POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
La mitad de los presidentes murcianos ha dimitido por supuesta corrupción. Al menos, en lo que llevamos de Democracia. Y en el 66% de los casos jamás fueron condenados por ningún tribunal o fueron absueltos. Esta es la curiosa -cuando no terrible- estadística que arroja un sencillo cálculo. Seis presidentes ha tenido la Región: Hernández Ros, Carlos Collado, María Antonia Martínez, Ramón Luis Valcárcel, Alberto Garre y Pedro Antonio Sánchez, quien estos días ha dimitido, como también lo hicieron Hernández Ros y Collado. Un 50%. Sume y siga. Lo terrible es que en los dos primeros casos se demostró muchos años más tarde la valía de ambos. Atravesaron el desierto del desprecio para luego ser rehabilitados. Rehabilitados como rehabilitamos en Murcia. Uno, cuando ya estaba muerto. El otro, por el propio partido que lo expulsó y por la Oposición que le presentó una moción de censura. Estas son sus historias.
Hernández Ros, el padre del Estatuto
Su firma, junto a la del Rey Juan Carlos I, pasará a la historia de Murcia, plasmada en un documento de gran trascendencia que ambos rubricaron un 9 de junio: el Estatuto de Autonomía de la Región. Porque, entre otras muchas cosas, el presidente Andrés Hernández Ros (Guadalupe, 1948), tuvo el privilegio de dirigir la democratización de Murcia tras la dictadura de Franco; un régimen, por cierto, que incluso llegó a encarcelarlo por sus ideas progresistas. Le sucedió por haberse manifestado contra la dictadura cuando hacía la mili en Rabasa.
Luego, en 1976, terminaría fundando el Partido Socialista en Murcia tras lograr unir –una de sus virtudes fue la de saber organizar equipos– a republicanos inconexos y viejos socialistas desorganizados. Ya desde el primer momento, incluso aunque muchos de aquellos no lo tenían nada claro, adelantó que lideraban una formación que llegaría a gobernar, ya no solo la Región, sino también España. En enero del año siguiente se celebró el primer congreso regional. El lugar elegido: la parroquia de San Basilio, que les fue cedida por un cura progresista.
Tras la aprobación del Estatuto, fue el primer presidente electo de la Comunidad Autónoma de la Región, ratificado por la ciudadanía que le otorgó la mayoría absoluta a la candidatura del Partido Socialista que él encabezaba en las elecciones autonómicas de 1983.
Hernández Ros se convertiría en presidente autonómico el día 1 de julio, un cargo que desempeñó hasta el 9 de marzo de 1984, cuando dimitió a raíz de la crisis surgida en el PSRM por el intento de soborno a dos periodistas del diario “La Verdad” para que no lo atacaran. El político mantuvo su escaño de diputado regional hasta final de la legislatura, en 1987. Fue entonces cuando abandonó la política. De Madrid enviaron a un comisario político para que lo defenestrara, con el apoyo de sus propios compañeros socialistas. Alguno de ellos lloraría después su muerte.
Hernández Ros siempre lo consideró como una maniobra conspirativa contra su persona. Lo fue. Pero aquello le costó en 1984 sus dos cargos. Uno, la secretaría general del PSRM-PSOE. Y otro, la presidencia de la Comunidad. Atrás quedaba una época dorada para el PSRM-PSOE, que llegó a contar más de 20.000 afiliados y 16 años en el poder autonómico.
El expresidente se convirtió en un apestado. El 28 de junio de 2016, cientos de murcianos y representantes de todos los partidos se suman al acto civil en homenaje al expresidente fallecido. Dirigentes del PSOE y del resto de formaciones coincidieron en destacar el carácter dialogante y conciliador del político que logró firmar el Estatuto de Autonomía. Y desde el PP anunciaron que pondrían su nombre a una calle.
Carlos Collado, con el PP a sus pies
Tras el intervalo de interinidad de María Antonia Martínez en la presidenta, hasta donde llegó tras ser vicepresidenta de Andrés Hernández Ros, le tocó el turno a Carlos Collado. Entre otras historias, también sus propios compañeros de partido hicieron correr el bulo de que el presidente había cobrado comisiones por la compra de los terrenos de Casa Grande, donde luego se instaló General Electric. Sucedió en 1993. Las mentiras se cimentaron en un informe del Tribunal de Cuentas del Reino, que estableció tan numerosas como supuestas irregularidades. Casi todos los diputados del PSOE en la Asamblea le retiraron su apoyo y lo acusaron de prevaricación y malversación. La prensa puso nombre al caso: Casa Grande. Y la historia llegó al Tribunal Superior de Justicia. Pero Collado ya era un cadáver político. De nada sirvió que los tribunales le dieran más tarde la razón.
A Collado lo sustituyó María Antonia Martínez y el PP barrería en las siguientes elecciones.
Once años después, en la Asamblea Regional habría de escuchar Collado las alabanzas del entonces presidente Valcárcel, quien aseguró: «Quiero expresar mi agradecimiento a anteriores gobiernos que fueron conscientes de la importancia de que General Electric se instalara en la Región, y en especial a Carlos Collado, que defendió y apoyó el proyecto». Tela marinera si tenemos en cuenta que el PP de Valcárcel impulsó una moción contra Collado, precisamente, por impulsar la inversión. Y Collado, en aquel día en que le reconocieron su mérito, casi se echó a llorar. Pero es que era para hacerlo.
El tercer presidente que ha dimitido es Pedro Antonio Sánchez. Su historia todavía no ha concluido. Pero, de seguir la tendencia y costumbre tan murciana de abrazar con tanta fuerza al prójimo como fuerte es la puñalada que al tiempo te arrean, no le auguro un futuro muy distinto al de sus antecesores dimitidos. Lo que menos importará, incluso a muchos que antes eran escabeles de sus pies, será que sea inocente o culpable.
Fuente: http://blogs.laverdad.es/