
POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Desde la fundación de Torrevieja sus habitantes habían luchado por la construcción del puerto, hasta el punto que dicha necesidad fue reconocida hasta por una ley, de 27 de abril de 1882, se declaró de interés general, y sus planos, presupuestos, memorias y demás datos necesarios fueron tramitados y aprobados unos años después.
Los años transcurrían y el puerto no se hacía, y por ello, el 29 de mayo de 1887 se constituyó en Torrevieja la “Junta Popular del Puerto y Mejoras de la Localidad”, con el primordial fin de hacer realidad tal anhelo. También comenzaron a salir a la calle dos periódicos: “La Opinión” y “El Torre-vigía”.
Para hacernos una idea hay que decir que, en esos años, en Torrevieja vivían más de dos mil familias, y a su bahía “concurren anualmente más de mil buques nacionales y extranjeros que representan un movimiento de 120.000 toneladas y llevan y traen unos 500 pasajeros y sólo la inscripción marítima cuenta con unos 300 buques a todo lo que mueve, nutre y alimenta directa o indirectamente como principal fuente de explotación de la laguna con sus múltiples trabajos de extracción, arrastre, entrante, comercio, carga, transbordo, embarque y explotación de las sales”.
Con el permiso del gobierno por medio de una Real Orden del Ministerio de Fomento, la “Compañía de Ferrocarriles Andaluces”, que explotaba la línea de Torrevieja a Albatera-Catral decidió comenzar a llevar la sal extraída en Torrevieja a unos depósitos instalados en Alicante y allí embarcarla por el su puerto, lo que suponía el paro, la desgracia y el hambre para los habitantes de Torrevieja.
En aquellas fechas, los vecinos de Torrevieja, si bien no podían gastar en lo superfluo, no carecían de lo necesario; se contentaban con los rendimientos que les ofrecían los buques que arribaban a su puerto en demanda de sal, única fuente de riqueza. No esperaban que la decisión del gobierno fuera a arrebatarles tan modesto bienestar, adquirido a meced de grandes penalidades y sacrificios.
La situación en que iba a quedar Torrevieja si la empresa de `Ferrocarriles Andaluces´ conseguía la concesión de extraer las sales por la vía férrea para los depósitos que se estaban construyendo en Alicante era triste y en extremo angustiosa. Los beneficios eran para unos pocos y el perjuicio para los innumerables braceros de la villa que sólo vivían del jornal que ganaban con el acarreo de sales desde los almacenes o depósitos hasta el muelle de las eras, donde cargaban los buques, quedando por consiguiente reducidos a la más espantosa miseria y obligados a perecer de hambre a los que no tenían otro medio de ganarse la subsistencia que en la industria salinera, a la que desde pequeños se dedicaban.
Con esta concesión y proyecto la “Sociedad de Ferrocarriles Andaluces’ monopolizaba el transporte y embarque de sal en Alicante.
El 29 de mayo de 1887, se celebró en Torrevieja una numerosísima manifestación en la que figuraron personas de todos los colores políticos, clases y posiciones sociales, en demanda del ansiado puerto.
Reunidos los manifestantes en el paseo de Vista Alegre se dirigieron al teatro donde se nombró una junta presidencial compuesta por los Puigcerver, Balaguer, Onteniente, Torregrosa, Ortega, Pego y Moreno, designándose luego a los tres primeros para que como delegados permanentes gestionasen cuanto fuera necesario para la consecución del deseo general.
En aquel acto se pronunciaron elocuentes discursos, se prodigaron ruidosos aplausos, hubo gran entusiasmo, y reinó el mayor orden. La cuestión era tan grave como trascendental y en ella estaban interesados todos los pueblos de la ribera del río Segura como la villa de la sal, porque si Torrevieja ganaría mucho siendo el punto de importación y exportación de toda la comarca agrícola, las demás poblaciones ganarían más con la fácil salida de sus frutos y la cómoda entrada de los artículos extranjeros para nutrir al comercio.
La “Junta Popular del Puerto y Mejoras de la Localidad” propuso a la Compañía de Ferrocarriles Andaluces que desistiera de su idea y construyera un puerto en Torrevieja:
“No pretendemos ilusionar a la compañía; queremos sólo llamar su atención para que en su gran criterio comprenda que el puerto de Alicante siempre será el puerto del ferro-carril del mediodía, mientras que este será el de los Andaluces: Que allí no dispondrá más que de una mínima parte, viéndose precisada hacer obras más costosas que las de esta escolera, sin resultado ventajoso, mientras que aquí dispondrá de todo el puerto obteniendo grandes ventajas al capital que invierta y un movimiento y utilidad fabulosos para el ramal y toda la línea. Que allí gastará sólo sus millones sin que nadie le ayude ni agradezca el sacrificio, mientras que aquí todo el pueblo y la comarca entera que ve su vida y halagüeño porvenir en la construcción del puerto o parte de él, y en la verdadera y gran explotación de la línea férrea, no ha de omitir sacrificio alguno para cooperar con todas sus fuerzas materiales y morales favor de la compañía que viene a desarrollar nuevos veneros de riqueza, a abrir nuevos horizontes a nuestro comercio y actividad, a aumentar las fuentes del trabajo y de la industria, a sacarnos de la postración en que yacemos […].”
A finales de julio fue llamado el alcalde por el gobernador, dándole la terrible noticia de que de un momento a otro aparecería en el periódico oficial una Real Orden autorizando a la “Compañía de Ferrocarriles Andaluces” el transporte de la sal a los depósitos establecidos en Alicante. La noticia, como era de esperar, produjo estupor entre los habitantes de Torrevieja. Todos andaban desorientados, irascibles, al ver que herían de muerte a una población. Al día siguiente aparecieron banderas negras en todas las bocacalles, cobertores negros en el casino de “La Numancia” y en la mayoría de los edificios, una gran bandera en la farola existente en la plaza de la Constitución, todos los barcos surtos en la bahía, tanto pertenecientes al pueblo como de fuera, fueron varados en tierra, y las banderas a media asta. En el paseo de Vista Alegre aparecieron varios cuadros con marco negro con inscripciones alegóricas:
“Un ministro en su grandeza
no miró tu desventura
y labró tu desventura
al proteger a una empresa;
grande era ya tu pobreza,
hoy te roban despadada
la sal que tu vida era.”
Continuaba otra:
“Se lamenta el propietario,
que la sal vaya a Alicante
y se queja el comerciante,
el artista, el proletario,
por tanto, es necesario
que se escuchen nuestras quejas,
ya que Alicante nos deja
en la miseria morir,
vamos a Murcia a pedir
el que ampare a Torrevieja.”
Decía otra así:
“Por ser hoy manifiesto
el luto por todas partes,
y luto en los estandartes
que llevas en tu protesta,
cuantas lágrimas te cuesta,
y al fin te roban la sal
y cebándose en tu mal,
está frente a tu pobreza
una maldecida empresa que apoya la capital.”
El pueblo en masa convino una manifestación que se llevó a efecto el domingo, 31 de julio, a las 9 de la mañana. El acto comenzó en el paseo de Vista Alegre, concurriendo todo el vecindario, llevando cada gremio su bandera y recorriendo seguidamente todas las calles de la población al grito de “¡Viva Torrevieja! ¡Viva Murcia! ¡Viva el puerto!” pronunciando diferentes discursos alusivos. Las mujeres y los niños lloraban al pensar la miseria que les aguardaba. La banda de música acompañaba a los manifestantes ejecutando marchas fúnebres. Se portaban siete estandartes con sus correspondientes inscripciones:
“No queremos ser alicantinos”
“Queremos ser murcianos”
“La opinión de Torrevieja pide justicia y caridad”
“Los artistas protestan de la arbitrariedad de llevarse la sala Alicante”
“El comercio y la industria protestan de la arbitrariedad de llevarse la sala Alicante”
“Los braceros y todo el pueblo protestan de la arbitrariedad de llevarse la sala Alicante”
“El Círculo Industrial y demás sociedades protestan de la arbitrariedad de llevarse la sala Alicante y piden puerto”
Durante todo el trayecto reinó el mayor orden saliendo de cuando en cuando de los grupos algunos vivas a Murcia a cuya ciudad se dieron varias muestras de simpatía por su apoyo a la construcción del puerto de Torrevieja y la negativa del traslado de la sal al puerto de Alicante. Se mostraron simpatías por Murcia, pues todos a una voz se lamentaban de que Alicante era para los torrevejenses una madrastra, y por lo tanto querían anexionarse a Murcia que apoyaba la construcción del puerto. Algunas banderas ostentaban la siguiente inscripción: “Queremos anexionarnos a la provincia de Murcia”.
La manifestación terminó con el nombramiento de una comisión compuesta por Manuel Ballester, alcalde de Torrevieja; Ceferino Talavera, consignatario; y Antonio Mínguez, propietario. Al día siguiente se trasladaron a Alicante para exponer al gobernador civil el triste estado en el que quedaría Torrevieja desde el momento en el que comenzara el traslado de sal y darle cuenta, para que a su vez trasmita al gobierno, de la importante manifestación realizada por el vecindario, alarmado ante el peligro que amenazaba el privarle del único medio de subsistencia que contaba.
A las seis de la tarde de ese domingo, a son de tambor, se publicó el bando siguiente: “El que quiera firmar una exposición para que no se lleven la sal, que acuda a la casilla número 4 [de la feria]”. Al poco de difundir el pregón se habían recogido innumerables firmas.
En medio de estas circunstancias de agobiante desesperación que sufría la población, en la obra “Torrevieja ayer, hoy y mañana” Luis Cánovas hace gala, tanto en lo psicológico como en lo físico, de sus dotes imaginativas y descriptivas, tanto, que la prensa alicantina queda confundida ante la representación de su obra “Torrevieja ayer, hoy y mañana”:
“Antes de ser conocida por nosotros, oímos decir de dicha revista que maltrataba a nuestra población [Alicante] con motivo de la cuestión de las salinas de aquel pueblo y la compañía de ferrocarriles andaluces; pero, al leerla, hemos visto que el Sr. Cánovas, por más que trata de defender los intereses de Torrevieja, no hiere en lo más mínimo a esta capital”
“El Liberal”. Alicante, 8 de octubre de 1887.
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 12 de octubre de 2013
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