Se acude masivamente a llevar flores y a encender velas en recuerdo de tantos familiares y amigos que ya descansan en la paz eterna.

Visitar las tumbas no debería quedar exclusivamente reducido a estos días de noviembre, ya en pleno otoño -en nuestro hemisferio norte- sino ser algo más habitual.

No deja de ser el camposanto un lugar donde el silencio es necesario y nos predispone a encontrar con más facilidad esa conquista personal que llamamos paz, la que pertenece al reino más íntimo del corazón del hombre y de la mujer.

La tranquilidad es cosa diferente, porque depende de que los demás y las cosas pasen a nuestro lado sin molestarnos.

La noche -por ejemplo- es tranquila cuando ningún ruido alborota su silencio, pero la paz es cosa diferente; es una conquista de los seres humanos sobre sí mismos y puede gozarse en medio de la más estruendosa de las alteraciones exteriores.