POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El juego de la pídola, era tradicional a mediados del siglo XX en muchos lugares entre los que se encontraba Ulea. Se jugaba generalmente, en la plaza mayor y, en el patio de las escuelas durante el tiempo que duraba el recreo. Se necesitaba un espacio de terreno pequeño y un número de niños superior a dos.
Para comenzar el juego, se efectuaba una raya en el suelo y, con el fin de que no se borrara, se colocaba un pequeño lomo de arena, con el fin de que quedara bien marcado el límite del punto de salida de los saltadores.
La elección del burro se hacía mediante sorteo. Para ello se cogía una china del suelo y se colocaba en una de las manos por la espalda, para que no fuera localizada por el jugador y, tras mostrar las manos con los puños cerrados, se tocaba en una de las manos y, si coincidía con la que tenía la china, se quedaba de burro y si tocaba en la mano que estaba libre, seguían jugando los siguientes hasta que quedara un solo burro o bien dos o más según el número de jugadores o lo que se reglamentara.
Entonces, el o los que quedaran de burros se colocaban atravesados, doblando la espalda y agachando la cabeza, con el fin de que al saltar los jugadores no le lastimaran. Si en esa tanda de saltos lo superaban todos, se distanciaban de la raya y, el que no saltara o golpeara al burro se quedaba en su lugar y se liberaba quien estaba de burro con anterioridad, que pasaba a engrosar el grupo de los saltadores; a la cola del mismo.
En muchos casos, cuando habían más de ocho jugadores se colocaban dos o más burros y, uno tras otro, saltaban todos los demás jugadores; con las mismas reglas de juego que cuando había un solo burro.
Si la raya o el lomo de tierra estaba a una distancia considerable y no se podía saltar de un solo brinco, se permitían dar dos zancadas: una con cada pie. A este salto se le denominaba salto de dos medias y, cuando se retiraba un poco más se efectuaba el salto de dos medias y una entera; al comienzo del salto.
Según la reglamentación, era preceptivo colocar las dos manos sobre la espalda del burro y, sin rozarlo, saltar al lado opuesto. Si algún jugador, por apurar mucho el salto pisaba la raya de salida, se le decía que había marrao y, por consiguiente, reemplazaba al primer burro que estaba agachado.
No era corriente jugar en la plaza y callejones durante los días de la semana. Solía jugarse a la pídola, durante el horario de recreo de las escuelas y, en las calles y plaza, los domingos y días festivos.
El juego de la pídola tenía dos variantes: el polique y la culá. En ambos, al saltar, se le daba con el talón en el trasero del burro; en el polique y en el de la culá, se descargaba el trasero del saltador en la espalda del burro. Para ambas variedades había unas normas específicas: en el polique no se podía jugar con zapatos, se hacía con sandalias de goma o alpargatas y, en la culá, no se podían llevar llaves ni canicas en el bolsillo trasero del pantalón.
Algunos saltadores se comportaban de forma violenta y eran castigados pos su forma de actuar y, por otro lado, muchos burros eran un poco lloricas y acababan lamentándose. Se procuraba de que no ocurriera ninguna de las dos situaciones: Se trataba de una diversión; era, solamente, un juego.