POR JESÚS LECHÓN MELÉNDEZ COMO CRONISTA DE CALAMOCHA (TERUEL).
Recluta, el primer día y Paco
Tienes Frío?, … Pues, ¡Te jodes!. I PARTE.
CAPITULO I
Finalmente lo inevitable aconteció, el coche se detuvo en la puerta de la AGM, me despedí de mis padres y de Mayte con la intención de salir en cuanto me fuese posible, cuando ni siquiera había entrado, advirtiéndoles que permaneciesen allí unos segundos mientras entregaba mi citación, la esperanza es lo último que se pierde, tal vez mi nombre no figurase en la Lista, me volví, les salude y cruce el umbral de la puerta para reunirme con una veintena de hombres valientes que como yo, acababan de llegar, serían sobre las cinco y cuando gire la cabeza vi como el Ford Orion de mí padre daba la intermitencia para dirigirse hacia Zaragoza capital, 7 Km. les separaban, Mayte se quedaría allí, esperando en su casa que pudiese volver y mis padres regresarían al pueblo, y aquello que ahora pisaba era un cuartel.
Un soldado alto y desgarbado, amen de tener la cara algo desordenada, pero simpático y con ganas de hacernos mas llevaderos los primeros instantes entre los militares, fue nuestro primer líder y guía, de modo que cuando considero que el grupo de la entrada era lo bastante numeroso nos invito a seguirle al tiempo que comenzaba a explicar ciertas cosas de utilidad que debíamos conocer, así auguró a uno de sus ahora pupilos que tan solo estaría allí un par de días pues lo echarían por gordo, por relación talla-peso dicho de otro modo, (dos días más tarde cuando ya estábamos todos en una especie de Formación, el alto y desgarbado vino acompañando al gordo de Villarreal quien portaba un folio que representaba su libertad, en aquel momento paso a ser la persona más envidiada del cuartel, a pesar de ser la suya una libertad transitoria y condicional, ya que tenía que volver dos años después en busca de la Licencia absoluta que le será concedida si solo si sigue igual de gordo o más que tanto da). El trayecto desde la puerta de entrada hasta el Patio de Armas de la tropa nos llevó unos diez minutos, el alto y desgarbado no paro de hablar, que si había cuatro Compañías, unos 900 soldados, nos conocemos todos, buena gente, … de vez en cuando alguien le interrumpía para preguntarle, ya por aquel entonces yo era el último del grupo disfrutando de los detalles que ofrecía ese primer trayecto por entre los muros de la reciente Historia del Ejército y de España; A unos 50 metros de la entrada, justo frente a ella, se levanta un monumento ecuestre en honor al General Franco, primer director que fuera de la AGM en su segunda época a finales de los años veinte, el caso es que la estatua en cuestión es conocida entre los mandos como el monolito o el caballo, el que Franco este en lo alto parece accesorio y mucho me temo que cualquier día lo descabalgan, pues el auténtico homenajeado parece ser a todos los efectos el caballo, siendo así uno de los pocos lugares del mundo, imagino, donde un animal tan bello como el caballo tiene un, merecido, monumento, que preside el edificio principal y emblema de la Academia al pie del Patio de Armas que tantas veces sale por televisión, más adelante hay monumentos menores, bustos del General Primo de Rivera, y de Alfonso XIII, Dictador y Rey respectivamente cuando la AGM comenzó la andadura bajo Franco, y los ornamentales y tal vez funcionales típicos cañones que decoran cualquier instalación militar que se precie, pero conforme te alejas de ello las cosas dejan de ser tan bonitas, la Formación obedeciendo al alto y desgarbado cambia al lado izquierdo de la calle para aprovechar la generosa sombra de un viejo y largo edificio, otrora cuartel y del cual no supe utilidad alguna en toda mi estancia militar, posiblemente fuese el cobijo de la tropa en los años cuarenta, pero en aquellos días seria demasiado nuevo para dejarlo en semejantes manos, el caso es que hoy agoniza y se encuentra a pared de las cuadras en una interminable calle, pero estas apenas dan sombra y dejan ver ya el cuartel de la tropa, una especie de Pista de Baloncesto y un Campo de Fútbol, de tierra por supuesto, y estamos dentro del Patio de Armas de la tropa, y sí hasta aquí fui comprendiendo todo y orientándome, aquí me perdí cuando el alto y desgarbado, que nunca me cansaré de repetirlo, tomó las riendas, elevó la voz y sacó a flote sus limitadas dotes didácticas que sazonaban su enorme voluntad intentando explicarlo todo, el resultado fue el caos, pero el diez a la cordialidad es sobradamente merecido :
«Mirar, es como un rectángulo alrededor del cual se reparten los edificios, en uno de los lados cortos la UAS, que es donde están los mandos, frente a ella el Comedor, la Cantina y la Peluquería, a la cual os llevo, … tranquilos que es broma, no creo que hoy os corten el pelo, es tarde ya, (oyéndose un respiro de alivio generalizado), y en uno de los lados largos, (continuó explicando), aquel por el que entrábamos, la Cía de Destinos, Transportes, Apoyo, que es donde vais a ir vosotros, y el SERRES junto al comedor y allí en frente esta el Pelotón de Administración, una Cía vacía y la Mixta, que es la mía».
Fin de trayecto sobre la acera del Comedor dejamos las bolsas junto con las de otros que habían madrugado más que nosotros y nos dirigió a una puerta lateral donde intentamos ordenarnos alfabéticamente la veintena de recién llegados iban a «tomarnos la filiación», ¿quién eres?, ¿de dónde vienes?, que a dónde vas ya lo sabemos,… y nuestro guía se despedía volviendo sobre sus pasos a por más refuerzos.
Ya solos comenzamos a ordenarnos como buenamente pudimos de acuerdo a las muchas versiones que del alfabeto fueron apareciendo, ¡Dios mío!, pero ¿dónde me había metido?, sea como fuere el diálogo surgió al tiempo que íbamos configurando una perfecta Formación en fila india al objeto de aprovechar al máximo la sombra en vistas de que éramos los últimos de una larga cola en pro de la filiación, pronto comprendí que había coincidido en mi llegada con la del tren procedente de Valencia, así la mayoría de mis ahora compañeros eran de Castellón, pero no estaba solo pues no tarde en encontrar un amigo para toda la mili y más allá para toda la vida; En todas las Formaciones hay despistados, uno de los nuestros vagaba sin rumbo alrededor de la fila hasta que por fin se atrevió y habló, y así estaría hasta el día de su licencia:
– ¿Cómo te llamas?; Le preguntaron desde la fila con objeto de hacerle un hueco.
– Me llamo Francisco López Viance y soy de Navarrete en Teruel, pero todo el mundo me llama Paco; Respondió con signos evidentes de estar supernervioso, temeroso de todos y haciendo sonar su característica voz de pito a caballo entre la niñez y la adolescencia que pronto le definiría. Era alto, delgado y estaba más que moreno negro, tenia la cara de crio y temblaba, sentía miedo de todos y necesitaba conocer a alguien que le ayudase, era tan sencillo como el mecanismo de un orinal y tan buena persona como lo es la mejor, era un niño en su primer día de escuela.
De modo que siendo fieles a la versión del alfabeto que de común acuerdo habíamos dado por buena le correspondió situarse justo detrás de mí, y la cara le cambió cuando supo, que yo era de Calamocha, pueblo que dista 4 Km. de su querido y nunca lo suficientemente idolatrado por él ,Navarrete, ya tenía un amigo. La fila avanzaba a buen ritmo y antes de lo previsto ya estaba ante la puerta de entrada de lo que luego supe era el comedor habilitado para los mandos de servicio en el cuartel, allí se repartían unas cuantas mesas, con otros tantos soldados encargados de tomarte la filiación, es decir todos tus datos y algo más …
Sin embargo, antes de entrar hizo su aparición entre nosotros el oficial de guardia, vestido de Bonito y con una boina marrón que conjuntaba perfectamente con el resto del traje, se identifico como la persona, (perdón), como el militar encargado de recibirnos y seleccionarnos para en un futuro, y siempre de acuerdo a nuestra valía, darnos un destino dentro de la AGM, gastaba bromas a diestro y siniestro entre los soldados que por allí transitaban y cuando vino el alto y desgarbado con otra remesa de recién llegados se cebó en él intentando hacernos sonreír, evidentemente que nuestro primer líder y guía se prestaba a ello, pero no para tanto, … lo cierto es que me pareció que el Oficial Selectivo no hubiese pasado un mínimo control «antidopin», dicho claramente estaba nos parecía contento, impresión que fui contrastando con otros compañeros ya avanzada la mili y que como yo sintieron vergüenza ajena ante el alegre talento derrochado por el oficial del cual llamaba también poderosamente la atención la minúscula boina que le cubría su inmenso cabezón, y que con seguridad se ponía a rosca; Cansado de nosotros y ávido de emociones más fuertes caminó hacia la Peluquería, unas puertas más arriba, donde compañeros nuestros esperaban que los pelasen, «éste tío está borracho se oía conforme se alejaba».
– ¡Venga, que pase otro!; Se oyó desde el fondo del comedor, y tras tranquilizar a Paco, rogándole estuviese atento para cuando lo llamasen, caminé hacia la mesa desde donde me reclamaban, y una vez cumplidos los saludos de rigor comenzó el entrañable acto de la filiación:
– Primero debes firmar aquí como que has venido voluntariamente.
No tengo ganas de discutir y sin la mínima oposición firmó, advirtiéndome que en lo sucesivo lleve siempre a mano el DNI y un boli pues deberé firmar cientos, miles de veces a lo largo de los próximos días, premonición que resultó cierta, y es que en la mili mucho mejor que ser adivino es ser veterano.
– Ahora ya no te puedes marchar.
– Hombre, eso se advierte antes de firmar; Le replicó con su misma ironía.
– Toma éste será tú número durante el mes de Instrucción, no lo pierdas, lo mejor es que te lo aprendas, y si no puedes te lo apuntas en un papel, pero claro, …
– Vale, vale; Le interrumpí al ver que se liaba, y me da una especie de etiqueta con el número 418, el cual se va a convertir en mi persona, ya no tengo nombre, sólo soy un número más, y continuando con la rutina siguen las preguntas.
– ¿En caso de accidente a quien quieres que avisemos?, no va a pasar nada, pero, …; Se apresura a tranquilizarme.
– A mi casa.
– ¿Y por quien quieres que pregunten?.
– Por mi madre.
– Bueno y ahora en caso de que el accidente sea muy grave, a quien avisamos.
– Es que el anterior no era grave, (le pregunto sin esperar contestación), a mi casa igualmente.
– ¿Y por quien quieres que pregunten?.
– Por mi padre, por variar y sino por quien este.
– ¿Y a quien quieres hacer beneficiario del seguro?.
– A mi hermano; Dije ya con desgana y harto de tanta tontería que pretendía dudar de mi agudizado instinto de supervivencia, concluida esta primera parte la segunda fue más llevadera, tan sólo se trataba de rellenar una serie de fichas con tus datos personales, estudios y aficiones, amen de poner tus preferencias como futuro destino dentro de la Academia, dicho de otro modo en qué te gustaría trabajar tras la Jura de Bandera, por supuesto esta permitido mentir, como bien me advirtió el soldado encargado de afiliarme, pero cuando ya era demasiado tarde pues ya lo había hecho al decir, sin querer, que no tenía el carnet de conducir; Mi filiación había concluido con éxito, y siguiendo instrucciones salí en busca de mis compañeros de llegada, pronto los vi, sentados en la acera frente a la Peluquería aprovechando la sombra de los pinos y a la espera de cumplir con uno de los más emotivos actos de cuantos componen la vida de un soldado de reemplazo, el primer corte de pelo en el cuartel.
Miré el reloj que le había tomado prestado a mi padre por aquello de que el mío no tenía despertador y vi que éste marcaba las ocho menos cuarto de la tarde del día 16 de agosto de 1995, festividad de San Roque, patrón del pueblo que me viera nacer, Calamocha; Estaba sentado frente a la Peluquería del cuartel, cobijado bajo la castrense sombra de unos pinos que no era la primera vez que vivían aquella situación, a lo lejos apareció la esquelética figura de Francisco López Viance, quien desde el umbral de la puerta del Comedor había concluido su dilatada filiación y miraba ahora en todas las direcciones en busca de una cara conocida, alguien de entre nosotros hizo gestos con la mano y se encaminó hacia los pinos balbuceando acerca de lo que le había acontecido, la referencia a él era inevitable y un buen punto de partida para el inicio de cualquier conversación, así fui conociendo a más gente está vez de Aragón, el de Ricla y el músico de Calatayud fueron los primeros constatando lo evidente, éramos minoría. La Peluquería vomitaba un ruido infernal, la música máquina sonaba a toda potencia y de vez en cuando un enano con uniforme salía a por más cabezas que pelar, pero sin demasiada prisa, alardeando de haber pelado a más de cien tíos el solito, a voz en grito, fue precisamente en una de sus visitas a la puerta cuando dirigiéndose al alto y desgarbado, quien traía un nuevo grupo a la cola de filiación, le gritó: «¡pero aún quedan más»!, «¡cállate!, que te traigo un tío con unas greñas hasta el culo», y todos esforzamos la vista en dirección a la puerta del Comedor hasta que le vimos doblar la esquina, «¡hostia que greñas!», grito el enano, para añadir «a ese lo pelo yo, ¡chaval, ven pa ca!», y ambos comenzaron a andar para encontrarse a mitad de camino una vez que el enano hubiese escondido el porro entre los ladrillos de la pared, el resto de peluqueros salió a presenciar el encuentro y pronto ambos se dirigían hacia la Peluquería, en concreto hacia el canuto para iniciar un mano a mano pregonando a los cuatro vientos «es de Barna, nen, de mí barrio, somos colegas», amigos para siempre, justo hasta que el alto y desgarbado lo reclamo a su fila, las greñas podían esperar, se había convertido en la atracción de todos, su melena rubia, su camiseta de tirantes dejando ver sus múltiples tatuajes y sus cicatrices en la cara lo convirtieron pronto en un buque insignia del tercer llamamiento de 1995, barajándose numerosas hipótesis acerca de lo que semejante elemento podía durar entre nosotros: «será maricón, será drogadicto, será chorizo, …, se ira a la Legión, lo echaran, se marchara cuando se canse», claro que cree el ladrón que todos son de su condición, más modestamente yo pensaba que acabaría sus días militares como soldado de Peluquería, el enano podía ser su maestro.
«¡El chiringuito se cierra!, venir a llevaros a estos», gritó el enano aupándose sobre sus botas, y refiriéndose a nosotros, visto y no visto la Peluquería se cerró, y aún tuvimos tiempo de ver como con algún colega torcía la esquina hacia la parte trasera del Comedor con el objeto de liar un nuevo canuto; El alto y desgarbado se acercó a los pinos y nos presentó a Guzmán, quien iba a ser desde ese momento nuestro nuevo líder y guía, el soldado auxiliar encargado de custodiarnos, tan alto como el primero pero mucho mejor mozo, fue también todo simpatía y amabilidad, a lo largo del mes que nos fue acompañando. Serían las ocho pasadas cuando recogimos las bolsas y nos encaminamos hacia la Compañía de Apoyo donde estaríamos al menos mientras durase el mes de Instrucción, luego según nos iba explicando Guzmán nos podría tocar o no continuar ahí, al abandonar el Patio de Armas y tomar la calle de la Cía los veteranos se asomaban desde las habitaciones donde la música sonaba a todo volumen con el fin de reconocer a alguien, curiosear o simplemente ver la pinta que traíamos, pero para su desilusión, el greñudo no estaba en el grupo, la Cía era como un rectángulo, entrando a ella por el centro de uno de los lados largos, justo frente a la puerta una mesa, un banco y un panel de anuncios en un lado y unas maquinetas de café y como no de Coca Cola en el otro, mientras a derecha e izquierda se encuentran los pasillos con las alcobas, pero nuestra cama estaba en el primer piso, concretamente en el pasillo de la izquierda, en una operación que apenas duró unos minutos nos dieron el cubierto, dentro de una funda, evidentemente verde, apareció una navaja, pretendidamente multiusos, junto con una cuchara y un tenedor de tan sólo unos 14 cm. que exigían cierta habilidad en su uso siendo necesarios muchos días de mili para lograr un mínimo desenvolvimiento con los mismos, y junto a él nos entregaron la ropa de cama, un trozo de lona con una letra y un número cuya utilidad nunca llegue a comprender, y que debíamos colocar entre el somier y el colchón, una funda para el mismo, que a duras penas conseguías embutir, otra para la almohada, una sábana y una colcha, que esperaba verde y resulto ser azul relajante, bajo la que habrían dormido decenas de militares a juzgar por los múltiples remiendos que tenia fruto de quemazos y enganchones, lo normal que suele pasar en cualquier casa. Amontonados en el pasillo central, nos fueron llamando por números para asignarnos catre, alguien explico que no eran habitaciones sino Camaretas y conmigo empezaron una nueva, constaban de cuatro literas, ocho taquillas, una mesa, dos bancos, una papelera y un poster de Monreal de Ariza, mi cama paso a estar situada en la Camareta nº 12, entrando a la derecha arriba, y justo debajo se instaló el número 419, a saber, Francisco López Viance, no quiso coger la de arriba ya que según confeso era propenso a caerse de la cama, el siguiente paso fue hacerlas y dejar las cosas en la taquilla a la espera de que nos llamasen para cenar, mientras Paco empezaba a dar signos evidentes de nerviosismo y pronunciar una de sus palabras favoritas, «¡ayudarme!», no había forma humana de callarlo, «... mis amigos del pueblo que han hecho la mili me han dicho que aquí gastan unas putadas, … pero yo si me viene alguno me chivo, …», la situación degeneraba por momentos hasta que finalmente el soldado Guzmán nos recogió para invitarnos a cenar; El Comedor era inmenso dividido en dos mitades, a la izquierda los que tenían uniforme, a la derecha quienes no, y justo frente a la entrada el autoservicio, tomabas tu bandeja con los huecos correspondientes, dos grandes y dos pequeños y a ver que servían , el vaso, el hielo y «vamos, Paco, no te distraigas», no recuerdo la cena, no debió de ser gran cosa, no había hambre, sólo sed y dejando a un lado el agua, el vino de Cariñena, y la consabida Casera, siempre presente para evitar posibles fugas, nos dedicamos a la leche, al acabar cogías la bandeja e ibas a tirar los desperdicios a los cubos que estaban justo en el lado contrario de donde habíamos cenado, junto a la puerta lateral de salida, Paco hizo exactamente lo mismo que yo y al salir me di cuenta de que eran las nueve de la noche, el sol se escondía y el día de San Roque terminaba, me quede pensando en mí pueblo y en Mayte que estaría en su casa esperándome, perdí a Paco y marché hacia la Camareta, vagué sin rumbo hasta quedarme absorto mirando desde la ventana del pasillo a una Zaragoza que comenzaba a iluminarse, aquí tenía que estar nueve meses, tampoco era tanto tiempo, «¡Jesússs!», era la voz chillona de Paco rompiendo mi concentración, y la calma de la Camareta donde ya era el tema de conversación.
Pasadas las diez nos hicieron salir al Patio de Armas, fue mi primera Formación, donde Guzmán hizo lo que pudo por mantener el orden, nos contó y dio novedades al Cabo Primero encargado de nuestra Instrucción, quien una vez se hubo presentado, nos emplazo para la mañana siguiente, era joven, y en una primera impresión parecía buena persona, no nos defraudó, nos mando a la cama y obedecimos, Paco me pidió permiso para lavarse los dientes, y con mi consentimiento procedió, instante que aprovechamos para hacer las presentaciones oficiales de los miembros de la Camareta, dos de Villarreal, uno de Tortosa, uno de Castellón, otro de Alicante y otro que ahora no ubico, de repente alguien grito «¡Compañía, Silencio!», y las luces se apagaron, di las Buenas Noches, y nos dispusimos a dormir, sobre nuestros magníficos colchones Pikolin, de muelles, todo un lujo sorprendente y digno de agradecer.
-¡Oye!; Dijo el de la voz de pito al cabo de unos minutos, nadie le contestó, pero el buscaba respuestas, e insistió.
– Si vienen hacernos algo, les cascamos ¿vale?.
– ¡Cállate pesao!; Le respondieron desde la placentera oscuridad y silencio del que disfrutábamos.
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