LA LUMINARIA DE SANTA BRÍGIDA, EN FUENTEPIÑEL
Feb 03 2020

POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)

Fuentepiñel. Santa Brígida. Luminaria de 2015.

Al abordar el estudio de la ermita de Santa Brígida en Fuentepiñel, lo primero que nos llama la atención es la advocación a la que está dedicada, pues resulta tan singular como enigmática por la escasez de edificios de carácter religioso o lugares de culto que existen con esta denominación en España. De hecho, utilizando el socorrido recurso de internet para localizar un número aproximado de ellos, las referencias apenas si llegan a la docena, y aunque es posible que exista alguno más, hemos hallado noticias de una sola iglesia con esta advocación, en la Villa de Santa Brígida, de Las Palmas; y las ermitas de Olite, en Navarra; de Almodóvar del Campo, en Ciudad Real; de El Campello, en Alicante; de Galaroza, en Huelva; de Amer, en Gerona; de Hontanas y de Villanueva de Odra, en Burgos; de Alora, en Málaga; y de Palo, en Huesca.

Y aunque no tengan templo o ermita dedicada a la santa, sí que existen fiestas en algunos pueblos de la provincia leonesa, como en las comarcas de Valencia de Don Juan y de Los Oteros, en Alija de la Ribera, en Valdevimbre, en Castilfalé… en general honrándola como abogada contra las tormentas y para asegurar buenas cosechas.

Otra cuestión que debemos aclarar es el hecho de que existen en nuestro santoral católico dos Santa Brígida: la de Irlanda (o de Kildare) (450-525), cuya festividad se celebra el 1 de febrero; y la de Suecia (1302-1373), que se venera el 8 de octubre en el Vetus Ordo y el 23 de julio en el Novus Ordo); y no siempre queda claro a cual de las dos se refieren las citadas advocaciones. Felizmente no es nuestro caso pues está claro que se trata de Santa Brígida de Irlanda dado que se la conmemora el 1 de febrero (previa celebración de una hoguera en su honor en la noche del 31 de enero), y todo apunta a que los restos constructivos más antiguos que se conservan (el arco de herradura de la fuente y los canecillos románicos lisos que sustentan su alero) son anteriores seguramente al siglo XV.

Los datos biográficos sobre el origen y primeros años de Santa Brígida de Irlanda resultan algo confusos, pero los autores suelen coincidir en que nació en Faughart hacia el año 450, fruto del matrimonio formado por un príncipe irlandés y una esclava católica suya. Por la condición de su madre, ejerció la servidumbre hasta que el rey decidió liberarla por su extraordinario espíritu caritativo, profesando en religión y fundando al menos cuatro monasterios, el principal el de Kildare, del que fue abadesa, y razón por la que se le conoce también con este nombre. Murió el día 1 de febrero del año 525, tras instituir también una escuela de arte y trabajos sobre metal y alumbrado, siendo enterrada en Downpatrick con sus contemporáneos San Patricio y San Columba, con los que comparte el patronazgo de Irlanda.

La devoción por la santa llegaría a la Península Ibérica probablemente traída por los peregrinos procedentes de Irlanda para efectuar la ruta jacobea, lo que podemos deducir por el hecho de que varias de las ermitas y las tradiciones vinculadas a ella están en poblaciones por las que pasa el Camino de Santiago o en sus proximidades. El hecho de cómo pudo llegar a Fuentepiñel y a los otros pueblos más al sur es más difícil de deducir, pero sería también por intervención de algún devoto procedente de alguna de las poblaciones próximas al Camino.

Aunque desconocemos en qué fecha pudo construirse la edificación primitiva, que sería en estilo románico rural, su ubicación junto a una vía tan importante como sería en su momento el Camino Real de Segovia (nombre que aún se conserva), nos habla de su significación. Por los libros parroquiales de la iglesia de Fuentepiñel (dado que la ermita no dispone de libros propios), sabemos que ya en 1632, año en que entran en funcionamiento dichos libros parroquiales, recibe donaciones testamentarias.

Pascual Madoz nos habla en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar, que elabora entre 1845-50, de dos ermitas en Fuentepiñel que son San Roque y Santa Brígida, y de las que dice que son “propias del pueblo”. Y como consecuencia de la Ley de 1 de mayo de 1855 que ordenó la desamortización general civil y eclesiástica, constan efectos de estas dos ermitas entre los bienes que fueron incautados por el Estado a la iglesia, por lo que han de ser sostenidas por la piedad de los fieles, según consta en un informe sobre los templos parroquiales de 1862 que se conserva en el Archivo Diocesano de Segovia.

Gracias a los libros parroquiales tenemos constancia de diversas restauraciones efectuadas en su fábrica, como la de 1727, cuando se la aplican algunas obras de albañilería y se la reteja. No obstante, algunos años después, en 1755, el cura D. Juan Francisco Gil de Givaja declara que la ermita estaba caída, y lo mismo sucede en 1757 y 1762, cuando se reitera que continuaba arruinada. En los años siguientes se aborda su rehabilitación, como en 1768, cuando se extraen del archivo parroquial 400 reales para componerla, afirmando en marzo de 1773 el nuevo párroco D. Vicente Duque de Estrada que está bien reparada. Las obras en ella, a pesar de todo, continúan pues es necesario retejarla de nuevo en 1810 y para ello se emplean 417 reales. Ya en el siglo XX, en 1964 su cubierta fue reparada por el Ayuntamiento por ser «de propiedad municipal», según consta en el libro de actas en la sesión de 16 de mayo de dicho año.

La última gran reforma se lleva a cabo en 2009, cuando se le cambia toda la techumbre, maderamen incluido, gracias a la iniciativa de Pilar Arranz Cuéllar, una devota agradecida por haber superado con éxito una intervención quirúrgica. El montante de la obra ascendió a unos veinticinco mil euros, de los que doce mil los aportó dicha devota, siendo aportado el resto hasta el total por el Ayuntamiento.

En cuanto al edificio en sí, la ermita es de una sola planta, rectangular, y tiene unas medidas de 15’80 metros de largo por 7’25 de ancho, y paredes de 4’20 de alto.

En el monumento se distinguen, al menos, tres etapas constructivas bien diferenciadas entre ellas. La más vistosa es la esquina del ángulo sureste, construida con sillería muy bien escuadrada y recorrida por una imposta, que contrasta con el resto del edificio, más humilde en sus materiales constructivos y en los que el sillarejo mezclado con argamasa es el elemento predominante, sobre todo en la parte central del paredón orientado hacia el norte. La puerta de ingreso, que está orientada al sur, tiene arco de medio punto con dovelas. A sus pies se alza una pequeña espadaña de dos metros de altura que alberga un gracioso campanillo que consta que fue fundido y arreglado por el industrial campanero y fundidor salmantino José Cabrillo Mayor en 1944.

En su interior, la cabecera está presidida por un retablo con una única hornacina para albergar la imagen de la santa, que se halla enmarcada por dos columnas salomónicas recorridas, al igual que el resto del retablo, por una vistosa decoración vegetal de tonos verdosos que contrasta con el pardusco claro del conjunto. Dicha imagen se hizo en 1730 y como la iglesia «no tenía de qué pagar», ayudó dando de limosna cuatro fanegas de trigo y dos de cebada según consta en el libro de cuentas de fábrica. Santa Brígida porta un hábito negro, y en su mano derecha sujeta lo que parece una lámpara, atributo que bien puede simbolizar la iluminación del mundo, sacándole de la oscuridad, como fundadora de monasterios que extendían la fe católica.

Llama la atención el ya citado arco de herradura embutido en los mismos cimientos del ángulo noroeste (que algunos autores vinculan a la época condal, en el siglo X-XI), y que alberga la fuente de Santa Brígida, antiguamente llamada también fuente chiquita para diferenciarla de la que se construyó en 1907 junto a la plaza, que alberga un manantial en el que prácticamente no se recuerda que haya faltado el agua ni en los años de mas graves sequías, y al que recurría de forma habitual el vecindario para provisionarse de agua, hasta el punto de que en 1927 la Junta de Sanidad local y el Ayuntamiento acordaron cubrirla y poner en ella un caño y canalizar las aguas para evitar que se revolvieran con los cántaros y que se propagaran enfermedades, aunque desconocemos el motivo por el que no llegó a ejecutarse dicha obra. Como anécdota curiosa sabemos que el 29 de abril de 1787 se ahogó en ella la niña María González Rojo.

En su conjunto, todo el edificio resulta muy sobrio y austero al adolecer de elementos decorativos accesorios, y transmite una gran sensación de espiritualidad y recogimiento.

A esta ermita se dirigen en la actualidad todas las procesiones que tienen lugar en el pueblo (la de San Nicolás de Bari en la fiesta de septiembre; la de San Nicolasillo en la fiesta de diciembre; las del Santo Entierro y de la Resurrección en Semana Santa; y la del Corpus Christi), con la única excepción de la de San Isidro, que se dirige a la ermita de San Roque, situada a las afueras del pueblo junto al camposanto, desde la que el sacerdote efectúa la bendición de los campos.

La fiesta en honor a la santa se celebra desde tiempo inmemorial el día 31 de enero, la víspera, cuando se enciende una gran hoguera que se conoce con el nombre de “luminaria” en la plaza que está delante de la ermita. Antiguamente era costumbre que los chicos de la escuela, al salir de clase, fuesen por las casas a recoger todo tipo de muebles viejos e inservibles y otros elementos de madera con los que la gente quisiera contribuir para avivar la hoguera, y también por el campo a recoger plantas leñosas (jalvias, tomillo, romero…) y pequeños árboles y ramas caídas. Hoy en día la leña también la siguen aportando los vecinos voluntariamente.

A la luminaria acude toda la gente del pueblo que lo desea, y se pasa la velada charlando, cantando, bailando y degustando vino y bollos a los que suelen invitar los vecinos del barrio, mientras se volea el campanillo que está situado en la citada espadaña. Últimamente se ha extendido la costumbre de cenar en ella a base de parrilladas de carne. Al día siguiente, el 1, se celebraba la misa en la ermita, pero hace ya algún tiempo que se ha perdido esta práctica de piedad.

Desde hace una década, cuando el día 31 no cae en sábado, los fuentepiñelanos que no pueden asistir a la hoguera oficial, bien por residir fuera del pueblo o por otras circunstancias, se citan el sábado más cercano (normalmente el último de enero), para disfrutar también de la celebración, pero la luminaria se enciende en este caso en la plaza Mayor del pueblo, y también se cena a base de parrilladas, sirviendo de reencuentro para muchos de estos fuentepiñelanos ausentes.

Fuente: https://www.eladelantado.com/

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