POR ANTONIO SÁNCHEZ DEL BARRIO, CRONISTA OFICIAL DE MEDINA DEL CAMPO (VALLADOLID)
Se trata de una forma de expresión propia de los bajos fondos cargada de metáforas y palabras de doble significado que describen las calles, plazas, oficios y asuntos cotidianos.
Amiga lectora, amigo lector, han transcurrido cuatro años desde que comencé a publicar en El Día de Valladolid. Cerca de doscientos artículos sobre calles, personajes e historias de Valladolid han sido los pasos dados para recorrer un camino en el que yo he aprendido muchas cosas y que espero que Uds. las hayan disfrutado, pero voy a adentrarme por otras sendas, y dejo el periódico habiendo consumido una etapa muy gratificante, y acompañada por unos excelentes profesionales que confiaron en mí.
Les dejo con una curiosa descripción del Valladolid del siglo XVI. Podemos considerarla la primera ‘guía turística’ de Valladolid. Es un romancillo que se conserva en la Biblioteca Nacional. Está redactado en lenguaje de germanía que, según el historiador Antonio Sánchez del Barrio, se trata de una forma de expresión propia de los bajos fondos cargada de metáforas y palabras de doble significado que describen las calles, plazas, oficios y asuntos cotidianos.
El paseo que vamos a dar habla de un Valladolid probablemente de la primera mitad del siglo XVI y, por tanto, anterior a la gran transformación que vivió la villa tras el pavoroso incendio de 1561. Los protagonistas –un rufián y unas doncellas- describen un viaje que hicieron caminando desde Villalumbroso (Palencia) a Medina del Campo, pasando por Valladolid, que es lo que a continuación transcribo, con comentarios añadidos por mí para que ayuden, más o menos, a situarnos en el Valladolid de entonces.
Cuatro leguas son / dende a Cabezón. / Por unos pradales / veréis a Cigales; / dos leguas de ahí / es Valladolid/ alzaréis la cara, / veréis Santa Clara; / luego a la otra mano / veréis a San Pablo; / por una calleja / la plazuela Vieja; / y más adelante, / la del Almirante; / por unas calles llanas / la de Cantarranas. / También os diría / luego la Platería; / y más arribilla / es la Costanilla.
Santa Clara es el convento de La Rondilla –entonces un edificio de construcción gótica–, y el San Pablo que vieron los viajeros no es exactamente el actual, pues en el siglo XVII el duque de Lerma mandó hacer una importante reforma de su fachada y, desde luego, no tenía las robustas torres laterales que ahora vemos. La plazuela del Almirante estaba frente al palacio del Almirante de Castilla (sobre cuyo solar se construyó el teatro Calderón a finales del XIX). Todavía no se había construido la iglesia de las Angustias. Y la Costanilla es una prolongación de la actual calle de Platerías, en la que más tarde se levantó la iglesia de la Vera Cruz.
Luego allí está enfrente / una linda fuente; / luego allí a un pasillo / veréis el corrillo, / veréis la conseja / de la ropa vieja. / Luego a la bajada es la rinconada, / donde tomaréis / muy buena posada; / luego a la mañana / levantaros héis; / a la plaza iréis.
La linda fuente puede estar refiriéndose a una que hubo pegada a unas casas al principio de la calle de Platerías o a la de la plaza Rinconada, plaza donde recomienda tomar posada. Y la plaza de la que habla es la del mercado, que luego sería la Plaza Mayor tras la reconstrucción del incendio de 1561.
Allí las primeras / son las pescaderas, / las ensaladeras, / y las tocineras, / y las panaderas, / y las pasteleras, / juro a mi conciencia. / Luego está la Audiencia, / donde los señores / grandes y menores, / y los cambiadores; / luego allí está un hoyo, / y por frente el rollo; / luego allí a un tantico / está San Francisco; / luego a la otra mano, / la cal de Santiago.
La Audiencia debía estar en la plaza del Mercado, y del rollo –signo de villazgo, o tal vez picota de escarnio de condenados– es probable que hubiera uno en la zona que luego se convirtió en la plaza del Ochavo, antes llamada de las Gradas –acaso refiriéndose a las gradas sobre las que se asentaba ese rollo–. Y San Francisco es el famoso y popular convento que había en la plaza del Mercado… y los paseantes encaran la calle de Santiago para dirigirse a las afueras de Valladolid.
Más acullá, en cabo, / la puerta del Campo; / y luego diría / la gran putería donde tomaréis / muy sendas casillas / con que os remediéis / de saya y faldillas. / Andar, andar, niñas, / andar, andaré, / y si estáis despacio / en este palacio / haremos la vía / a otra putería, / do por mi deseo / ya verlo quería. / Pasaréis primero / un homilladero, / la fuente de Argales / y los arenales/ Luego allí frontero / la puente de Duero; / y tras un tecillo / es un montecillo; / y veréis mis niñas, / las cuestas y viñas. / Pasaréis Adaja, / que el camino ataja, / y dos correndillas / era Valdestillas (…).
Al final de la calle Santiago estaba la puerta del Campo –mirando a lo que muchos años después fue la plaza de Zorrilla–, por donde se salía de la ciudad. La gran putería es la mancebía, lugar que ocupaban las prostitutas, ya fuera de las murallas de la villa –más o menos por donde ahora está la casa Mantillla. El humilladero estaba al principio del actual Campo Grande, y muy próximo a él la primera fuente que se construyó con las aguas de la traída de Argales. Y el resto del romancillo apunta a que los viajeros se encaminan hacia Medina del Campo pasando por Valdestillas.
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