POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

En los meses de estío, la vida de los uleanos se desarrollaba en la calle, durante varias horas al día; debido al clima bonancible de la época.

Los ciudadanos transitaban por las calles aliviados de ropa y, paseando alegres y distendidos, por los caminos de «La Era» y «La Cuna». Además, Ulea, durante los siglos XVIII, XIX y primera mitad del siglo XX, era muy aficionada a la música y teatros callejeros.

Por si fuera poco, los vecinos gozaban de un privilegio añadido; tenían el río Segura con aguas limpias y caudaloso, que invitaba a sus moradores a disfrutar de los baños, en el azud del río Segura qué, apenas distaba unos 200 metros del centro de la ciudad, por los caminos del «Algarrobo» y de «La Cuna».

Los momentos de divertimento de los uleanos en ‘El Corral de las Comedias’ era la única oferta pública para las mujeres del pueblo, ya que los hombres podían frecuentar tabernas y mentideros públicos. Sin embargo, por motivos de seguridad, hasta que no se construyó el Teatro Reina Victoria, el lugar de ocio fue la Plaza Mayor, ubicada en el entorno de la iglesia y el ayuntamiento, cuyas escalinatas sirvieron de asiento para los espectadores. Por tal motivo, la plaza en sí, era el verdadero escenario de representaciones.

Los corregidores, muy a pesar de los distintos párrocos, fomentaban estas actuaciones recreativas de teatro, circo y variedades en la vía pública, costeando su importe con los exiguos fondos del erario público municipal.

Las funciones se efectuaban a media tarde ya qué, al no haber luz eléctrica, no se les hiciera de noche a los asistentes, para regresar a sus domicilios. Generalmente, las actuaciones populares se efectuaban los domingos y festivos por las tardes aunque, de forma excepcional, tenían lugar a media mañana pero, con una condición: siempre que hubiera terminado la misa dominical.

Durante bastantes años, políticos y sacerdotes de la ciudad anduvieron a la greña y, cuando el argumento de las obras resultaba un tanto distendido e incluso chispeante, se ocasionaban verdaderas ‘cruzadas’ en contra de los actuantes.

Algunos de los grupos teatrales o circenses contratados, pernoctaban en las posadas del pueblo como eran : Palazón, El tío Blas, Genaro o Domingo Pérez y, durante el día, efectuaban ‘pasacalles’ anunciando las bondades de sus espectáculos, arrastrando tras de sí, a toda la chiquillería.