LA CIUDAD, SEGÚN EL HISTORIADOR Y CRONISTA OFICIAL DE MURCIA ANTONIO BOTIAS, AÚN MANTIENE UNA DEUDA CON LA MEMORIA DE LA GENIAL Y REBELDE ELISA SÉIQUER, ÚNICA ESCULTORA A LO LARGO DE UNA ÉPOCA
Sin apenas levantar la voz, entre profunda calada y calada a su cigarrillo, en una «contestación lacónica», como destacaría el diario ‘Línea’, la joven Elisa Séiquer Gutiérrez expresó su opinión sobre Francisco Salzillo: «Es un buen imaginero». Punto. Con apenas 27 años ya apuntaba maneras de murciana de dinamita.
Cuando aseguró aquello, en una Murcia a donde era pecado no ensalzar hasta aburrir al genial escultor, Elisa acababa de alzarse con el galardón que incluso llevaba el nombre del artista: El Premio Nacional Salzillo. Y lo hizo venciendo a destacados autores. «Es un buen imaginero». El redactor no intuyó entonces que Séiquer lucharía a gubia partida contra el barroco incontestable en su época.
La autora nació en la plaza de Santa Catalina en 1945, cuando aún se estremecía el mundo por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Y en gran medida sería Elisa un torbellino explosivo, en lo cultural y en lo personal, durante los 49 años que habitó este mundo, mundo que supo plasmar desde una óptica fresca, moderna y vanguardista.
Concha Hernández, autora de un interesante trabajo titulado ‘La invisibilidad de las mujeres en la escultura: el olvido de Elisa Séiquer’, recuerda que la escultora demostró su inclinación por la escultura desde muy joven.
Con apenas quince años conocería al pintor José María Párraga y a otros autores, en su mayoría de ideas de izquierdas, entre ellos Hernández Cano, Avellaneda o José Luis Cacho. Alguno de ellos formaría parte del denominado ‘Grupo Aunar’, bajo cuyo paraguas organizó una de sus primeras exposiciones cuando apenas contaba 18 años.
Un año antes, en 1962, la autora fue galardonada con el Premio Villacis por la obra ‘Hombre’. Por aquel tiempo, ella resumiría cómo era su arte en una entrevista publicada en ‘La Verdad’: «Mi estilo consiste en mostrar a los demás lo que no les interesa conocer: el ángulo pesimista de la vida». El titular de la entrevista, curiosamente, destacaba que «la única mujer escultora que hay hoy en Murcia tiene 17 años».
Para Hernández, Séiquer supo beber de diversos maestros. Por ejemplo, de José Jardiel adquirió la disciplina del dibujo. Y no poca técnica aprendería durante su paso por el taller de escultura de Juan González Moreno, otra de las cimas artísticas del siglo XX en Murcia.
Tras el bachillerato, que compaginó con la Escuela de Artes y Oficios, la joven se matriculó en 1964 en Bellas Artes en Valencia, hasta desembocar, previa beca de la antigua Diputación Provincial de Murcia, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. No encontraría en aquella aula a otra mujer.
Fácil no lo tuvo. La misma obra titulada ‘El Acróbata’ que fue rechazada en la Exposición Nacional de Escultura le sirvió para obtener una beca del Gobierno francés. Por eso pudo viajar a París y continuar su crecimiento artístico en el taller de Etienne Martin.
Siempre provocadora
Cuenta Concha Hernández que, desde ese preciso instante, «se movió en dos vertientes: por una parte, un expresionismo agresivo que obtiene al dividir la materia, abrir los torsos y mutilar la figura humana y, por otra, una escultura ligera y ágil, donde busca el movimiento». Torsos, sin olvidar sus magníficos dibujos y retratos, en los que destacaría a lo largo de su producción, también reconocida con el Salzillo que impulsaba la Diputación en 1971. En aquella ocasión la obra ganadora fue ‘El Salto’.
Elisa Séiquer tuvo que vérselas en ese concurso con autores como José Carrilero, Anastasio Martínez, Antonio García Mengual, José González Marco o Juan Díaz Carrión. Hasta un total de veintidós competidores.
Su éxito en el certamen la catapultó a los medios y los murcianos pudieron conocer algo más de la autora. Así, se aseguraba en una entrevista en el diario ‘Línea’ que «el arte de Elisa Séiquer aspira a mostrar una parte de la humanidad que la propia humanidad pretende ignorar». Una parte que en 1973 plasmó en una exposición para el recuerdo en la galería Chys. En ella retrató a los internos del Hospital Psiquiátrico Provincial.
Cayetano Molina publicaría en ‘Línea’ un 4 de noviembre de aquel año que «tienen ritmo y una subyugante fuerza luctuosa esos cuerpos despiadadamente descuartizados por la complicada imaginación de Elisa Séiquer».
Y añadía que «las cabezas agujereadas como de interfectos decapitados, constituyen un espectáculo demasiado desagradable para las personas que buscan en el arte, sobre todo, un goce espiritual sin morbosas desviaciones».
Un poco antes, en 1969, la autora había comenzado su actividad docente como profesora de dibujo en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Yecla, para pasar más tarde al Alfonso X de Murcia.
Séiquer también fue, como publicó Manuel Madrid en su día en ‘Ababol’, «militante socialista -vocal de la Junta Vecinal de Santa Eulalia; tenía su estudio en la plaza de las Balsas-, sensible a las injusticias, buscó la independencia y practicó el amor libre en una época en la que ser mujer, lesbiana y artista no facilitaba las cosas; amplió horizontes en viajes a Francia, Italia y Egipto, y retornó a la Región».
Luego, como a tantos, cayó en el olvido. Una de sus bellas piezas, ‘Juego de muchachos’, estuvo durante años arrumbada en un almacén municipal, hasta que quien esto escribe propuso recuperarla. Hoy luce en el mal llamado jardín de las Tres Copas.
Fue grande. Fue la única que expuso en la Exposición Universal de Sevilla, en dos de las muestras del Pabellón de Murcia. Y murió demasiado joven, el 20 de junio de 1966. Igual no tiene ni una calle a su nombre. Aunque, en realidad, es posible que tampoco la quisiera.
Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/ciudad-murcia/mujer-dijo-salzillo-20180624012141-ntvo.html