POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
Junto con el Estado y el Ejército, la Iglesia es la gran institución con papel decisivo en la vertebración y funcionamiento de la sociedad en el mundo occidental.
En España, aunque existen otras religiones, la Católica es la predominante por su arraigo y actividad, destacando sobre todo por su entrega a los necesitados y destacado papel, especialmente en los momentos de mayores dificultades.
Badajoz es buen ejemplo de ello como ciudad en la que, tanto en tiempos ordinarios como en los de calamidades y desastres, su colaboración es crucial, pues su estructura, organización, centros y abnegada entrega de ministros y fieles, le permite llegar donde otros no alcanzan o no se lo proponen. Las crónicas resaltan que en el pasado, durante las peores epidemias, junto a los médicos y sanitarios, las instituciones religiosas eran las únicas que atendían a los afectados en hospitales y lazaretos.
El reparto de alimento y vestido; curación de enfermos; auxilio a indigentes; tutela de huérfanos y expósitos; servicio en hospitales y hospicios; educación y catequética; ayuda a viudas, mujeres desasistidas y mozas casaderas; asilo de delincuentes, y hasta entierro de los muertos a través de parroquias, conventos, fundaciones, obras pías, hermandades y cofradías, constituían la principal justificación de la Iglesia.
Por mencionar solo las más recientes, en Badajoz se distinguieron en todos esos terrenos, sobre todo en tiempo de epidemias, plagas y vicisitudes, además de las comunidades tradicionales, de las que en el siglo XVIII se contaban dieciséis, ya en nuestro tiempo, las Hijas de la Caridad, llegadas en 1828 para prestar asistencia en el Hospicio y Hospital San Sebastián, donde permanecieron hasta 1990. Hermanitas de Ancianos Desamparados, desde 1880, con someros centros en la calle Trinidad y el llamado ‘convento’ de Joaquín Costa, luego en el nuevo edificio de Pardaleras, y hoy en el gran complejo de La Granadilla. Siervas de María Ministras de los Enfermos, aquí desde 1851, con sedes sucesivas en las calles Joaquín Sama, San Blas, Arco Agüero y Cristóbal Oudríd, donde siguen. Misioneras de la Sagrada Familia, ligadas a la Compañía de Jesús, para socorro de familias necesitadas. O Adoratrices, para la educación e inserción de jóvenes marginadas. Aparte las dedicadas a la enseñanza y otros menesteres, todas con los edificios, instalaciones y prestaciones sufragados con sus propios medios. Las actuales Cáritas parroquiales; comedores, casas de acogida y demás centros católicos que hoy proliferan, sufragados asimismo casi en exclusiva por los propios creyentes, manifiestan quién es la Iglesia en este terreno.
Eso sí que son organizaciones humanitarias no gubernamentales. De otras se conoce menos su labor asistiendo indigentes, atendiendo comedores o cuidando enfermos.
Gran labor la de la Iglesia. Por ello, quizá para evitar que deje de prestar sus tan necesarios servicios si se contamina, sus templos son celosamente vigilados por la autoridad gubernativa, y hasta sus cultos interrumpidos a veces, para garantizar su salubridad.
Fuente: https://www.hoy.es/