POR FRANCISCO JAVIER ARELLANO LÓPEZ, CRONISTA DE LUIS MOYA, ZACATECAS (MÉXICO)

La primavera es renovación de la naturaleza, es principio de vida, es energía y es volver a empezar; es color del campo, es calor de la tierra y es vida; es singular metáfora, es poesía; es desfile de niños escolares, es dibujo de plantas y es manifestación de alegría; es una idea viva para crear o para ponerse romántico, es el regreso de las golondrinas de Bécquer, es preguntarse dónde quedó mi primavera, es cumplir 15 primaveras, etc.

Hablando con ciencia es el periodo donde los días son iguales que la noche. Es el equinoccio de primavera que dura tres meses; luego los días se harán más largos hasta llegar al solsticio de verano. Aclarando, la primavera en el polo norte, en Centroamérica y polo sur es en meses diferentes.

La mañana del 20 de marzo salí a caminar al campo. Son las 7 de la mañana, está naciendo el sol entre el horizonte. Hacía un clima de maravilla. Sentí ganas de respirar vida, abrí los brazos y me eché varias bocanadas de oxígeno, estaban riquísimas, desde la pandemia del covid no las había saboreado. El sol mañanero es muy estimulante y, aunque dura poco, las ideas llegan muy frescas. Esta es mi primavera. Oigo el martilleo de un pájaro trabajador, le tomo una foto, con su permiso, con un fondo azul que llena todo el cielo. Luego veo un gorrión pintando de rojo el paisaje. Luego vi un cuervo, él es muy inteligente, aceptó la foto y aprueba lo que hago en esta primavera. La naturaleza es sabia. Todos coincidimos.

Regresé al pueblo, vi unos niños desfilando con el tema del inicio de primavera, llevan pancartas y van las maestras y las madres de familia. Hay varias personas que observamos el desfile. De pronto, un niño del desfile me miró, se salió de la fila y me regaló una hojita de papel con dibujos trazados por él, me imagino, y con unos garabatos que parecían que era su firma. Me asombró su decisión. Nos contagiamos de primavera.

De ahí en adelante, nadie habló de esta estación. Toda la gente está muy ocupada en sus trabajos, en sus negocios, en sus cuentas, en sus redes sociales, en sus haceres rutinarios, en sus preocupaciones, en sus comunicaciones discursivas, en sus arreglos al mundo, en sus enfermedades crónicas, que no tiene tiempo de pensar en otras cosas. Está bien, ella no se acuerda ya de la primavera. Quizá una flor, un canto de ave, un verso, un abrazo, un “te quiero”, un paseo matinal o vespertino, un rico desayuno o una comida, una “cheve”, un tabaco o un regalo simple, la harían recordar esta época y sería un momento de pensar en su primavera, de sentirla; ¡vamos¡, de recordarla.