POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
¿Qué va de la verdad a la mentira, de la fe a la razón, del mal al bien, de la vida a la muerte? No lo sabemos con certeza, y si lo sabemos, lo olvidamos presto o lo acomodamos a nuestros particulares intereses.
De ahí que el Día de todos los Santos -¿santos?, ¿cuántos?- esté en la memoria de cada uno de nosotros según nuestro particular parecer y entender.
Los asesinos también homenajean a su manera a los colegas caídos, encarcelados o absueltos, aunque esos homenajes se nos antojen irracionales y contra natura, especialmente a las víctimas de los verdugos.
En fin, que la sombra alargada de Caín recorre la tierra, y la luz cordera de Abel tiene difícil abrirse paso en busca de un buen pastor.
Por vivos, hagamos el memorial de los muertos, pero sin acritud,
sin venganza, sin contrapartida alguna.