POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
En 1887, la falta de trabajo hizo que en Argelia hubiera 130.000 españoles. En junio creció en Torrevieja el número de segadores que procedentes de los pueblos del interior de la provincia solicitando pasaje para los barcos que salían con rumbo a la costa africana, a donde deseaban trasladarse en busca de trabajo.
A finales de noviembre se dio por terminada la extracción de sales, de cuyo trabajo vivían centenares de familias, y el hambre fue inevitable, siendo triste el cuadro que presentaba Torrevieja. Una terrible epidemia diezmó con crueldad a su población. La clase obrera, que constituía las dos terceras partes del total de sus habitantes, vagaba en su mayoría por las calles con rostro pálido, con la mirada triste y la cabeza inclinada al suelo, dominados por la terrible idea del hambre en perspectiva y huyendo de sus casas sin rumbo fijo en busca de trabajo.
Todo era miseria, todo desdicha, ni un barco acudía a la bahía en busca de sal de las ricas salinas, no había en la población ningún centro industrial donde pudieran encontrar trabajo las innumerables familias que, en el invierno que comenzaba, sentían las desgarradoras voces de sus hijos pequeños pidiéndoles el pan que no podían proporcionarles, y en su cuerpo los efectos de las privaciones que trajo consigo una crisis difícilmente sostenible.
A comienzos del 1888, la vida se hizo insostenible para muchas personas, publicando la prensa noticias desesperadas de la villa de Torrevieja: “Efecto de la miseria y desgracia de familia ha perdido la razón el vecino Antonio Martínez García (a) Perdigons”. El diputado provincial Joaquín González remitió a la presidenta de la “Sociedad de Señoras de Torrevieja”, Antonia Giménez, una pequeña cantidad para socorro de los pobres de la villa.
La situación seguía siendo igual de paupérrima todos los años. En febrero de 1889, por motivos de la escasez de trabajo, emigraban desde Torrevieja muchos braceros a Orán y Argel en busca de ganar el sustento de sus familias. Para socorrer sus necesidades se abrió una suscripción popular en el ‘Diario de Torrevieja’, cuyo producto se invirtió en dar trabajo a la clase jornalera, arreglando las calles. Abrieron la suscripción con 75 pesetas, Manuel Ballester; y el presbítero del templo de la Inmaculada Antonio Giménez con 100 pesetas.
A comienzos de 1890, la prensa de Torrevieja se lamentaba de lo desierta que se encontraba de buques la bahía, por lo que la clase jornalera se encontraba sin trabajo. Más de doscientos braceros emigraron a Portman y otros pueblos mineros de la provincia de Murcia, en busca del trabajo que no encontraban en Torrevieja.
El 1 de mayo de 1890, se celebró en Torrevieja una pacífica y ordenada manifestación formada por trescientos hombres. El grupo, con una bandera española recorrió las principales calles entregando al alcalde una exposición. Los manifestantes se disolvieron pacíficamente después de depositar en la primera autoridad la exposición de sus deseos.
Unas semanas más tarde, el 20 de julio por la tarde, el alcalde telegrafió al gobernador de la provincia manifestándole que el estado de Torrevieja era sumamente angustioso por la falta de trabajo, añadiendo que muchos obreros imploraban la caridad pública. Con este motivo, la alcaldía interesó al Gobierno autorización para emprender trabajos de elaboración de sales. Esta súplica fue transmitida a los ministros de Gobernación y Hacienda.
A comienzos de agosto, produjo un excelente efecto en todas las clases sociales y en particular en la obrera, la noticia de que se había dado la orden por la Dirección General de Rentas para hacer una nueva elaboración de sal, con lo que se dio trabajo a muchas personas, que de otro modo serían víctimas de la miseria.
A finales de abril de 1891, llego a Torrevieja un redactor de `El Liberal´ de Madrid con el objeto de “enterarse sobre la conducta que han de seguir los pueblos de esta provincia respecto a la huelga del próximo primero de Mayo”.
Los mil quinientos obreros de Torrevieja que se dedicaban todos los años a los trabajos de las salinas se encontraban desocupados por falta de exportación. Para evitar la crisis, el Gobierno dispuso la extracción de 100.000 quintales de sal baja, que luego se aumentaría con otros 90.000 quintales. Esperando, además que la recolección del mes de julio podría producir 1.000.000 de quintales. Razón por la que los obreros de las salinas no tuvieron en 1891 huelga, ni manifestación.
En el mes de junio, se vio muy animado el puerto a concurrencia de un considerable aumento de embarque para La Habana y otros puntos ultramarinos, debido a los grandes vapores de Pinillos, Sanz y otras compañías navieras. Esto contribuyó poderosamente a salvar la situación precaria de la clase trabajadora de Torrevieja, que encontró un medio para ganarse honradamente su subsistencia.
Los ingresos obtenidos con el trabajo y el movimiento de buques en la bahía se notaron en la vida diaria de la población. Ante la desgracia de las inundaciones sufridas en Consuegra y Almería, el Ayuntamiento de Torrevieja contribuyo en la suscripción nacional con 500 pesetas y el casino con 2.500. Las funciones dramáticas celebradas por los aficionados en favor de los inundados produjeron 799,85 pesetas líquidas para aquellos desgraciados.
…Y CONTINÚA LA CRISIS: EL TRANVÍA DE LAS SALINAS
En mayo de 1893, tuvo lugar una numerosa manifestación de carreteros, poniendo en manos del alcalde una protesta contra el tranvía de vapor que tenían solicitado los señores Soler y Antonio Mínguez Sánchez.
Lo cierto es que a principios de 1894 la clase obrera de Torrevieja se hallaba en crisis lo mismo que en otros muchos pueblos de la provincia de Alicante.
Pasado un mes, en febrero, agravó la situación, teniendo que recorrer las calles en manifestación pacífica pidiendo trabajo. Las autoridades se reunieron para arbitrar la manera de socorrer a los trabajadores; pero como escaseaban los recursos y se temía que ocurrieran graves conflictos, recurrieron al Gobierno pidiendo auxilios para remediar un estado intolerable que no podía prolongarse por más tiempo. La manifestación recorrió las calles de la población pidiendo pan y trabajo, pues reinaba en toda la comarca la más absoluta miseria. Las autoridades, tras reunirse, comunicaron al Gobierno la situación de la clase trabajadora y tomaron precauciones para mantener el orden, que se veía severamente amenazado, enviando al Gobierno Civil el siguiente telegrama:
“Torrevieja 13 (11,20 n.)
Gran manifestación jornaleros acuden Casas Consistoriales demanda pan y trabajo.
Ayuntamiento, contribuyentes, acuerdan abrir suscripción remediar cuanto puedan.
Establecida cocina económica; mañana empezarán trabajos camino, hasta permitir recursos presupuestos que son insignificantes.
Suplico recurra V. S. Gobierno y Diputación implorando socorros protección.
Toma proporciones miseria y procuro evitar alteraciones orden público.”
En vista de la triste situación que atravesaba Torrevieja y su término, pidiendo sus braceros pan y trabajo con objeto de alimentar a sus familias, se socorrieron con una obra de utilidad pública, que, a la par, remediaba necesidades perentorias, dio facilidades mayores para el tráfico mercantil
Se comenzaron los trabajos de la carretera de Torrevieja a su estación de ferrocarril, lo que hoy es la calle Campoamor, mejora que tanto se aguardaba y que unos hombres caritativos y amables del progreso tuvieron la buena idea de llevarla a término.
Un periódico de Murcia anunció por circular la alteración del orden público en Torrevieja y Aspe, se dispuso reconcentrar fuerza de la guardia civil en los dos pueblos.
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 26 de octubre de 2013