y, por lo tanto, no se pudieran ejecutar las obras en el periodo inmediato.

En 1896, comienza a surgir un paro generalizado en la ciudad por la escasísima cosecha recolectada. Ante tal situación se emprenden nuevas gestiones encaminadas a proporcionar definitivamente a la ciudad de servicios de agua potable con el fin de dar ocupación a los jornaleros en paro. Para ello, una comisión municipal se traslada a Madrid con el objeto de hallar fondos que invertir en los trabajos. Las gestiones de la comisión fueron positivas y en los últimos meses del año la corporación se ocupa de las últimas formalidades y trámites para el inicio de las obras, al mismo tiempo que solicitaba del gobierno permiso para proceder a la venta de algunos bienes propios para cubrir parte del presupuesto1.

En 1896, el ingeniero don Luis Canalejas Méndez presentó al consejo municipal un nuevo proyecto para la conducción de aguas desde la misma fuente propuesta en 1874 por don Manuel Pardo (Archivo Municipal de Trujillo, Expediente General para

Solicitar del Gobierno la Autorización para Invertir Parte del Capital Municipal en Obras de Abastecimiento de Agua para la Ciudad, 1896, Legajo 1542, Carpeta 2). Este proyecto se sometió a una serie de estudios técnicos y su implementación fue dirigida por el ingeniero don Rafael Fernández Shaw. Entre los desafíos más relevantes que enfrentaron las obras se encontraba la superación de barreras orográficas significativas, como el baluarte de los Zahurdones (Cabañas del Castillo), cuya cima fue salvada mediante la construcción de un túnel de 380 metros de longitud.

En 1897, se publicó la subasta de las obras, iniciándose simultáneamente la construcción de un depósito de agua con una capacidad de 2.600 metros cúbicos. Este depósito, aunque fundamental para la infraestructura de abastecimiento, fue ubicado en la Villa, frente a la iglesia tardorrománica de Santa María, lo que suscitó críticas por la falta de coherencia estética en el emplazamiento, dado que la zona estaba considerada un espacio patrimonial. Para corregir esta anomalía, en 1898 se expropiaron algunos edificios con el propósito de crear una plaza que armonizara con las obras en curso. El fin era corregir la rasante de la plaza y construir un muro de contención para adecuar la zona a la infraestructura del depósito de agua.

En cuanto a la Memoria sobre la Distribución de Aguas en la ciudad de Trujillo y el Arrabal de Ánimas, fue redactada en octubre de 1898 por don Agustín Solís y don Prudencio Fernández de la Pelilla. Pocos meses después de la publicación de la subasta de las obras, estas fueron adjudicadas a don Facundo Guerrica por un monto de 1.619.536,24 pesetas, cifra que fue posible gracias al subsidio de 926.000 pesetas otorgado por el Gobierno.

El Alcalde de la ciudad en ese momento, don Modesto Crespo, facilitó la adjudicación de las obras tras haberse realizado un exhaustivo estudio y verificación de los cálculos iniciales del proyecto, realizados por don Manuel Pardo. La comisión técnica, integrada por destacados ingenieros como don Pineda (Ingeniero Militar y Profesor del Colegio Preparatorio Militar de la ciudad), don Berthier (Ingeniero de la Academia de París), Soubiron (Ayudante del Cuerpo de Caminos), y don Civantos (Ingeniero Agrónomo), confirmó que los cálculos eran correctos y que la propuesta garantizaba el abastecimiento de agua necesario para la población. Los cálculos previos indicaban que la cantidad de agua necesaria para el consumo de la población sería de 25 litros por segundo, lo que aseguraba un suministro de 180 litros diarios por habitante, y se añadió que el incremento en el caudal debido a una variante en la conducción aumentaría la cantidad de agua disponible, elevando el suministro a 25 litros por segundo.

Este incremento de caudal permitió reducir a casi la mitad el costo económico previsto en el proyecto original, beneficiando a la administración local y asegurando una fuente de agua adecuada para una población estimada de 12.000 habitantes, lo que dejaba un margen suficiente para el crecimiento futuro.

A pesar de las dificultades financieras y los grandes desembolsos realizados por el Ayuntamiento en proyectos previos, como el Colegio Preparatorio Militar, el Depósito de Sementales, y el Mercado Municipal, el proyecto de abastecimiento de agua se viabilizó gracias a los fondos disponibles, incluyendo el 3,5% de las Láminas del Estado y más de 250.000 pesetas de la Caja General de Depósitos. Las expropiaciones de terrenos para la construcción de la conducción de aguas fueron una parte esencial del proceso, destacándose entre los propietarios que cedieron terrenos sin compensación económica la Marquesa de Santa Marta, en su finca Tagarnillar de Abajo, y don Manuel y doña Manuela Artaloytia, en su parte de la dehesa de Los Caballos. No obstante,

algunos propietarios exigieron pagos por la cesión de sus terrenos, lo que retrasó y aumentó los costos de la obra.

En mayo de 1899, el Ayuntamiento aprobó la concesión de aguas al Arrabal de Huertas de Magdalena, ampliando el acceso a los recursos hídricos a una mayor parte de la población, como parte del proceso de modernización y abastecimiento integral de la ciudad.

A finales del mes de mayo de 1899, el suministro de agua alcanzó finalmente el campo de San Juan y el arrabal de Huertas de Ánimas. Las obras fueron oficialmente inauguradas el 1 de junio de 1899, bajo la alcaldía de don Emilio Martínez, quien, habiendo sido concejal anteriormente, contribuyó significativamente a que las obras recibieran un notable impulso durante su mandato. Esta inauguración marcó un hito en la historia de Trujillo, ya que tanto la ciudad como los pueblos del arrabal comenzaron a disfrutar de un gran caudal de agua potable, lo que representaba una mejora sustancial en las condiciones de vida de la población.

En el arrabal de Huertas de Ánimas se instalaron ocho fuentes públicas, y se habilitó un abrevadero continuo para el ganado, en este arrabal y en Trujillo, específicamente en el campo de San Juan. Estos abastecimientos no solo proporcionaban agua para el consumo humano, sino que también favorecían las actividades agropecuarias de la zona.

Las obras de infraestructura más relevantes incluyeron la construcción del mencionado túnel de 380 metros, necesario para salvar el collado de los Zahurdones, cerca del pueblo de Cabañas. Además, se realizaron fuentes sifónicas en las localidades de Berzocana y Garciaz, las cuales permitieron una distribución eficiente del agua en la región. La conducción del agua fue una obra de ingeniería destacada, compuesta por fábrica y tuberías de hierro, complementada con la construcción de puentes de cantería para el paso de los ríos Garciaz y Berzocana, y la perforación de tres túneles adicionales, de 381, 110 y 74 metros de longitud.

El proyecto culminó con la construcción de un doble depósito de agua en la Plaza de Santa María, con capacidad para almacenar 2.487 metros cúbicos de agua, lo que garantizaba un suministro constante a la población.

Los ingenieros don Rafael Fernández Shaw y don Eugenio Mancy fueron los responsables de levantar el plano de distribución de la población, en el cual se señalaron las cinco grandes arterias por donde se distribuiría el agua: las calles Tiendas, García de Paredes, Sillería, Hernando Pizarro y Afuera. También se determinó el emplazamiento de las fuentes públicas, para que el vecindario se beneficiara del acceso al agua potable de manera equitativa.

Este proyecto no solo mejoró la calidad de vida de los habitantes de Trujillo y sus alrededores, sino que también representó un importante avance en la modernización de la infraestructura urbana de la ciudad, convirtiéndose en un hito en la historia del abastecimiento de agua en la región.

En el contexto de la modernización de la infraestructura urbana de Trujillo, una de las obras más significativas y de mayor impacto fue la instalación del alcantarillado en las calles, que permitió una mejora sustancial en la gestión de aguas residuales y pluviales. El sistema de alcantarillado consistía en un tendido de tuberías por donde se conducían las letrinas y aguas residuales de la ciudad, las cuales se reunían en un solo colector

central ubicado en el campo de San Juan. Desde este punto, el agua fluía por un sistema de vertiente abierta hasta desembocar en la charca de la Albuera. Además, para la evacuación de las aguas pluviales, se instalaron pequeños colectores o sumideros en las calles, lo que permitía una mejor gestión de las lluvias y evitaba inundaciones en el casco urbano.

En paralelo a la construcción del alcantarillado, se erigieron fuentes de ornato como parte de las mejoras urbanísticas. En el año 1900, se construyeron dos fuentes destacadas: una situada en el centro de la plaza, que era una pieza artística con diecinueve caños dispuestos en forma circular. El agua fluía de manera ornamental a través de sus caños, convirtiéndola en un elemento decorativo y funcional al mismo tiempo. Sin embargo, en 1963, este pilar monumental fue desmontado y trasladado al campo de San Juan, y aunque en los años 80 se intentó reinstalarlo en su ubicación original, se había perdido gran parte de su monumentalidad y encanto artístico.

La segunda fuente de ornato fue colocada en el centro del Paseo de Ruiz de Mendoza, pero, al igual que la primera, ha desaparecido con el tiempo.

El costo total de las obras de conducción de agua y alcantarillado para el Ayuntamiento de Trujillo fue de 1.600.000 pesetas, una inversión significativa que reflejaba el compromiso del gobierno local con la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, garantizando un acceso adecuado al agua potable y un sistema eficiente de evacuación de aguas residuales. Estas obras también marcaron un paso importante en la modernización de la infraestructura sanitaria urbana, contribuyendo al bienestar de la población y al ordenamiento del espacio urbano.

FUENTE: J.A.R.R.

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