POR MARÍA TERESA MURCIA CANO, CRONISTA OFICIAL DE FRAILES (JAÉN)
No es la primera vez que la historia de la iglesia de san Pedro Apóstol aparece en esta publicación. Pero en esta ocasión no vamos a hablar de su extraordinaria y bella fábrica, ni de su arquitecto, ni de sus canteros, ni de los abades y clero que hicieron de ella una de las más importantes de la otrora Abadía alcalaína.
Vamos pues a aportar una serie de datos procedentes del Archivo Histórico Diocesano de Jaén. Se trata de un estudio concienzudo de los Boletines Eclesiásticos del Obispado de Jaén, del que, hemos extraído, los datos que se relacionan con la Parroquia de San Pedro Apóstol de Castillo de Locubín.
La historia comienza en 1839 cuando en Castillo de Locubín, en el casco urbano, había una población de casi 4.000 habitantes, a los que había que unir los que vivían en los cortijos y diseminados que eran 883 almas, esto es algo más de 3.000 habitantes o sea que, en el término de Castillo vivían unas 7.000 u 8.000 personas. Sin contar Rosacruces
Aunque los orígenes de los Hermanos de la Rosa-Cruz, nombre que también recibe esta fraternidad, son sustancialmente diferentes, en la actualidad mantienen estrechos vínculos con la masonería, que introdujo el grado dieciocho de caballero Rosa-Cruz en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, conocido también como grado de los Príncipes Soberanos de Rosa-Cruz.
La leyenda atribuye la fundación de la Rosa-Cruz al alemán Christian Rosenkreuz, un legendario personaje de finales del siglo XIV que habría viajado a Oriente como peregrino. Iniciado en antiguos ritos que pondrían en contacto el plano terrenal con el divino, habría vuelto a Europa para transmitir sus conocimientos a un reducido grupo de discípulos, embrión de la sociedad secreta. En el supuesto de que Rosenkreuz hubiera existido realmente, su verdadera identidad es un misterio que nunca ha sido desvelado, aunque algunos autores ocultistas afirman que se habría reencarnado en la enigmática figura del conde de Saint Germain, aventurero y alquimista del siglo XVIII.
En 1494 habría apareció por primera vez Nupcias alquímicas de Christian Rosenkreuz, obra atribuida al fundador de la sociedad secreta, aunque otra corriente dentro de la orden afirma que su verdadero autor fue Johann Valentin Andreae, teólogo y escritor satírico del siglo XVII, que lo habría publicado en 1616. A pesar de las dudas y críticas que cosechó como obra oscura e ininteligible, el libro alcanzó un gran éxito entre los eruditos de la época. Dividido en siete jornadas alegóricas, narra las vivencias de Christian Rosenkreuz como invitado en la boda de un rey y una reina celebrada en un misterioso castillo. Empleando un lenguaje confuso cargado de simbolismo, imposible de entender para un profano, describe cómo los protagonistas experimentan una serie de transformaciones que los conducirán hasta un renacer espiritual.
En 1614 se publicó en la ciudad alemana de Kassel Fama Fraternitatis Rosae Crucis oder Die Bruderschaft des Ordens der Rosenkreuzer. Obra de autor anónimo que relata el viaje iniciático emprendido por el fundador de la fraternidad para aprender los conocimientos de los grandes sabios, que lo tomaron bajo su protección. Considerado el manifiesto de los rosacruces, sirvió para darlos a conocer en sociedad. Desde entonces, el emblema con el que sus miembros se reconocen suele estar compuesto por una cruz y una rosa roja superpuestas, aunque existen diferentes variaciones dependiendo de la fraternidad que lo utilice.las 260 habitantes de la Venta del Carrizal. Otra información interesantísima que aportan los Boletines es los gastos que en ese año tenía la Parroquia de San Pedro Apóstol y que ascienden a 7.320 reales que se distribuyen de la siguiente manera: 2.174 reales para gastos de culto, 430 reales en gastos de conservación de la Parroquia, 4.716 reales lo que se gasta en los siete subalternos al servicio de la Parroquia.
Ya en el año de 1804 el Ilmo Sr don Fray Manuel Obispo Abad de esta Real Abadía sometió a la aprobación de la Real Cámara de Castilla un plan de erección de curatos propios en las iglesias de esta Abadía, y aprobado, tubo lugar el concurso de oposición para las iglesias de Alcalá la Real, Castillo de Locubin, Priego y Carcabuey, habiéndose remitido las propuestas a la Real Cámara; pero no tuvo efecto dicho auto de erección de curatos, sin que se sepa cual pudiese ser el motivo que lo impidió. Si es de notar que siendo Abad cura propio de las iglesias de esta Abadía percibiendo como tal, las rentas de diezmos y primicias que formaban su dotación, se despojase del título de Cura propio, aunque no de las rentas, puesto que debían continuar los curas propios con las que antes tenían señaladas por el Abad considerados como sus tenientes con corta diferencia, y que en la Secretaría Abacial no quedase documento alguno relativo a este asunto.
En el año de 1835 se crearon curatos propios con la correspondiente Real Cédula, en las dos parroquias de esta ciudad, en la del Castillo de Locubin, en la de Priego y en la de Carcabuey. En el auto de erección se decía que debía procederse inmediatamente y con la mayor actividad por su Tribunal de Justicia, con audiencia fiscal, a examinar los derechos de los curas y beneficiados confundidos en esta Abadía, y a establecerse en las parroquias la disciplina metódica y orden que previenen los Concilios y la Iglesia universalmente tiene adoptada, evacuándolo sin la menor detención. Esta disposición no ha tenido efecto, prescindiendo de las causas que haya podido motivar su omisión, por cuya razón los curas propios, sus ecónomos y coadjutores no han tenido intervención alguna en las funciones de fiestas, entierros y aniversarios que corrían a cargo de los Beneficiados. No obstante la prohibición de proveerse los Beneficios parroquiales y sus tenencias hará en breve inútil esta prevención, dando un resultado de iguales consecuentas al que la motivó. Parroquial del Castillo de Locubín. De primer ascenso. Cura Ecónomo don Pedro José Álvarez. 3.500 reales. Coadjutor ordinario don Antonio Fernández. 2.200 reales.
Las rentas que recibía la Parroquia de Castillo de Locubín eran: Las fiestas, entierros y aniversarios con el percibo de sus obenciones y el archivo de sepelios estaban a cargo de los cuatro Beneficiados sirvientes de los que sólo existe don Francisco Estremera, con 1.790 reales.
Otra noticia referente a Castillo de Locubín que nos aportan los Boletines Eclesiásticos es la de 7 de julio de 1863 cuando nos habla de la Casa Tercia. Las Casas de la Tercia son una institución que aparece tras la Reconquista en los territorios de jurisdicción señorial y de las Órdenes religiosas. Cuando los señores eclesiásticos y nobles fueron perdiendo capacidad de gobierno, relevados por los concejos, esta institución pasó a llamarse Pósito Municipal. Además de éste, había otros pósitos, que guardaban grano para ser distribuido entre los pobres, los llamados Pósitos Píos. Su función principal era la de cobrar los impuestos, que en la época no son en moneda sino en especie. Así, la Iglesia y los señores que tienen jurisdicción sobre el territorio, cobraban una parte de la cosecha recogida, (de ahí lo de “Tercia”) de la cosecha de trigo y otros cereales. También tuvieron estos edificios otra función: estando ubicados en lugares centrales de las villas fueron símbolos del poder de sus propietarios. Esta función, la de recoger todos los diezmos (la contribución de los habitantes) y convertirlos en tercios ( 1/3 para la Orden, 1/3 para el Rey y 1/3 para la Iglesia), hizo que la construcción fuera conocida como la casa de la Tercia. En Castillo esta casa se encontraba adosada a la iglesia, lo que luego fue la casa rectoral.
De fecha 11 de julio de 1865 se nos informa que: No habiéndose dado al párroco de esta iglesia mi antecesor posesión de la casa tercia situada en la calle de la Iglesia, y pared de por medio de este templo parroquial de esta villa, señalada con el número 13 en dicho calle, y no teniendo noticia de la causa de esta omisión, no obstante el Real Decreto de 14 de septiembre del año 1862, recurro a V.E.I. para que se digne adoptar las oportunas diligencias que su distinguido celo le dicte para la adquisición de dicha casa rectoral para los párrocos de esta iglesia, por que de otra manera se verán como el que suscribe, reducidos a vivir en las que tienen vecinos y malamente, con [ilegible] de la alta clase a que corresponden, siquiera por la dignidad de tal y además por la conveniencia de la misma iglesia en tener más próximo a su inmediato jefe, cuya casa está incautada por la hacienda y administrada por la subalterna de Martos.
Pero el objeto fundamental de este artículo es la publicación de la narración que hace el párroco castillero de la visita que realiza el Obispo Manuel María León González y Sánchez a Castillo en 1883. Por esas fecha Castillo estaba formada por: Manuel Moreno, párroco, Manuel Zafra y Manuel Amador, coadjutores; Carlos Álvarez, organista; Brigido Cortés, fabricano; José Zeas, sacristán; José Mora, sochantre; Rafael Olmo y Victoriano Conde, acólitos; Antonio Reinado, entonador; Antonio Álvarez, notario eclesiástico; Miguel Mesa y Santiago, notario público. Por el interés que tiene el documento lo transcribimos al completo.
1883.- 8 noviembre. Insertamos el siguiente comunicado que nos envía el párroco de Castillo de Locubin.
En esta villa estamos de enhorabuena. El Excelentísimo e Ilustrísimo Sr Obispo de esta Diócesis acaba de entrar en esta población al estruendo de los cohetes, al alegre y plácido sonido de las campanas de esta parroquia y sus ermitas, y acompañado de las autoridades eclesiástica, civil, jurídica y militar, de cuyas corporaciones salieron antes a recibir a S.E.I. respectivas comisiones a los límites de este término parroquial y del de Valdepeñas, de donde viene nuestro dignísimo y venerable Prelado.
El día 18 del mes de octubre de 1883 será para este religioso vecindario de imperecedera memoria, y más aún los restantes hasta el 22 del mismo, en que hemos tenido la alta honra y el favor del cielo de hospedar entre nosotros a tan esclarecido Príncipe de la Iglesia, y con especialidad el párroco, en cuya casa Rectoral ha tenido a bien residir S.E.I.
Lágrimas de júbilo corrían por algunos semblantes; la más grata impresión se retrataba en los ánimos de todos los concurrentes, que se disputaban con ansia acercarse, o por lo menos ver a su amantísimo Padre y Pastor, que por vez primera visitaba esta parte de su dilatada grey.
Las calles estaban materialmente ocupadas por inmenso gentío, tal que obstruía el paso; pues todos con avidez se acercaban al insigne sucesor de San Eufrasio para besar su pastoral anillo. Era tal la multitud de gente, que hubo temores de un atropello al señor excelentísimo, si bien por acercarse a su sagrada persona, si la Guardia Civil, municipales y las mismas autoridades no lo hubieran impedido con su discreción y prudencia.
Sin embargo, el venerable prelado marchaba con ánimo sereno por medio del bullicio, reflejándose en su semblante una alegre y grata emoción, acompañada de la más admirable paz interior y de una entera confianza para seguir con valor a la comitiva, a pesar de lo accidentado de las calles y de venir andando desde una buena distancia de la población. Esta se hallaba adornada con magníficas colgaduras lanzándose al aire los más entusiastas y repetidos vivas al señor Obispo de Jaén, penetrando así en nuestro precioso y hermoso templo parroquial, lujosamente adornado, como en los días de las más augustas solemnidades; en él oró S.E.I. bendiciendo después al pueblo que le rodeaba llego de entusiasmo; se retiró a la casa rectoral, donde tenía según queda dicho preparado su alojamiento.
Transcurrido un breve tiempo para descansar del penoso trayecto de Valdepeñas a esta villa, S.E.I. procedió a la Santa Pastoral Visita, anunciando la hora en que se había de principiar al día siguiente la administración del Santísimo Sacramento de la Confirmación, habiendo ya inspeccionado con la mayor minuciosidad los sagrarios, altares y confesionarios, fijando con especial detención su mirada en todo cuanto era objeto de la santa visita, con la gravedad del hombre de Dios, la majestad del Obispo y el respeto del príncipe de la Iglesia, entretanto que resonaban los acordes de nuestro hermoso órgano.
Pero de tal modo se ha manifestado S.E.I en todos sus actos, que en honor a la verdad han quedado admirados todos los individuos de esta población, y principalmente los hombres de cierta categoría, el clero y aún los ministros inferiores de esta parroquial, puesto que su proceder ha sido dignísimo en todas sus formas y manifestaciones, ya en el templo, ya en las visitas a las ermitas, del cementerio y en todas las demás augustas ceremonias; lo cual ha quedado en la conciencia de estos fieles y como una convicción en este pueblo, que el Sr Obispo de Jaén es “un padre bondadosísimo”.
Respecto a su erudición y competencia en la Sagrada Cátedra, también nos ha dejado rasgos notables que recordaremos con indecible fruición, tanto el día de su arribo a esta villa al anunciar en el templo el santo objeto de su venida, como en el que tristemente se ausentó de nosotros y en el que se ocupó S.E. de la milagrosa y Santa imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que se venera en su santuario en las afueras de la población y que en aquella tarde se sacó en pública procesión por las calles de la villa, asistiendo S.E.I. de medio Pontifical.
Pero volvamos a ocuparnos de nuestro muy querido Prelado en el ejercicio de la santa pastoral visita. Terminadas tan imponentes y augustas ceremonias de que va hecho mérito, y especialmente las de los sagrarios, aras sagradas y pila del santo bautismo, según las explicara el M.R. Prelado desde la cátedra de la verdad, se retiró S.R. bajo palio acompañado del clero parroquial, de las autoridades y del pueblo en masa que se agrupaba en su derredor. Seguramente hubiérasele causado más de una molestia al señor que ya se había grangeado de estos honrados habitantes las más grandes simpatías, si los señores don Antonio Castilla Hidalgo, primer teniente de alcalde y alcalde accidental en representación del señor don Ramón García Negrete, Presidente de esta ilustre Corporación Municipal, si don Juan Marcos Morales, juez municipal y el jefe que manda el Destacamento de la Guardia Civil no lo hubieran impedido, llegando el caso de no poder dicho Excmo. Sr. por un espacio de tiempo y con peligro de detrimento en su sagrada persona y hábitos talares. Esto se verificaba en toda ocasión que entraba o salía de la iglesia o iba a otro templo, ermita o a la santa confirmación.
No dejaré de consignar que en todos estos actos iba dicho Sr. Excmo. acompañado de su ilustre Secretario de Cámara y Gobierno, el ilustrado, simpático y activo canónigo Licenciado don Francisco Fernández, de los señores licenciados don Salvador Monereo, primer oficial de la Secretaría y párroco que fue de esta villa por los años de 1861, y don Ildefonso Francés y Espinosa, arcipreste de Martos, quedando todos estos señores y el párroco que suscribe altamente agradecidos a la acogida espontánea, unánime y cordial que han atribuido al venerable pastor de esta Diócesis los fieles y honrados vecinos de este pueblo del Castillo Locubin, no sólo en el presente día y los demás que nos ha favorecido S.E.I. con su presencia, si que también en esta noche en la que se le ha dado una brillante serenata.
A la siguiente mañana S.E.I., como de costumbre, celebró bien temprano el santo sacrifico de la Misa, dio gracias al pie del altar mayor, pasando después a la casa rectoral, donde tomó un frugal y modesto desayuno, dirigiéndose a los pocos momentos a administrar el Sacramento de la Confirmación con el celo y religiosidad del Apóstol a los individuos que estaban preparados y dispuestos con el Sacramento de la Penitencia y a los párvulos. Para oír las confesiones habíase invitado al padre Benigno Torres y a don José Rodríguez, dignos y recomendables sacerdotes, incansables para este ministerio, y a los tres de oficio de esta parroquial, el cura párroco que habla, don Manuel Zafra y Anguita y don Manuel Lorenzo Amador, coadjutores de la misma, los que han trabajado con asiduidad, así como el incansable sr. Arcipreste de Martos, que algunas noches se retiraba a la una y dos de la madrugada, después de haber confesado hasta la última persona; acompañando también en este ejercicio el señor secretario del Excmo. Sr. Obispo, el señor Monereo, el señor cura párroco de Aldeaquemada don Antonio Cubero, natural de esta villa, que al intento obtuvo de S.E.I. la competente autorización para asistir a la Santa Pastoral Visita de este su querido pueblo.
Concluiré manifestando que el resultado de la santa pastoral visita ha dado en esta parroquia un número de 1.678 personas de ambos sexos confirmadas, 800 varones y 878 hembras, y siendo a la vez 1.200 las comuniones habidas.
¡Quiera el Señor que las instrucciones de nuestro Excelentísimo Prelado y felicísimo movimiento religioso, habido en esta villa con ocasión de la S.P. Visita, continúen produciendo cada día frutos abundantísimos de piedad, único fundamento que proporciona paz y ventura a los pueblos. Manuel Moreno Navarrete.