POR LUÍS PRADOS DE LA PLAZA, CRONISTA OFICIAL DE MADRID.
El proyecto de Olavide, junto a la apertura de otros diez grandes mercados de distrito, estaba pendiente de ejecución desde el reinado alfonsino, pero sería la Segunda República quien lo puso en marcha y destinó más de un millón y medio de pesetas a su presupuesto.
La plaza de Olavide vio aterrizar en 1934 una construcción octogonal de apariencia extraterrestre llegada con la pretensión de erigirse corazón de Chamberí. Escalonada en cuatro niveles, el edificio invasor fue cobijando a los pequeños comerciantes de la zona. Y es que aquel bloque de hormigón y entrañas de hierro era entonces muy anhelado.
El mercado de Olavide fue alumbrado dentro de los ambiciosos planes urbanísticos de los años treinta para paliar los problemas estructurales que arrastraban los comercios de la capital. A principios de 1935, ABC denunciaba la crítica situación en vísperas de que Olavide se depositara en la superficie terrestre: «Los mercados de Madrid, especialmente el de la Cebada, están sucios, hediondos, son repugnantes y constituyen graves peligros para la salud pública».