POR RAFAEL MARTÍN ARTÍGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE SEGORBE (CASTELLÓN)
Hace 44 años que se creó la Peña de la Pellorfa. Un grupo de once jóvenes veinteañeros que habíamos formado la comisión de toros del año anterior, 1976, decidimos montar una peña con gente del pueblo, tomando el camino abierto por el Desacato que ese mismo año se estrenó con sus atuendos dominados por las blusas negras. El fracaso en la reelección de la Comisión de Toros a la que aspirábamos por un año más nos abocó a ello.
Mucho tiempo ha pasado y muchas cosas han sucedido en todo este tiempo, pero en mi ego personal creo que la creación de la Pellorfa es de lo más grande que he hecho en la vida en colaboración con otros. Pienso en las miles de personas que hemos estado en ella, en la gente que ha disfrutado y se ha divertido, en los que se han besado, abrazado o han hecho el amor, quizá bajo un entablado o en cualquier otro sitio, pero siempre con la referencia obligada de La Pellorfa, los que han saltado, sudado, reído, gritado, cantado, llorado; a los que se han conocido y relacionado dentro de la peña, o los que han encontrado una relación laboral, que también los hay…
Ahora, a medida que se acerca esa gran semana lúdica y profana del 9 de septiembre, me estoy dando cuenta que algo se me remueve por las tripas y que el aliento se entrecorta amenazante, porque esos 44 años que, como algún otro compañero de peña, he mantenido de forma ininterrumpida a pesar de graves inconvenientes, no se va a incrementar este año por un desagradable bicho que con nombre infantil, ha alterado nuestra vida e incluso nuestra forma de ser. Voy notando que me va a faltar algo y que no hay forma de corregir su ausencia.
¿Qué haremos a las 2 de la tarde, o a las 17:30, o a las 24 horas?
No. Este año no habrá toros que es el leitmotiv de la existencia de la peña y por lo tanto La Pellorfa no tendrá actividad, también porque las condiciones higiénico sanitarias y de distanciamientos social resultan imposibles de cumplir para un colectivo que suele superar los 300 socios y además, la situación no parece la adecuada.
No. No habrá meriendas, ni música, ni bailes, ni cubatas, ni escaleras, ni entablaos, ni pasacalles, ni pancartas, ni garrotes, ni blusas, ni insignias… Mi pañuelo, por primera vez tras 44 años no saldrá del cajón donde lo guardo como una reliquia y esperará que lleguen mejores tiempos y yo esperaré con él a un nuevo año.
Este 2020 habrá valido para muy poco. Pero ahora, cuidaros.