POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
¡La mortadela me vuelve loco! Cuando me hayo solo y no tengo que aguantar asesorías acerca de los maleficios de la mortadela, me escapo al Sánchez o al Alimerka de Fuertes Acevedo, compro este embutido por carretilladas y lo corto en lonchas de buen calibre para insertar en un bocata así de grande, al que añado por mi cuenta y riesgo mermelada de ciruela. ¡Dios!, ¡vivan los cenobios con mortadela y barras de chapata! Los diputados se aferran al chófer, los jovencitos al Filemón, yo a la mortadela. Y me la zampo antes de que lleguen los tiquismiquis a desconversar, a demostrarme que la mortadela lleva garganta de cerdo, grasas saturadas, colesterol, saborizantes, tocoferoles, E306, almidón, sal y fosfatos, mismos que aliño con mermelada de ciruela y pectina, sorbato de potasio, benzoato de sodio y bla, bla, y espesante y E, E, E… ¿Cochino me dicen? Cochina es la envidia.
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