POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Escribí ya varias veces sobre Antonio Noriega de Bada, hombre de confianza de Manuel de Godoy y acostumbrado a despachar con los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, además de gran amigo de Jovellanos.
Mucho se ha hablado de este personaje, cuyo nombre real era Julián Antonio Noriega de Bada y Llerandi, nacido en el pueblo de Castañera (Arriondas) el 7 de marzo de 1769 y bautizado al día siguiente en nuestra parroquia de San Martín.
Hijo de María Manuela de Llerandi y la Iglesia -nacida en San Juan de Parres y asistenta en la casa del juez- y de Manuel Francisco Noriega de Bada y Pérez de Estrada, juez de Parres en aquellas fechas y viudo desde hacía veintidós años.
Mucho se ha escrito sobre él cuando su retrato -pintado por Francisco de Goya- estuvo en el Museo de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo, desde mayo de 2009 hasta mayo de 2010, antes de regresar a su habitual residencia de la National Gallery of Art, en Washington.
Pero hoy vamos a detenernos en un aspecto de su vida menos conocido.
Cuando -hace cuarenta y un años- el diplomado en genealogía, heráldica y nobiliaria, José Ramón Fernández-Manzano González, se dispuso a realizar un estudio sobre el origen del apellido Bada, se encontró con una sorpresa: la manipulación de las pruebas de nobleza de Antonio Noriega de Bada y Llerandi.
No es una afirmación gratuita, puesto que los datos extraídos de las fuentes manuscritas que estudió, están ahí, íntegros y tangibles.
De hecho, este investigador estuvo en nuestro ayuntamiento consultando minuciosamente los tres tomos de los padrones de distinción del concejo de Parres, datados entre 1653 y 1831, que -junto con la información nobiliaria datada en el año 1794- Antonio Noriega de Bada presentó para conseguir la Carta ejecutoria de nobleza de la Real Chancillería de Valladolid, aportándola para ingresar en la Real y Distinguida Orden de Carlos III en el año 1801.
Pero en esa justificación de la legitimidad, origen, limpieza y nobleza de Antonio hay un desajuste (mejor diríamos, una intencionada falsedad) al afirmarse que era hijo legítimo de Manuel Francisco Noriega y de doña Leonor Bermúdez, junto con sus otros hermanos: Diego (cura de Ques, en Piloña), Juan, Bruno (en Indias) y Francisco (en Castilla), además de María Francisca y Micaela.
Incluso el padre de todos ellos afirma en su testamento (redactado cuando contaba con 73 años, en su casa de La Pedrera de Bada, datada en el siglo XVI y considerada la más antigua del concejo) que tiene siete hijos vivos que le quedan de su difunta esposa Leonor Bermúdez.
Pero la fecha de las exequias de Leonor fue el 29 de abril de 1747, al haber fallecido tras su último parto, y así se demuestra en el archivo parroquial de San Juan de Parres.
De modo que Antonio Noriega de Bada nació veintidós años después, fruto ya de la relación del juez con María Manuela de Llerandi y la Iglesia, sirvienta en La Pedrera, que ya le había dado otro hijo al juez siete años antes, de nombre Francisco.
Su medio hermano Diego, presbítero, fue el que se encargó de falsificar las pruebas sobre los orígenes nobiliarios de Antonio, creando un árbol genealógico no ajustado a la verdad para demostrar que los padres de su hermanastro eran hidalgos notorios.
Cierto era en relación a su padre, pero no a su madre María Manuela, de origen pechero o plebeyo, a la que aquellos parragueses de finales del siglo XVII la motejaron como “La Tesorera” (por ser su hijo Tesorero Real), fallecida con 81 años de edad en 1810 y enterrada en la antigua iglesia de San Martín de Cuadroveña, dejando -según su testamento- las mandas forzosas de Jerusalén, así como un legado pío a la fábrica de esta iglesia de San Martín de Cuadroveña, de un cuartillo de aceite de comer (medio litro) -semanalmente y a perpetuidad- para la lámpara del Santísimo Sacramento, sobre todos sus bienes y herencia.
Incluso, este cura de santa Eulalia de Ques, afirma que su medio hermano Antonio era el mayorazgo de La Pedrera, cuando realmente lo era él mismo.
Antonio le devolverá a su hermanastro el favor en el año 1804, cuando Diego Noriega de Bada y Bermúdez Pérez de Estrada Alonso de Rivero ingrese en la Orden de Carlos III, ya con 60 años.
Como cuenta Juan Ignacio Noriega Iglesias en su documentadísimo libro “Antonio Noriega de Bada, un asturiano pintado por Goya” (Museo de Bellas Artes de Asturias – 2009), Antonio apoyará desde su alto rango en Madrid a su familia materna y paterna, baste un ejemplo: en 1795 aportó 6.000 reales de fianza para que Mathías de Llerandi y la Iglesia -hermano de su madre- disfrutase de un cargo en la Real Renta de Tabacos, para poder distribuir en las tiendas del concejo de Piloña hoja y picadura de tabaco, además de aportar el capital suficiente para liberar a su madre de la condición de pechera, o plebeya.
Llegó a suscribir una renta vitalicia sobre el Estanco del Tabaco por la considerable suma de 32.000 reales, cuando -añade Juan Ignacio Noriega- equivalía al jornal de un albañil de la época durante veinticinco años, cuyo sueldo era de unos 106 reales mensuales.
No se olvidó tampoco del concejo que le vio nacer, de modo que Antonio Noriega de Bada influyó notablemente en la decisión de que se levantase una fábrica de hojalata en el concejo de Parres, concretamente en Prestín, en el lugar de Fontameña (fuente amena), como comenté varias veces.
La fábrica de hojalata fue totalmente destruida por las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia -corría el año 1809 cuando los franceses entraron en Asturias- y los monjes del Monasterio de S. Pedro de Villanueva huyeron a Ponga, unos, y a Abamia, otros. Un incauto lego, de nombre fray Antonio, quedó en el convento y, allí, le dieron muerte.
Todo indica que Antonio apuntó desde pequeño a que sería el personaje más importante de la familia, como no tardaría en demostrarse.
Con 25 años obtiene la carta ejecutoria de Nobleza en la Real Chancillería de Valladolid y del cuestionario de los días 17 y 18 de marzo del año 1794 destacaré lo que nos interesa en este artículo específico, de la mano de la información publicada en el año 1985 por el antes citado José Ramón Fernández-Manzano González, el cual me ha remitido su trabajo de investigación hace casi dos años, interesándose por los tres tomos de los padrones de distinción de nuestro concejo de Parres (1653-1831) que consultó para esta minuciosa investigación hace cuarenta y un años.
Dice este investigador que lo más florido de la nobleza parraguesa acudió a prestar declaración sobre los nobles orígenes de su vecino Antonio Noriega de Bada.
Fueron testigos Isidro Martínez, regidor perpetuo del concejo de Parres; Diego Antonio Villar, vecino de las casas y parroquia de San Miguel de Cofiño; Juan Antonio de Arenas, regidor perpetuo del concejo de Parres y vecino de Romillo; Vicente Alonso, también regidor perpetuo del concejo, vecino del lugar de Villar (Cofiño); Sebastián González Tejuca, también regidor perpetuo y vecino de Bada, y Manuel de Granda, natural de Granda, cura de la parroquia de San Román, en el concejo de Amieva.
El documento que firman estos y otras personas de distinción del concejo recoge numerosas pruebas de todo tipo sobre los ascendentes nobles e hidalgos de Antonio, así como sobre su abolengo, todo ello certificado por “los escribanos del Rey Nuestro Señor y del Número del concejo de Parres y del de Cangas, confinante con él”.
En toda esta información puramente nobiliaria se considera a Antonio Noriega de Bada como hijo legítimo de Manuel Francisco de Noriega y de su esposa Leonor Bermúdez, dato erróneo o intencionadamente falso, como hemos visto, ya que se consideraba a Leonor como madre legítima, pero no era su madre biológica.
El mismo año de 1794 Julián Antonio es admitido como Caballero hijodalgo de la Villa de Madrid; un mes más tarde ingresa en el Real Cuerpo con el empleo de Alcalde de la Santa Hermandad por su estado noble, posteriormente alcanzaría cargos tan preciados como el de Contador del Real Fondo Vitalicio, el de arbitrios del reino y Ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor de Cuentas, culminado el día 23 de julio de 1801 con su ingreso en la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III.
La vida de este parragués ha sido verdaderamente apasionante, aunque la tragedia le aguardaba con tan solo 39 años, cuando fue arrestado en Madrid y -más tarde- linchado, cosido a puñaladas y arrojado al río Guadiana en un tumultuario atentado contra los invasores franceses y contra los que los exaltados consideraban traidores, en un hecho ocurrido en la Puerta de Palmas, en Badajoz.
Su cuerpo no fue encontrado nunca y los asesinos del parragués Julián Antonio Noriega de Bada y Llerandi serían ajusticiados el 18 de mayo de 1809, unos en la horca, otros en garrote vil, y otros fueron deportados a cárceles en Ceuta y Filipinas.
Sobre el cuadro: (Washington, National Gallery of Art, USA)
En el billete que sostiene en la mano dice: “El Señor don Antonio /Noriega/ Tesorero Genl/F. Goya/1801”.
En el costado de la mesa hay una inscripción que dice: “Dn. Antonio Noriega de Bada, Caballero proclamado de la Rl. y distinguida Orden Española de Carlos III; Diputado en Corte del Principado de Asturias; Director genl. de Temporalidades de España e Yndias y de la Rl. Negociación del Giro; Del Consejo de S. M. en el Rl. y Supremo de Hacienda y su Tesoro general etc. etc.”.
Escribía en el año 2008 Manuela Mena Marqués (historiadora del arte y una de las mayores expertas mundiales en Goya) al comentar este cuadro de Goya, que sobre el uniforme profusamente bordado en oro, Noriega luce en su pecho la medalla de la Orden de Carlos III.
Lleva el pelo empolvado con bucles laterales. La indumentaria es aristocrática y su rostro bastante vulgar, mofletudo y tosco, con una mirada astuta, carente de nobleza.
Añade que su gesto y sus rasgos duros revelan un carácter doctrinario, con una extraña mezcla de tristeza e inquietud.
Su anciana madre -que seguía viviendo en el pueblo de Castañera, a las puertas de Arriondas- falleció en agosto del año siguiente.