POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Fue la primera mujer en obtener un Nobel y también la primera en lograrlo en dos campos diferentes. Fue la primera profesora de la Universidad de París. Fue la que descubrió el polonio y el radio y quien impulsó el descubrimiento de la radiactividad natural. Y, salvando las distancias que ustedes quieran, disfrutó de la gastronomía murciana, que no es lo mismo que lo anterior, pero casi. Se trata de la célebre química y física Marie Curie.
La científica llegó a Murcia el día 1 de mayo, aunque la noticia fue publicada por el diario ‘La Verdad’ dos jornadas más tarde. El redactor explicaba que se detuvo «brevemente a almorzar en el Hotel Reina Victoria la ilustre y sabia Madame Curie, que con su difunto esposo el académico francés del mismo apellido, tuvieron la gloria de hacer sensacionales descubrimientos químicos en orden a la relatividad».
Por aquellos años, como sucede ahora, pocos vecinos del común habrían oído hablar siquiera de esta científica polaca que había ganado dos premios Nobel. El primero fue el de Física en 1902. Así le distinguieron los descubrimientos alcanzados junto a su marido y otro científico en el campo de la radiación. El segundo, el de Química y en solitario, reconoció en 1911 «el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento».
El rotativo añadía que «tan esclarecida anciana» llegó acompañada a Murcia de su hija, según ‘La Verdad’, o su sobrina, si nos atenemos a ‘ABC’, como «huésped de honor de nuestro suelo español. Se mostraba encantada de su estancia y rápido viaje a España». Pese a la brevedad de la parada, las autoridades locales se acercaron a conocer a tan ilustre viajera.
‘La Verdad’ aclara que en el hotel fueron «atentamente saludadas y cumplimentadas por el Gobernador civil, señor Torres Roldán, acompañado del Secretario de la Junta provincial del Turismo, señor Sobejano; por el Ilustrísimo señor Rector de la Universidad, don José Loustau, catedrático de Ciencias, y por los profesores universitarios señores Martínez-Moya y Ruiz Funes». La Universidad de Murcia se encontraba entonces junto a la parroquial del Carmen.
El alcalde de la ciudad también envió «un lindo ramo de flores» para las distinguidas viajeras. El diario concluyó su crónica señalando que ambas «en coche oficial siguieron su itinerario para Valencia y Barcelona».
Una rutina similar
La rutina ciudadana en aquella Murcia apenas difiere en algunos aspectos de la actual. Así, el mismo día en que se daba cuenta de la visita de Curie, ‘La Verdad’ también contaba en su portada cómo el alcalde socialista Ruiz del Toro había recibido a una comisión de huertanos, que le expusieron las carencias de agua para riego. Y el primer edil pidió a la Confederación Hidrográfica que diera salida al agua de los pantanos.
El Teatro Romea había acogido la fiesta con motivo del primero de mayo y, tras la lectura de las conclusiones de la reunión, «se organizó una manifestación a la salida, la cual se dirigió al Gobierno Civil». Nada más actual. Sin embargo, algo de aquellos días ya no se celebra en la actualidad, no sea que vengan cientos de turistas a disfrutarlo. Es el caso del toque de conjuros que, con motivo del día de la Santa Cruz, comenzaron en la torre de la Catedral. Eran, como señaló ‘La Verdad’, «los tradicionales conjuros, de tanto sabor murciano».
La misma crónica sobre Curie publicada en el decano de la prensa periódica fue reproducida, letra por letra, por sus competidores: ‘El Tiempo’ y ‘Levante Agrario’, lo que evidencia que se trató de un comunicado oficial enviado, muy posiblemente, desde el Ayuntamiento. A escasos metros de esta institución hizo su parada la científica, en el célebre hotel Victoria. No en vano era uno de los más prestigiosos de todo el Levante.
En sus instalaciones descansaron reyes, como Balduino de Bélgica; políticos como Maura, Saura, Canalejas y Sagasta; escritores de la talla de Jacinto Benavente, Ortega y Gasset o Benito Pérez Galdós; artistas con el empuje de Margarita Guerrero, la Xirgú, Celia Gámez o Pastora Imperio y toreros del tronío de Belmonte, El Gallo o Manolete. A la mismísima infanta Isabel, conocida por el pueblo como La Chata, le reservaron su propia habitación, cuyos balcones daban hacia la hornacina de la Virgen de los Peligros, por quien sentía especial devoción.
Una lujosa ‘Brasserie’
Al hotel, cuya fachada aún se conserva al inicio de la Gran Vía, lo llamaron Victoria como homenaje a la princesa Emma de Battemberg, quien cambiaría su nombre por el de Victoria Eugenia cuando se casó con el Rey de España, Alfonso XIII.
Queda por determinar, aunque es muy posible que jamás se sepa, qué comieron las ilustres viajeras durante su estancia en Murcia. Pero oferta gastronómica no les habría de faltar. Y, aparte de la local, también de otras latitudes. El hotel presumía de una afamada ‘Brasserie’ que, lejos del estilo huertano que imperaba por entonces en ventorrillos y bodegas, lucía adornada «al estilo tirolés». Casi nada.
La científica visitó España en tres ocasiones. Fue en la segunda cuando recaló en la capital del Segura, invitada por el Gobierno de la recién estrenada Segunda República en 1931. En aquella ocasión pronunció una conferencia en la Residencia de Estudiantes y aprovechó para visitar la Alhambra granadina. Fue en el retorno, camino de Barcelona, cuando se detuvo en Murcia después de dormir en Almería y antes de seguir hacia Valencia. Pero nada, ni una mísera placa, recuerda que esta mujer visitó, por cierto, la ciudad de donde se consideraban hijos otros dos premios Nobel: Etchegaray y Benavente.
Fuente: http://www.laverdad.es/