POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Quizás el título de esta columna pueda parecer algo rebuscado y cursi, pero cuando se trata de sensaciones y vivencias, creo que puede perfectamente identificar unos momentos vividos con intensidad, unas experiencias cultivadoras del espíritu, unas sensaciones que te hacen sentir lo bello de la vida ¡que buena falta nos hace!
La verdad que una de las cosas mejores que me han ocurrido en mi vida de ocio y cultura es pertenecer a una agrupación coral, de adentrarnos en la música polifónica que, como decía mi abuelo Felipe: “la música amansa las fieras… y también los espíritus”, y él sí que era un espíritu libre lleno de vivencias y experiencias que acumulan la sabiduría de la vida, un hombre actual en su época, Yo escuché las primeras zarzuelas y algún clásico en su gramola de manivela y discos de pizarra, yo era muy niño, y era todo un abuelazo… se nota que le adoraba ¿verdad?
Mucho aprendí de él y me faltó tiempo, ya que a mi padre le disfruté bastante menos…
Pues, a lo que íbamos, cumpliendo etapas y compromisos corales, hace unos días mi coral acudió a un entrañable pueblo de nuestra comarca, que en esta llanura nuestra de horizontes infinitos, apenas una loma o pequeña elevación es suficiente para ofrecernos un paisaje distinto, nos da una visión algo especial porque nos deja apreciar esos largos horizontes. Precisamente este pueblo, se trata de Collado de Contreras, está situado en una de esas lomas sobre las cuencas de los ríos Arevalillo y Zapardiel, de ahí su nombre por su situación en el pago que llaman “El Collado” el apellido vendrá después, y nos ofrece un amplio paisaje que se pierde con las estribaciones de la Sierra de Ávila al sur y sus colores cambiantes de verde dehesa y las primeras afloraciones graníticas sobre estos sedimentos propicios al cereal… Precisamente por esta época del año, estos siempre sedientos campos de nuestra Castilla se tornan verdes de primavera, especialmente por las escasas lluvias de estos días pasados, porque no hace tanto estaban los campos escuálidos y ralos. La tarde estaba tormentosa y extensos ramales distribuían aguas de tormentas por las sierras que formaron vendavales y tornó la calidez del aire de la tarde en fresco y humedo. Allá abajo, en primer plano la ermita de Nuestra Señora de las Cuatro Calzadas, muy querida en la zona, y pueblos que tapizan el paisaje: Crespos, Chaherrero, Viñegra de Moraña, Narros de Saldueña, Papatrigo Muñomer del Peco, Albornos, San Juan de la Encinilla, Riocabado y San Pedro del Arroyo…
Nuestra Coral La Moraña tiene a gala el llevar la música polifónica a todos los roncones de la comarca, además de otros muchos lugares de España, Portugal, Italia, Austria, Canadá o Croacia, dentro de poco viajará a Berlín con su equipaje musical… y este pueblo nos faltaba aún, por eso la satisfacción fue doble, el contribuir a un día festivo y de inauguraciones y el mismo hecho de ofrecer un concierto que debió de gustar, porque no se candaban… ¡nosotros tampoco!, y qué sonido en ese pedazo de iglesia tan bella, y contagiados de ese espíritu, con esa sensación de estar tan a gusto entre nuestra gente, mucha de ella conocida fruto de esa comarcalidad que une tierras y gentes.
Y como dicen algunos, provechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y que el cercano Zapardiel pasa por Medina del Campo, pocos días después asistimos muchos miembros de la coral arevalense a una gala muy especial de nuestros amigos y compañeros de la Coral Voces Amigas de Medina del Campo, que cumplía su 25 aniversario. No nos lo podíamos perder porque es como una formación hermana, por la amistad, por compartir la mejor directora de corales que hay y porque en muchos aspectos hemos seguido un camino paralelo. Fue un acto precioso, emotivo, lleno de música naturalmente, con sorpresas y mucha amistad. Felicidades amigos medinenses.