La historia oficial es conocida por todos. Pero hay una historia que merece ser contada, la historia de un salto, apenas un paso: el de Antolín Martín, entonces alcalde de la ciudad, que pilló desprevenidos incluso a sus compañeros del Partido Popular, pero que no fue un gesto espontáneo como muchos pensaron entonces. Aquel salto, aquel paso histórico, se fraguó en un pequeño despacho del desaparecido Correo de Zamora y ahora que una exposición recuerda aquel episodio, justo es que salga a la luz.
Fueron muchas las circunstancias que concurrieron para llegar hasta las puertas del Cuartel. Por un lado, la creación de una Plataforma Ciudadana coordinada por el desaparecido Ángel Bariego, que alertó sobre una plaga de termitas que asolaba el instituto Claudio Moyano y que pensó, por su proximidad, en la posibilidad de trasladar a sus alumnos a las dependencias del cuartel, abandonado desde la marcha del Regimiento de Toledo nº35, cuya partida supuso un duro revés para el comercio zamorano.
No era la primera vez que en Zamora se intentaba recuperar el Cuartel para un uso público, operación por la que el Ministerio de Defensa pedía una millonada en base a una Ley aprobada en 1984 que impedía la cesión gratuita de instalaciones.
Por otro, el descubrimiento del entonces coordinador de IU, el también fallecido Gabriel Guijosa, quien comprobó en el Registro de la Propiedad que la cesión en 1911 por parte del Ayuntamiento de la parcela de 40.000 metros cuadrados al Ministerio de la Guerra contemplaba la reversión de esos terrenos si cesaba el uso para el que habían sido cedidos. Esa sería la piedra angular sobre la que se comenzó a formular una petición seria del Cuartel.
El salto del alcalde
Desde el minuto cero el periódico El Correo de Zamora, dirigido entonces por Miguel Ángel Pérez Gallego y con un consejo editor formado por diversos empresarios zamoranos, apoyó las reivindicaciones de la plataforma, encendiendo así a la sociedad zamorana. Fueron meses de artículos, columnas de opinión de jefes y redactores y colaboraciones prácticamente diarias reclamando la reversión del Cuartel a la ciudad.
Allí, entre los muros del viejo periódico, comenzó a gestarse entonces el asalto al Cuartel. Cierto es que ya la Coordinadora había barajado esa posibilidad, que fue desestimada por miedo a no contar con apoyo popular. Pero eso, apoyo popular, es precisamente lo que podía lograr el periódico en unos años en que era el referente principal para los zamoranos y que tiraba de orgullo para intentar restañar las históricas heridas infringidas al pueblo zamorano.
Con el desaparecido Vicente Díez como ideólogo y principal impulsor de la idea, en el despacho del director comenzaron a celebrarse reuniones diarias y a puerta cerrada con un objetivo: convencer a Antolín Martín de que había que dar un paso al frente, de que había que entrar en el cuartel, derribar simbólicamente su puerta y atravesarla.
Fueron tardes de largas reuniones a puerta cerrada en las que participaban, además de Miguel Ángel Pérez Gallego y Vicente Díez, los jefes de Sección del diario: Eugenio Jesús de Ávila, Juan Villacorta, Dalmiro Gavilán y Manuel López Sueiras, todos también articulistas.
No eran intereses políticos ni el fin último de sacar un rédito electoral lo que movía a aquel grupo y a sus colaboradores más próximos en el periódico: la redactora Mar Domínguez; la redactora y columnista Ana Pedrero; el jefe de talleres, Roberto Carbajal, o la fotógrafo Julia Domínguez, a quienes sorprendía más de un día la madrugada «conspirando».
En aquellas reuniones primaba el orgullo, la necesidad de que el pueblo reclamase una oportunidad para fijar población joven en la ciudad y para devolverle al comercio la vitalidad perdida con la marcha de los militares, para darle una nueva oportunidad a Zamora.
Aquella redacción, conformada íntegramente por profesionales zamoranos; aquel periódico, en manos de empresarios zamoranos que jamás censuraron un contenido, se puso al servicio de una causa que, a la postre, unió a los sectores más dispares de la sociedad zamorana.
Aquel 30 de mayo
Para el día 30 de mayo la Plataforma Ciudadana había convocado una concentración para rodear el Cuartel con una cadena humana. Unas cinco mil personas de toda clase social y pensamiento político acudieron a las puertas del Cuartel con intención de rodearlo con una gran cadena humana. Entonces se produjo lo que nadie esperaba, lo que los periodistas de El Correo de Zamora sí sabíamos.
El alcalde de la ciudad, Antolín Martín, avanzó hacia la puerta, cayeron las cadenas y entraba al recinto. Cerca, muy cerca, la fotógrafo Julia Domínguez esperaba aquel paso que marcó un cambio de rumbo en lo que iba a ser una concentración.
Tras el alcalde, centenares, miles de personas accedieron al Patio de Armas, que se convirtió en una fiesta. Hasta ese momento, el gesto de acceder al Cuartel, tantas veces puesto sobre la mesa en el periódico, ya estaba consumado. En las paredes del viejo Correo se colgaron durante muchos años las cadenas de la puerta del Cuartel como símbolo de la libertad, de que a veces los sueños se cumplen. Era hora de regresar a casa. Pero no fue así.
La sorpresa
Lo que sí fue una sorpresa para todos aquella tarde, sin embargo, fue la decisión que anunció en ese momento Antolín Martín: «de aquí no nos movemos hasta que no lo consigamos». Aquello no estaba previsto.
Allí mismo la Plataforma Ciudadana mantuvo una reunión de urgencia para estudiar qué se hacía y para evitar que la concentración se convirtiese en una acción planificada desde el PP o en un acto politizado. Pero nada más lejos de la realidad, ya que en el mes que duró aquel encierro en el Cuartel, serían precisamente ellos (José Antonio Parro, Gabriel Guijosa, un joven Guarido, Laura Rivera, Paco Molina o el concejal independiente Eloy González Corro, además de José Luis Gutíérrez y su mujer, Tere García, entre otros) su compañía y su mejor apoyo.
Comenzaba entonces un encierro histórico con la famosa foto del manguerazo de Antolin Martín junto al camión de Bomberos o despachando en bañador junto a su mujer, Marisol, el correo que le acercaba un Policía Municipal, que dieron la vuelta a España.
El 6 de junio se convocó una huelga general en Zamora de apoyo a la reivindicación; una huelga atípica apoyada por la propia patronal y secundada por todo el comercio zamorano, que echó el cierre para acudir a la más grande manifestación que ha vivido la ciudad, con 25.000 personas pidiendo en las calles la reversión del Cuartel a la ciudad.
Eran jornadas de lucha pero eran, sobre todo, de civismo, de respeto, de auténtica fiesta, de libertad y de dignidad.
Aquella primera noche, mientras algunos rellenábamos ya de madrugada páginas y páginas con el corazón aún galopando, otros compañeros se turnaron para cubrir las primeras horas de encierro entre los muros del Cuartel.
Era tarde para insertarlo en los informativos del día, pero desde la redacción llamábamos a todos los medios nacionales, a todos los amigos periodistas de prestigio, a las agencias, a los programas de actualidad, empapados de aquella fiebre zamorana. Pocos nos hicieron caso en aquellas primeras horas.
Cuando amanecía, desde el Cuartel se escuchaban centenares de personas. Algunos llegaron a pensar que iban a desalojarlos por la fuerza, pero era el tradicional Rosario de la Aurora que cierra el mes de mayo. Incluso quienes participaban en el rezo pasaban ante el Cuartel saludando y haciendo gestos de apoyo a quienes sorpresivamente lo habían ocupado.
El resto ya es historia conocida. El viejo cuartel se convirtió con el paso del tiempo en una Escuela de Sabiduría Popular comandada por el gran Agustín García Calvo, con Coomonte, Abrantes y Luis Quico como tertulianos habituales y con invitados como Antonio Pedrero, Tomás Crespo o Amando de Miguel en unas aulas abiertas y libres.
El patio se llenó de actividades, juegos, canciones, de cuentos, actuaciones e incluso emisoras nacionales como Radio 3 se desplazaron a Zamora a hacer desde el Cuartel sus programas.
Epílogo
Casi un mes después, el 28 de junio, el Ministerio de Defensa comunicaba que se avenía a negociar si se ponía punto final al encierro. Por asamblea, como se hizo todo lo que allí aconteció, un día 29 de junio, San Pedro, los ocupantes abandonaban el recinto, poniendo punto final al encierro.
Comenzaba entonces un largo camino de cuatro años de negociaciones y una operación por la que Educación pagaba a Defensa la cesión del Cuartel y la ciudad cedía en permuta miles de metros en plena fiebre del ladrillo.
Sea como fuere, a día de hoy la Universidad de Salamanca mantiene en sus 35.000 metros cuadrados el Campus Viriato, con la Escuela de Magisterio y la Politécnica Superior y con instalaciones repartidas en ocho edificios, unos de nueva planta y otros fruto de remodelaciones, costeados con cuatro mil millones de pesetas procedentes de fondos europeos.
La fuerza del pueblo, el empeño de una Plataforma Ciudadana y el salto de un alcalde que decidió quedarse encerrado lo hicieron posible. Zamora siempre estará en deuda con ellos. Ana Pedrero
Fuente: http://zamoranews.com/zamora-noticias/item/35906-la-otra-historia-del-asalto-al-cuarte