POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Un poco antes de que empezaran los anuncios navideños, y de que en los pueblos oliera a matanza, la OMS anunciaba que comer carne mata. No me extraña. La ciencia sabe desde hace tiempo que lo que mata es vivir, porque la simple respiración oxida y envejece. O sea, que empezamos a morirnos al nacer. Y todo por culpa de Eva y la dichosa manzana, por mucho que fuera ecológica.
Según nos contaban en la escuela, como Eva fue pecadora, Dios nos condenó a trabajar, envejecer y morir. Por suerte ya nadie predica eso, pero en el subconsciente colectivo perdura el sentimiento de culpa, y cuesta olvidar lo del pecado. Lo que va cambiando con el tiempo es la categoría del pecado: hoy si comes pollo ecológico y berzas cometes pecado venial, y te mueres más despacito. Si te zampas un filete de cerdo a la plancha, pecado mortal y al hoyo en menos que canta un gallo. También cambian los mensajes mediáticos: hace pocos años decían los médicos que eran malos los pescados azules, y a los enfermos les daban caldos insulsos de pescadilla. Hoy nos aconsejan hartarnos de sardinas, que llevan Omega3, y cosas así. También mataba muchísimo el vino tinto. Hoy es aconsejable con moderación. De los huevos, por el colesterol, ni probarlos. Y los dulces, veneno puro. Hoy dan por bueno el chocolate negro, como antioxidante. O sea, que ya no sabe una a qué atenerse. Y cuando llega la hora de comer, entre los ecologistas de nuevo cuño y lo que nos cuentan los bustos parlantes del telediario, parece que en lugar de disfrutar un rato con el pecado de la gula lo que haces es suicidarte, otro pecado mortal.
Los que nacimos en la España de la posguerra creo que nos tomamos estas noticias con calma. Sabemos que lo que mata seguro es el hambre. Por desgracia eso sigue pasando en muchos lugares del mundo, donde nunca han probado el jamón serrano pero la longevidad media no llega a los cuarenta años, y los niños se mueren a porrillo. Ése es el drama, que no pueden comer carne, ni nada. Y ése es el reto, que nadie muera por no tener qué llevarse a la boca.
Respecto a lo del dilema, jamón sí, jamón no, lo primero que hay que mirar es si tienes para comprar jamón. Porque si va a llevar a rajatabla lo que aconsejan los expertos, estás perdido. Es que viven de eso, de asustarnos. Si no, no cobran. Con ellos pasa igual que con esas agencias de calificación que han vivido su época dorada con la crisis. Como los tertulianos de la tele: cuanto peor vayan las cosas, mejor para su audiencia.
A mí me parece que la estadística, con todos los respetos para los que trabajan bien en este campo, es el arte de hacer las cuentas para que al final salga lo que tú querías que saliera. O de aplicar el sentido común. Por ejemplo, dice la estadística que el pueblo más longevo de España, y acaso de Europa, es Lanjarón. Allí hay muchos centenarios. No hace falta hacer una carrera para llegar a tal conclusión: tienen un agua excelente, aire puro y poco estrés. Además se consumen mucho jamón y embutido casero. Sin olvidar que desde este pueblo hasta su hospital de referencia no hay demasiada distancia. Porque otra cosa que mata mucho es la lejanía de buenos centros sanitarios.
En mi caso, aunque me gusta más un potaje que un chuletón, digo a los que quieren y pueden celebrar estas fiestas navideñas comiendo en familia carne guisada con salsa de la abuela, el mantecado de toda la vida- que debe ser para la OMS veneno puro- y jamón, que pequen sin remordimiento. Que la vida es muy puñetera, y un día a lo peor resbalas en un charco de la calle y te rompes la cadera, Dios no lo quiera; y se acabó la fiesta. Por mucho que hayas pasado años buscando repollos ecológicos para morirte sano. Porque, aparte del hambre, otra cosa que mata muchísimo es no disfrutar de las cosas que te gustan. Moderadamente y sin fastidiar a nadie. Dice mi papelera que debería advertir LA OMS que peor que el jamón el tragarse cada día en el trabajo un marrón ¿Por qué no decís eso listillos? ¿Sois capaces de prometer que no probaréis estas Pascuas jamón, chorizo ni salchichón? ¿A qué no?
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